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El nombre mas grande

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Moisés tenía 80 años. Llevaba cuatro décadas apartado de su pueblo, Israel, que vivía esclavizado en Egipto. Cierto día, mientras pastoreaba los rebaños de su suegro, contempló un fenómeno inaudito: una zarza en llamas que, en vez de consumirse, ardía de continuo, brillando como una luz en la montaña. Por consiguiente, se acercó a inspeccionarla. ¡Qué sobresalto tuvo que haber sentido al oír una voz que le dirigía la palabra desde el fuego! Mediante un ángel que sirvió de portavoz celestial, Dios y Moisés hablaron largo y tendido. Como sabemos, el vacilante Moisés recibió órdenes de dejar su vida tranquila y volver a Egipto para liberar a los israelitas (Éxodo 3:1-12).

Aunque Moisés pudo haber formulado cualquier pregunta en ese momento, observe la que planteó: “Supongamos que llego ahora a los hijos de Israel y de hecho les digo: ‘El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes’, y ellos de hecho me dicen: ‘¿Cuál es su nombre?’. ¿Qué les diré?” (Éxodo 3:13Lo primero que nos enseña tal pregunta es que Dios tiene nombre. Esta es una verdad a la que no debemos restar importancia. Y, sin embargo, eso es lo que muchos hacen. De hecho, Su nombre propio se ha reemplazado en gran número de versiones bíblicas por títulos como “Señor” y “Dios”. Esta sustitución es una de las acciones más desafortunadas y reprobables que se han realizado por motivos religiosos.

El Todopoderoso eligió su nombre, un nombre con mucho significado. Jehová quiere decir literalmente “Él Hace que Llegue a Ser.Al preguntar por él, Moisés se refería a la persona que este representaba. Venía a decir: “¿Qué puedo contarle a tu pueblo Israel para fortalecer su fe en ti y convencerlo de que de verdad vas a liberarlo?”.

Jehová respondió explicando el significado de su nombre. Dijo a Moisés: “Yo resultaré ser lo que resultaré ser” (Éxodo 3:14). Muchas versiones de la Biblia ponen en este pasaje “Yo soy el que soy”, pero el Altísimo no se limitó a afirmar su existencia. Más bien, enseñó a Moisés —y por extensión a todos nosotros— las implicaciones de su nombre. Jehová ‘resultaría ser’, o haría que Él mismo llegara a ser, lo que fuera preciso para cumplir sus promesas. La versión en inglés de J. B. Rotherham traduce atinadamente el versículo: “Yo Llegaré a Ser lo que yo quiera”. Una autoridad en hebreo bíblico explica así esta frase: “Sea cual fuere la situación o la necesidad [...], Dios ‘llegará a ser’ la solución a dicha necesidad”.

¿Qué significado tuvo esto para los israelitas? Sin importar los obstáculos y apuros que afrontasen, Jehová llegaría a ser lo que fuera preciso para liberarlos de la esclavitud e introducirlos en la Tierra Prometida. Sin duda alguna, aquel nombre infundía confianza en el Creador.

De este modo, Dios reveló su nombre propio, explicó su significado e incluso demostró que es una designación idónea. Es innegable que desea que lo conozcamos como persona. Ahora bien, ¿cuál es nuestra reacción? Moisés quiso conocerlo. Ese fue el anhelo que orientó toda su vida y lo llevó a estar muy cerca de su Padre celestial (Números 12:6-8; Hebreos 11:27). Por desgracia, la mayoría de sus contemporáneos no compartieron aquel deseo. Cuando él mencionó por nombre a Jehová ante el Faraón de Egipto, el altivo monarca replicó: “¿Quién es Jehová [...]?” (Éxodo 5:2). No quiso aprender más al respecto y, con aire despectivo, rechazó al Dios de Israel como si fuera alguien insignificante. Tal actitud, nada infrecuente en la actualidad, ciega a la gente, lo que les impide aprender una de las verdades más relevantes: Jehová es el Señor Soberano.

La verdad es que nadie sabe con certeza cómo se pronunciaba originalmente el nombre de Dios. ¿Por qué no? Pues bien, el primer lenguaje que se usó al escribir la Biblia fue el hebreo, y cuando el idioma hebreo se ponía por escrito los escritores solo escribían consonantes, no vocales. Por eso, cuando los escritores inspirados escribieron el nombre de Dios, naturalmente hicieron lo mismo y solo pusieron por escrito las consonantes.Mientras el hebreo antiguo fue un idioma de uso cotidiano esto no presentó problema alguno. Los israelitas estaban familiarizados con la pronunciación del Nombre, y cuando lo veían escrito suplían las vocales sin pensarlo (tal como, para un lector de habla española, la abreviatura “afmo.” representa “afectísimo” y “km” representa “kilómetro”).

Esta situación cambió debido a que entre los judíos surgió la idea supersticiosa de que era malo pronunciar el nombre divino en voz alta; por eso, cuando llegaban a él en su lectura de la Biblia pronunciaban la palabra hebrea ’Adhonaí (“Señor Soberano”). Además, con el transcurso del tiempo el mismísimo idioma hebreo antiguo cesó de usarse en la conversación diaria, y así llegó el tiempo en que la pronunciación original hebrea del nombre de Dios pasó al olvido.

Sin embargo, ¿de dónde vinieron pronunciaciones como Yahweh y Yahvéh? Éstas son formas sugeridas por eruditos modernos que han tratado de deducir la pronunciación original del nombre de Dios. Algunos —pero no todos— creen que los israelitas de antes del tiempo de Jesús probablemente daban al nombre de Dios la pronunciación Yahweh o Yahvéh. Pero nadie puede estar seguro de eso. Pudiera ser que lo pronunciaran así, y pudiera ser que no.

Con todo, muchas personas prefieren la pronunciación Jehová, escrita a veces también Jehovah. ¿Por qué? Porque tiene un uso generalizado y un aspecto familiar que Yahweh o Yahvéh no tienen. Sin embargo, ¿no sería mejor usar la forma que pudiera estar más cerca de la pronunciación original? Realmente no, porque eso no es lo que se acostumbra hacer con los nombres bíblicos.

Para considerar el ejemplo más prominente, piense en el nombre de Jesús. ¿Sabe usted cómo llamaban a Jesús en la conversación cotidiana su familia y los amigos de él mientras Jesús crecía en Nazaret? La verdad es que ningún ser humano sabe eso con seguridad, aunque puede haber sido algo como Yeshua (o quizá Yehoshua). Ciertamente no era Jesús.¿Tenemos que dejar de usar el nombre de Jesús porque la mayoría de nosotros —o hasta todos nosotros— realmente ignoramos cómo se pronunciaba originalmente? Hasta ahora, ningún traductor ha sugerido que se haga eso. Nos agrada usar el nombre, porque éste identifica al Hijo amado de Dios, Jesucristo, quien dio su sangre vital por nosotros. ¿Sería honrar a Jesús el quitar de la Biblia toda mención de su nombre y reemplazarla con un simple título como “Maestro” o “Mediador”? ¡Por supuesto que no! Podemos vernos en relación con Jesús cuando usamos su nombre de la manera como comúnmente se pronuncia en nuestro idioma.

Y lo mismo es verdad respecto al nombre Jehová. Aunque la pronunciación moderna Jehová quizá no sea exactamente la manera como se pronunciaba originalmente el nombre, esto de ninguna manera detrae de la importancia del nombre. Identifica al Creador, el Dios vivo, el Altísimo a quien Jesús dijo: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”. (Mateo 6:9.)

¿Por qué dejaron de pronunciar el nombre de Dios los judíos? Probablemente, por lo menos en parte, debido a que aplicaron mal las palabras del tercer mandamiento: “No debes tomar el nombre de Jehová tu Dios de manera indigna” (Éxodo 20:7). Los judíos ortodoxos llevaron ese mandato hasta lo ridículo, tomaron un mandato razonable, el de que el nombre de Dios no debía ser deshonrado, y lo llevaron a un extremo muy irrazonable, diciendo que el nombre ni siquiera debía pronunciarse.

En cierta ocasión Jesús se puso de pie en una sinagoga y leyó una porción del rollo de Isaías. La sección que leyó fue lo que hoy llamamos Isaías 61:1, 2, donde el nombre de Dios aparece más de una vez (Lucas 4:16-21). ¿Hubiera rehusado él pronunciar el nombre divino allí, y lo habría sustituido por “Señor” o “Dios”? ¡Por supuesto que no! Eso hubiera significado seguir la tradición antibíblica de los líderes religiosos judíos. En vez de eso, leemos lo siguiente: “Les enseñaba como persona que tiene autoridad, y no como sus escribas”. (Mateo 7:29.)De hecho, él enseñó a sus seguidores a orar a Dios: “Santificado sea tu nombre” (Mateo 6:9). Y en oración, la noche antes de su ejecución, dijo a su Padre: “He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste del mundo [...] Padre santo, vigílalos por causa de tu propio nombre que tú me has dado”. (Juan 17:6, 11.)

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El apóstol Pablo no deja ninguna duda en cuanto a la importancia que tenía para él el nombre de Dios. En su carta a los romanos cita las mismas palabras del profeta Joel y pasa a estimular a sus compañeros cristianos para que muestren su fe en aquella declaración mediante el salir a predicar acerca del nombre de Dios a otras personas, para que éstas, también, se salvaran (Romanos 10:13-15). Posteriormente escribió en su carta a Timoteo: “Que renuncie a la injusticia todo el que nombra el nombre de Jehová” (2 Timoteo 2:19). Al fin del primer siglo, el apóstol Juan utilizó el nombre divino en sus escritos. La expresión “Aleluya”, que significa: “Alaben a Jah”, aparece varias veces en el libro de Revelación o Apocalipsis. (Revelación 19:1, 3, 4, 6.)

Sin embargo, Jesús y sus seguidores habían profetizado que ocurriría una apostasía en la congregación cristiana. El apóstol Pedro había escrito: “También habrá falsos maestros entre ustedes”. (2 Pedro 2:1; véase también Mateo 13:36-43; Hechos 20:29, 30; 2 Tesalonicenses 2:3; 1 Juan 2:18, 19.) Estas advertencias se cumplieron. Un resultado fue que el nombre de Dios pasó a un plano secundario. ¡Hasta fue quitado de copias y traducciones de la Biblia!

A PRINCIPIOS del siglo segundo, después de la muerte del último de los apóstoles, empezó en serio el apostatar de la fe cristiana predicho por Jesús y sus seguidores. Filosofías y doctrinas paganas se infiltraron en la congregación; surgieron sectas y divisiones, y la pureza original de la fe fue corrompida. Y el nombre de Dios dejó de usarse.A medida que este cristianismo apóstata se esparció, surgió la necesidad de traducir la Biblia de sus idiomas originales, hebreo y griego, a otros. ¿Cómo vertieron los traductores el nombre de Dios en sus traducciones? Por lo general usaron el equivalente de “Señor”. Una versión muy influyente de aquel tiempo fue la Vulgata latina, una traducción de la Biblia por Jerónimo al latín de uso cotidiano. Jerónimo vertió el Tetragrámaton (YHWH) mediante el sustitutivo Dominus, “Señor”.

El nombre apareció por primera vez en una Biblia inglesa en 1530, cuando William Tyndale publicó una traducción de los primeros cinco libros de la Biblia. En ésta él puso el nombre de Dios, por lo general escrito Iehouah, en varios versículos, y en una nota para esta edición escribió: “Iehovah es el nombre de Dios [...] Además, cada vez que se vea SEÑOR en letras grandes (excepto cuando haya algún error en la impresión) es, en hebreo, Iehovah”. De aquí, en las versiones en inglés surgió la práctica de usar el nombre de Jehová (Jehovah) en solamente algunos versículos y escribir “LORD” (SEÑOR) o “GOD” (DIOS) en la mayoría de los demás lugares donde aparece el Tetragrámaton en el texto hebreo.

En 1611 se publicó lo que llegó a ser la traducción inglesa de más extenso uso, la Versión Autorizada. En ésta, el nombre aparecía cuatro veces en el texto principal (Éxodo 6:3; Salmo 83:18; Isaías 12:2; 26:4). “Jah”, una abreviatura poética del nombre, apareció en Salmo 68:4. Y el nombre aparecía en su grafía completa en nombres de lugares tales como “Jehovah-jireh” (Génesis 22:14; Éxodo 17:15; Jueces 6:24). Sin embargo, los traductores siguieron el ejemplo de Tyndale y en la mayoría de los casos sustituyeron el nombre de Dios por “SEÑOR” o “DIOS”. Pero si el nombre de Dios podía aparecer en cuatro versículos, ¿por qué no podía aparecer en todos los demás miles de versículos que lo contienen en el hebreo original?

En los siglos siguientes los traductores de la Biblia tomaron una de dos direcciones. Algunos evitaron por completo el uso del nombre de Dios, mientras que otros lo usaron extensamente en las Escrituras Hebreas, fuera en la forma Jehová, o similares, o en la forma Yahweh, o similares. Consideremos dos traducciones que evitaron el nombre y veamos por qué, según sus traductores, se hizo esto.

¿Cómo consideraría Dios a los que quitan de la Biblia Su nombre? Si usted fuera autor de un libro, ¿qué pensaría de alguien que hiciera grandes esfuerzos por quitar de ese libro su nombre?

No, no se puede verter un nombre propio distintivo mediante un simple título. Un título nunca puede comunicar el significado pleno y rico del nombre original de Dios.Si el nombre no está allí, ¿cómo pueden cumplirse estas palabras del salmista: “Los que conocen tu nombre confiarán en ti, porque ciertamente no dejarás a los que te buscan, oh Jehová”? (Salmo 9:10.)

Espero que la información de este artículo lo haya convencido de que el Creador tiene un nombre personal que es muy precioso para él, y debería ser muy precioso para usted también.

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