¿El mundo fue creado dos veces?
En esta oportunidad, quiero compartir con todos los que me siguen en la lectura parte de un libro de Ariel Álvarez Valdés. El libro tiene por título: ‘¿Qué sabemos de la Biblia?’
Pero ¿quién es Ariel Álvarez Valdés?:
Álvarez Valdés es licenciado en Teología Bíblica por la Facultad Bíblica Franciscana de Jerusalén (Israel), y doctor en Teología Bíblica por la Universidad Pontificia de Salamanca (España). El tema de su tesis doctoral fue La Nueva Jerusalén: ¿ciudad celeste o ciudad terrestre? Como parte de sus estudios ha realizado numerosos viajes académicos por Egipto, Jordania, Turquía, Grecia y la Península del Sinaí. En la Argentina fue profesor de Sagradas Escrituras en el Seminario Mayor de Santiago del Estero, y de Teología en la Universidad Católica de la misma ciudad.
Bueno lo que quiero compartir con todo aquel interesado en el asunto, es parte de su libro y lo hago en cinco entregas:
1º.- ¿El Dios de Israel, era Yahveh, o Jeová?
2.- ¿El mundo fue creado dos veces?
3.- ¿En qué año nació Jesús?
4.- ¿La Biblia prohíbe hacer imágenes?
5.- ¿Vivieron muchos años los patriarcas del Antiguo Testamento?
¿El mundo fue creado dos veces?
En el principio un problema.-
Quien lee la Biblia sin estar prevenido, se encuentra con un gran problema ya en la primera página: al comenzar el libro del Génesis no sólo halla dos veces la narración de la creación del mundo, sino que además de manera tan contradictoria, que no puede menos que quedar perplejo.
En efecto, Gn 1 cuenta el relato, tantas veces oído cuando niños en el catecismo, según el cual al principio de los tiempos todo era caótico y vacío, hasta que Dios resolvió poner orden en esta confusión. Antes de ponerse a trabajar, al igual que cualquier operario, lo primero que hizo fue encender la luz (Cf. 1,3). Por eso en el primer día de la creación nacieron las mañanas y las noches.
Luego decidió ubicar un techo en la parte superior de la tierra para que las aguas del cielo no la inundaran. Y creó el firmamento. Cuando vio que el suelo era una sola mezcla barrosa, secó una porción y dejó la otra mojada, con la cual aparecieron los mares y la tierra firme.
Sucesivamente con su Palabra poderosa fue adornando los distintos estratos de esta obra arquitectónica con estrellas, sol, luna, plantas, aves, peces y reptiles. Y por último, como coronación de todo, formó al hombre, lo mejor de su creación, al que moldeó a su imagen y semejanza. Entonces decidió descansar. Había creado a alguien que podía continuar su tarea.
Ésta le había llevado seis días. Y todo lo había hecho bien.
Otra vez lo mismo.-
Pero cuando pasamos al capítulo 2 de Génesis viene el asombro. Parece como si nada de lo anterior hubiera ocurrido. Estamos otra vez en un vacío total, donde no hay plantas, ni agua, ni hombres (Cf. 2,5).
Dios, nuevamente en escena, se pone a trabajar. Pero es un Dios muy distinto al del relato anterior. En lugar de ser solemne y majestuoso ahora adquiere rasgos mucho más humanos. Vuelve a crear al hombre, pero esta vez no desde la distancia y con simple mandato de su Palabra, casi sin contaminarse, sino que lo modela con polvo del suelo, sopla sobre su nariz, y de este modo le da la vida (Cf. 2,7)
Se detalla luego, por segunda vez, la formación de plantas, árboles y animales. Y para crear a la mujer emplea ahora un método diferente. Hace dormir al hombre, le extrae una costilla, rellena con carne el hueco restante, y moldea así a Eva. Entonces se la presenta y se la da por compañera ideal para siempre.
Llegado ese punto uno se pregunta: ¿Por qué si en Génesis 1 tenemos ya el mundo terminado, en Génesis 2 hay que crearlo de nuevo? Es que acaso hubo dos creaciones en el origen de los tiempos?
Y se contradicen.-
Pero el problema no es sólo éste. Si comenzamos a hacer una minuciosa comparación entre ambos capítulos encontramos una larga lista de contradicciones que dejan al lector pasmado.
Desde el comienzo llama la atención la diferente manera de referirse a Dios en ambos textos. Mientras Gn 1 lo designa con el nombre hebreo de Elohin (Dios), en Gn 2 se lo llama Yahveh Dios.
El Dios de Gn 2 es descripto con apariencia más humana, de un modo más primitivo. Él no crea, sino que “hace” las cosas. Sus obras no vienen de la nada sino que las fabrica sobre una tierra vacía y árida. El Dios de Gn 1, en cambio, es trascendente y lejano. No entra en contacto con la creación, sino que desde lejos la hace surgir, como si todo lo creara de la nada.
De esta manera, mientras Dios en Gn 1 aparece en toda su grandiosidad, majestuoso, donde al sonido de su voz van brotando una a una las criaturas del universo; en Gn 2 Dios es mucho más sencillo. Como si fuera un alfarero, moldea y forma al hombre (v. 7). Como un agricultor, siembra y planta los árboles del paraíso (v. 8) como un cirujano, opera la hombre para extraer a la mujer (v. 21). Como un sastre, confecciona los primeros vestidos a la pareja porque estaban desnudos (Cf. 3,21)
Más divergencias.-
Mientras en Gn 1 Dios crea el mundo en seis días y luego en el séptimo descansa; en Gn 2 sólo le lleva un día todo el trabajo de la creación.
En Gn 2 Yahveh crea únicamente al varón, y al caer en la cuenta de que está solo y de que necesita una compañera adecuada, después de probar darle los animales por compañeros, le ofrecerá la mujer. En cambio en Gn 1 Dios desde un principio hizo existir al hombre y a la mujer simultáneamente, en pareja.
Mientras en Gn 1 los seres van surgiendo en orden progresivo de menor a mayor, es decir, primero las plantas, luego los animales y finalmente los seres humanos, en Gn 2 se crea primero al hombre (v. 7), más tarde las plantas (v. 9), los animales (v. 19), y finalmente la mujer (v. 22).
La visión del cosmos de Gn 1 es “acuática”. Sostiene que al principio no había más que una masa informe de aguas primordiales, y la tierra al ser creada será un islote en medio de esas aguas. En cambio la cosmología de Gn 2 es “terrestre”. Antes de que se creara el mundo todo era un inmenso desierto de tierra seca y estéril (v. 5), pues no había nada de lluvia. Al ser creada, la tierra será un oasis en medio del desierto.
El segundo es primero.-
Haciendo esta lectura comparativa, nos damos con la sorpresa de que la Biblia incluye una doble y la vez contradictoria descripción de la creación.
Los estudiosos llegaron a la conclusión de que no pudieron haber sido escritas por la misma persona, y piensan más bien que pertenecen a autores diversos y de distintas épocas. Como sus nombres no llegaron hasta nosotros, ni podremos saberlos nunca, llamaron al primero “sacerdotal”, porque lo atribuyeron a un grupo de sacerdotes del siglo VI a. C. Y al segundo autor, ubicado en el siglo X a. C. “yahvista”, porque prefiere llamar a Dios con el nombre propio de Yahveh.
¿Cómo se escribieron dos relatos opuestos? ¿Por qué terminaron incluidos ambos en la Biblia?
El primero que se compuso fue Gn 2, aunque en la Biblia aparezca en segundo lugar. Por eso tiene un sabor tan primitivo, espontáneo, vivido. Durante muchos siglos fue el único relato con el que contaba el pueblo de Israel sobre el origen del mundo.
Fue escrito en el siglo X a. C. durante la época del rey Salomón, y su autor era un excelente catequista que sabía poner al alcance del pueblo en forma gráfica las más altas ideas religiosas.
Con un estilo pintoresco e infantil, pero de una profunda observación del al psicología humana, cuenta la formación del mundo, del hombre y de la mujer como una parábola oriental llena de ingenuidad y frescura.
Los aportes vecinos.-
Para ello se valió de antiguos relatos sacados de los pueblos vecinos. En efecto, las antiguas civilizaciones asirias, babilónica y egipcia habían compuesto sus propias narraciones sobre el principio del cosmos, que hoy podemos conocer gracias a las excavaciones arqueológicas realizadas en Medio Oriente. Y resulta sorprendente la similitud entre estos relatos y el de la Biblia.
Todos dependen de una concepción cosmológica de un universo formado por tres planos superpuestos: los cielos con las aguas superiores; la tierra con el hombre y los animales; y el mar con los peces y las profundidades de la tierra.
El yahvista recogió estas tradiciones populares y concepciones científicas de su tiempo, y las utilizó para insertar un mensaje religioso, que era lo único que le interesaba.
La gran decepción.-
Cuatro siglos después de haberse compuesto este relato, una catástrofe vino a alterar la vida y la fe del pueblo judío. Corría el año 587 a. C. y el ejército babilónico al mando de Nabucodonosor, que estaba en guerra con Israel, tomó Jerusalén y se llevó cautivo al pueblo.
Y allá en Babilonia fue la gran sorpresa. Los primeros cautivos comenzaron a arribar a aquella capital y se dieron con una ciudad espléndida, con enormes edificios, magníficos palacios, torres de varios pisos, acueductos grandiosos, jardines colgantes, fortificaciones, y lujosos templos.
Ellos, que se sentían orgullosos de ser la nación bendecido y engrandecida por Yahveh en Judea, no habían resultado ser sino un modesto pueblo de escasos recursos frente a Babilonia.
En templo de Jerusalén, edificado a todo lujo por el gran rey Salomón, y gloria de Yahveh que lo había elegido por morada, no constituía sino un pálido reflejo del impresionante complejo cultural del dios Marduk, de la diosa Sin y de su consorte Ningal.
Jerusalén, orgullo nacional, por quien suspiraba todo Israel, era una ciudad apenas considerable en comparación con Babilonia y sus murallas, mientras su rey, ungido de Yahveh, nada podía hacer frente al poderoso monarca Nabucodonosor, brazo derecho del dios Marduk.
Para salvar la fe.-
La situación no podía ser más decepcionante. Los babilónicos habían logrado un desarrollo mucho mayor que los israelitas. ¿Para que habían rezado tanto a Yahveh durante siglos y se habían abandonado confiados en él, si el dios de Babilonia era capaz de dar más poderío, esplendor y riqueza a sus devotos?
Aquella, catástrofe, pues, representó para los hebreos una gran desilusión. Pareció el fin de toda esperanza en un Mesías, y lo vano de las promesas de Dios en sostener a Israel y transformarlo en el pueblo más poderoso de la tierra.
La fe estaba en peligro. ¿Tal vez el Dios de los hebreos era más débil que el dios de los babilonios? ¿No sería ya hora de adoptar la creencia en un dios que fuera superior a Yahveh, que protegiera con más eficacia a sus súbditos y le otorgara mejores favores que los magros beneficios obtenidos suplicándole al Dios de Israel?
Se desmoronaron, entonces, las ilusiones en el Dios que parecía no haber podido cumplir sus promesas, y el pueblo en crisis comenzó a pasarse en masa a la nueva religión de los conquistadores, con la esperanza de que un dios de tal envergadura mejorara sus suerte y su futuro.
Creer en tierra extranjera.-
Ante esa situación que vivía el decaído pueblo judío durante el cautiverio babilónico, un grupo de sacerdotes, también cautivo, comienza a tomar conciencia de este abatimiento de la gente y reacciona. Es necesario volver a catequizar al pueblo.
La religión babilónica que estaba deslumbrando a los hebreos era dualista, es decir, admitía dos dioses en el origen del mundo: uno bueno, encargado de engendrar todo lo bello y positivo que el hombre observaba en la creación; y otro malo, creador del mal y responsable de las imperfecciones y desgracias de este mundo y del hombre.
Además, allí en la Mesopotamia pululaban las divinidades menores a las que se le rendían culto: el sol, la luna, las estrellas, el mal, la tierra.
Israel en el exilio empezó también a perder progresivamente sus prácticas religiosas, especialmente la observancia del reposo del sábado, su característico recuerdo de la liberación de Yahveh de Egipto.
Nace un capítulo.-
Aquellos sacerdotes comprendieron que el viejo relato de la creación que tanto conocía la gente (Gn 2) ya no servía. Había perdido fuerza. Era necesario escribir uno nuevo donde se pudiera presentar una vigorosa idea del Dios de Israel, poderoso, que destellara supremacía, excelso entre sus creaturas. Comienza así a gestarse Gn 1.
Por eso llama la atención en este nuevo relato, la minuciosa descripción de la creación de cada ser del universo (plantas, animales, aguas, tierra, astros del cielo) a fin de dejar en claro que ninguna de éstas eran dioses, sino simples creaturas, todas subordinadas al servicio del hombre (v. 17-18).
Contra la idea de un dios bueno y otro malo en el cosmos, los sacerdotes repiten constantemente, de un modo casi obsesivo a medida que va apareciendo cada obra creada: “y vio que era bueno”, o sea, no existe ningún dios malo creador del universo. Y cuando crea al ser humano dice que era “muy bueno” (v. 31), para no dejar así ningún espacio dentro del hombre que fuera jurisdicción de una divinidad del mal.
Finalmente, el Dios, que trabaja seis días y descansa el séptimo, sólo quería ser ejemplo para volver a proponer a laos hebreos la observancia del sábado.
Un Dios actualizado.-
De esta manera, la nueva descripción de la creación por parte de los sacerdotes era un renovado acto de fe en Yahveh, el Dios de Israel. Por eso la necesidad de mostrarlo solemne y trascendente, tan distante de las creaturas, a las que no necesitaba ya moldear de barro pues le bastaba sus Palabra omnipotente para crearlas a la distancia.
Cien años más tarde, alrededor del 400 a. C., un último redactor decidió componer en un libro toda la historia de Israel desde el principio, recopilando viejas tradiciones. Y se encontró con los dos relatos de la creación. Resolvió entonces, a pesar de las evidentes contradicciones, conservarlos a los dos. Pero mostró su preferencia por Gn 1, el de los sacerdotes, más despojado de antropomorfismos, más respetuoso, y lo puso como pórtico de toda la Biblia. Pero no quiso suprimir el antiguo relato del yahvista, y lo colocó a continuación, a pesar de las evidentes contradicciones, manifestando así que para él, Gn 1 y Gn 2 relataban en forma distinta la misma verdad revelada, tan rica, que no bastaba un relato para expresarla.
Dos son poco.-
En una reciente encuesta en los Estados Unidos, se constató que el 44% de los habitantes sigue creyendo que la creación del mundo ocurrió tal cual como lo dice la Biblia. Y muchos, atendiéndose a los detalles de estas narraciones, se escandalizan ante las nuevas teorías sobre el origen del universo, la aparición del hombre y la evolución.
Pero el redator final del Génesis enseña algo importante. Reuniendo en un solo relato ambos textos, aun conociendo su carácter antagónico, mostró que para él este aspecto científico no era más que un accesorio, un forma de expresarse.
El redactor bíblico ¿se turbaría si viese que hoy sustituimos esos esquemas por el modelo mucho más probable del Bing Bang y el de la formación evolutiva del hombre? Por supuesto que no.
La misma Biblia, por esta yuxtaposición pacífica de diferentes modelos cosmogónicos, ha señalado su relatividad. Los detalles científicos no pertenecen al mensaje bíblico. No son más que un medio sin el cual ese mensaje no podría anunciarse.
El mundo no fue creado dos veces. Sólo una. Pero aun cuando lo relatáramos en cien capítulos distintos no terminaríamos de arrancar el misterio entrañable de esta obra amorosa de Dios.
Andrés Arbulú Martínez
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