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El magnicidio de Olof Palme

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De aquí a tres años, en 2011, se cumplirán 25 años del asesinato de Olof Palme (1927-1986), por entonces primer ministro sueco, abatido por la espalda el 28 de febrero de 1986 mientras paseaba tranquilamente y sin escolta con su esposa Lisbeth después de salir del cine. Ésta también resultó herida, pero no de gravedad, cosa que no importó al autor del disparo. Sólo se cercioró de las heridas de muerte por necesidad del primer ministro. El atentado sobre Olof Palme se transformaría de inmediato en un golpe psicológico a la pacífica sociedad sueca, pues Palme no solo era el titular de un cargo público, sino que también representaba el sentir y la visión política de la mayoría de los suecos, siendo asesinado –en el sentir popular- en su condición de ciudadano, del mismo modo que lo podía haber sido cualquier otra persona en el desarrollo de su vida cotidiana[1]. Conforme a la legislación sueca, en la referida fecha prescribirá cualquier investigación oficial tendente a clarificar la autoría material del autor o autores del crimen. A partir de esa fecha pudiera ser que surgiera la hora de los historiadores, de los escritores y hasta de los guionistas de cine a fin de buscar o establecer alguna autoría intelectual del magnicidio. Sin embargo, esta es una circunstancia poco probable debido a que este es un crimen que la pacífica sociedad sueca –y con ella también la sociedad internacional- prefiere borrar o apartar de su memoria por la inquietud y desazón que produce un hecho que contradice el natural sentimiento humano –común a todas las ideologías religiosas- sobre el triunfo último del bien sobre el mal. En este sentido, son demasiados y reiterativos los testimonios de todos los tiempos y países que nos muestran que los promotores o inductores del mal no solo suelen salir airosos de la competencia o lucha política, sino que además lo hacen en forma de héroes o mitos nacionales, pudiendo llegar u ostentar incluso los cargos de jefes de estado, ya sean en modelos políticos dictatoriales, republicanos o monárquicos. El origen del mal es algo que ha obsesionado y teorizado todas las filosofías políticas y las grandes religiones y, entre ellas, sobre todo el cristianismo. Pero, si hubiera que dar alguna interpretación humana a la representación teológica del mal en su dimensión política, seguramente éste tendría forma de codicia y ambición, de inducción al miedo, de fidelidades, de creencias, de obediencia, de injusticia, de la incapacidad de asumir el punto de vista o el sufrimiento de los demás, de impiedad, del recurso a la guerra o del simple asesinato. Y si todo ello lo representamos con la sacralización o petrificación de las leyes, los monopolios, la censura, con la simulación, el engaño o el olvido, con sentimientos de pertenencia, con literatura, con la cultura material suntuaria incluida la protección y fomento de las artes, con un poco de pan y con mucha fiesta y folclore, incluido en particular el folclore religioso, entonces nos encontraremos con las monarquías de todos los tiempos y lugares. El asesinato de Olof Palme parece mostrarnos la ambigüedad o las dos caras de una misma realidad que no por indeseable es menos cotidiana, presente incluso en un país tenido por ejemplar como es Suecia. Por una parte, el triunfo de los aparatos administrativos, políticos y legislativos de una sociedad abierta como es la sueca, dejando en libertad a meros sospechosos o descartando vías de investigación que nos alejan del lugar de los hechos. Incluso, sin que el nombre de cualquier sospecho detenido se haga público mientras no se demuestre su autoría. Por otra parte, nos vemos impotentes y sin alternativas de acción política ante el triunfo de aquél o aquéllos que han logrado su propósito quebrantando uno de los mayores bienes morales de cualquier sociedad de nuestro tiempo. Las diversas vías de investigación a) Los movimientos de ultraderecha en connivencia con la CIA La ultraderecha sueca, integrada en el Partido Europeo de los trabajadores, venía desde tiempo atrás acusando a Palme de ser un agente del KGB soviético encargado de introducir el comunismo en Suecia. Asimismo, destacados miembros de la Marina de Guerra sueca acusaban a Palme de querer debilitar la política de bloques queriendo establecer relaciones con el comunismo soviético. Al mismo tiempo, sectores británicos y norteamericanos también venían siendo objeto de las críticas de Palme ante las políticas económicas y laborales liberalizadoras. El primer sospechoso sería Víctor Gunnarson ya que en el momento del crimen se encontraba cerca del lugar y, además, era conocido por su vinculación a la ultraderecha y sus reiterados ataques a Palme por su política socialista y de distensión activa entre los bloques. La opinión pública y la presión política demandaban la pronta detención del culpable. Por ello, la policía sueca intentó forzar a los testigos y amañar pruebas falsas a fin de culpar a Gunnarson y ofrecer a la opinión pública lo que exigía. El 12 de marzo de 1986 sería detenido como sospechoso bajo la acusación de ser el presunto autor del disparo por una acción impulsiva bajo los efectos de un trastorno mental transitorio, aunque orientada hacia Palme por sus convicciones políticas. Demostrada su inocencia, Gunnarson se instalaría en los EE UU donde encontraría la muerte en Salisbury (Carolina del Norte) ocho años después (el 7 de enero de 1994) de dos disparos en la cabeza ante el ataque de celos del antiguo amante de su novia. No obstante, ante la no aparición ni detención de ningún otro sospechoso, en el imaginario popular sueco aún figura Gunnarson como el autor de los hechos. b) La pista kurda Descartada la trama interior, la policía se hizo eco de unas cintas grabadas entre unos refugiados kurdos establecidos en Estocolmo y en Hamburgo respectivamente. Sus últimas conversaciones se remontaban a sólo una semana antes del magnicidio, donde se hablaba de una “boda” y la culminación de sus preparativos. En la práctica esto quería decir que se había identificado algún enemigo del Partido Comunista Kurdo (PKK) en el exilio no siendo la “boda” más que la resolución o “liquidación” del mismo. Las pesquisas policiales se concentrarían en la populosa comunidad kurda que albergaba algunos refugiados del PKK que luchaba por la creación de un Kurdistán libre. Entre éstos se encontraba Kesire Yildirim a quien las autoridades turcas atribuyeron la creación de la escisión Rejín del PKK a cuyo grupo se le atribuyen las acciones terroristas más indiscriminadas, tal como se expuso en el tribunal en el juicio de Abdala Ocalan. Pronto se montaría un dispositivo policial de escuchas telefónicas y seguimiento a la comunidad kurda en Suecia. Pero el tiempo fue pasando sin que se dieran los resultados esperados. Descartada la vía kurda, Hans Holmér abandonaría el caso como responsable del Grupo de Investigación Palme por los escasos éxitos obtenidos en el caso. Los hermanos Poutiainen[2] pondrían de relieve las múltiples irregularidades policiales, entre ellas la descoordinación y fallos en una respuesta inmediata de las patrullas policiales en torno al lugar de los hechos, así como el retraso de hora y media en difundir la alarma nacional que daría sobrado margen al autor material para alejarse del lugar de los hechos en un país más bien pequeño. No obstante, tras su dimisión el mismo Holmér y los sectores más conservadores del gobierno convencieron a la entonces ministra de interior Anna-Greta Lejon de que los kurdos seguían siendo los principales sospechosos, actuando éstos de meros comparsas de la Unión Soviética. Ante la ausencia de pruebas que pudiera iniciar y justificar una investigación oficial frente a los kurdos, a los responsables gubernamentales no se les ocurrió otra idea que formar un grupo policial secreto con la misión de espiar en forma clandestina las actividades en torno a la comunidad kurda. Sin embargo, la célula policial secreta sería interceptada por la propia policía en los controles rutinarios, debiendo de justificar ante las autoridades aduaneras el origen y destino de los sofisticados equipos electrónicos, destinados a espionaje y escuchas ilegales. El resultado de la detención de los policías sería la dimisión de la ministra Lejon y el traslado forzoso de los cargos policiales responsables, al tiempo que se ponía al descubierto el origen financiero de la operación que no era otro que un adinerado editor afiliado al partido socialdemócrata. Circunstancias que probablemente no habrían ocurrido en otros países tenidos por democráticos pero de larga trayectoria autoritaria, sobre todo en la función pública. Sería difícil entender que la URSS estuviera interesada en asesinar a quien más y mejor defendía los diversos movimientos de liberación alineados ideológicamente con el socialismo y en algunos casos también con el comunismo. Lo más probable es que esta fuera una información “contaminada” de la CIA y, más concretamente, de la red Gladio y asumida fácilmente por los grupos de ultraderecha y algunos miembros de la administración sueca. En este sentido no estaría de más recordar que la “opinión”, la “idea”, la “observación”, una “ocurrencia” o la “voluntad” de un superior jerárquico se convierten y devienen en la lógica de la administración pública de cualquier país en algo verosímil y un principio de acción indiscutido e indiscutible. c) El caso del delincuente común Poco después del asesinato de Palme aparecía en el lago Dalarma un revólver enfundado de la marca Smith&Wesson calibre 357 Magnum al que luego denominarían el “arma de Mockfjaerd” al demostrarse que con él se había perpetrado un atraco en esa localidad. El análisis balístico demostró que el modelo y calibre de este revólver coincidía con el arma usada en el magnicidio, pero sin que se pudiera asegurar que fuera el mismo revólver el usado en ambas circunstancias. Petterson ya había sido condenado con anterioridad por homicidio y en varias ocasiones lo sería también por maltrato, resaltando los medios de comunicación su afición a las anfetaminas y a la bebida, divulgando su foto con botellas o vasos en la mano. Además, diversos testigos le reconocieron estar próximo al cine Grand e, incluso, siguiendo los pasos del matrimonio Palme tras salir del cine y dar un paseo una vez que el matrimonio Palme se había despedido de su hijo y su novia a la salida del cine. En diciembre de 1987 el fiscal general abre nuevamente un proceso contra Petterson en base a las confidencias de dos ex reclusos –ya fallecidos- cuyos abogados declararon que sus clientes les dijeron en su día que Petterson les había confesado durante su estancia en la cárcel haber sido el autor del disparo contra Palme. La única prueba contra Petterson fue el testimonio de Lisbeth Palme creyendo reconocer a Petterson como autor del disparo. Pero el equipo de investigación desestimó tal testimonio por carecer de la suficiente solidez dadas las circunstancias en el desenvolvimiento de los hechos. Con estos testimonios Petterson sería condenado en julio de 1989 en primera instancia a cadena perpetua, al tiempo que la opinión pública sueca daba un respiro desactivando la tensión social provocada por un magnicidio tenido por absurdo y que solo alguien tenido por loco hubiera sido capaz de cometer. Tras su recurso al Tribunal Supremo, la falta de pruebas que le relacionara con el magnicidio hizo que dicha condena perpetua se limitara a los cuatro meses que duró la investigación, absuelto en septiembre del mismo año y siendo, además, indemnizado con 300.000 coronas por parte del Estado. Cantidad que dilapidaría en el mismo género de vida en la que se venía desenvolviendo, siguiendo viviendo entre la indigencia, las drogas y el alcoholismo. d) La conexión surafricana del régimen del apartheid El testimonio de Dirk Coetzee, responsable de la Vlakplaas o unidad secreta de la policía del régimen segregacionista de Sudáfrica vendría a abrir una de las primeras vías de investigación. Sus declaraciones en la Comisión de la Verdad -al investigar las actividades de Eugene de Kock, por entonces jefe de esta misma unidad de Sudáfrica responsable de los “escuadrones de la muerte”- implicaron al espía y criminal a sueldo Craig Williamson. Este reside en la actualidad en Angola dedicado al negocio de los diamantes, habiendo desmentido su participación en el magnicidio, aunque sí en otros actos terroristas como el atentado contra los locales del Congreso Nacional Africano en Londres en 1982. Williamson habría sido el responsable de la “Long Reach Operation” –Operación largo alcance- para asesinar a Palme. Williamson se habría infiltrado en las organizaciones que luchaban contra el apartheid en centro Europa, muchas de ellas alentadas o impulsadas por el propio Olof Palme, además de apoyar directamente al CNA. Ello le habría permitido conocer las actividades y movimientos de Palme, además de desviar grandes sumas de dinero que la Universidad Internacional sueca y los fondos de ayuda enviaban para financiar las actividades del CNA. En la década de los 80 Williamson residía en Estocolmo, cuya vivienda se encontraba –casualmente- próxima al lugar donde Palme fuera abatido. Según declaraciones de Coetzee, el autor material del disparo habría sido Anthony White, sin precisar su nacionalidad o si este fuera su verdadero nombre, de quien se cree que reside en la zona turco-chipriota de la isla. En diversas ocasiones se establecieron conexiones entre la policía sueca y la sudafricana –sin que hasta la fecha hayan trascendido en toda su extensión el objeto de estas relaciones- y en un contexto político y diplomático de hostilidad hacia Palme por su abierta condena del régimen racista sudafricano.

[1] Olof Johansson: Swedish Reaction to the Assassination of the Swedish Prime Minister Olof Palme, Department of Political Science, University of Umeå, Suecia. [2] Kari & Pertti Poutiainen: Inuti labyrinten: om mordet på Olof Palme, Grimur förlag AB Inbunden, Svenska, 1995

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