Nadie hoy es un "Don Nadie"
Ser un “Don Nadie” o persona sin importancia era y es uno de los peores insultos que a alguien pudieran proferirle pues parece ser que casi todos deseamos el brillo del protagonismo de la popularidad social, sea a la escala y por el motivo que sean.
Ser conocido es hoy una aspiración real de muchos cuando antes solo podía serlo de unos muy pocos privilegiados, residentes en ciudades principales y cercanos a los centros de poder político, financiero y de comunicación. Nacer y vivir en un pequeño pueblo de la Castilla mesetaria era el mejor seguro para conservar un remansado anonimato vitalicio allende los escasos vecinos de la municipalidad.
La importancia social de alguien, en cualquier etapa de su vida, siempre ha estado marcada por el número de personas que lo conocían como fiel termómetro de su popularidad, desde la temprana edad de la pandillera adolescencia hasta cuando en la madurez se busca el éxito profesional. Y ello, siempre con independencia del verdadero valor aportado en su contribución a la sociedad (por ser científico o por ser maestro del escándalo matrimonial…). No es un método justo para medir la notoriedad real, cierto, pero así han sido siempre las cosas y hoy todavía más aun lo siguen siendo.
Yo, que he vivido en primera persona la transición desde el mundo del bolígrafo al del teclado, puedo constatar que las puertas de la universalidad personal han sido abiertas de par en par para quizás ya nunca volverse a cerrar. Conocer y ser conocido por otros hoy se encuentra al alcance de todos y a tiro de un sencillo “click” de algo que, sin serlo, tiene nombre de roedor.
Quien le diría al músico brasileño Roberto Carlos que el imposible reto que asumió cuando compuso su famosa canción ”Un millón de amigos”, hoy estaría mucho más cerca de lograr.
Como ocurre casi siempre con las innovaciones y sin ser plenamente conscientes de ellas, hemos caido en las redes de la sociedad del “Publicanismo”, la nueva religión del siglo XXI que salvará a algunos pero condenará a otros. Religión que ya tiene entronizado un mayestático “papa” llamado Facebook y a varios de sus reverendos obispos como Twiter, Linkedin, Tuenti o Xing.
El fenómeno de las redes sociales, que cabalga desbocado por los caminos virtuales de la electrónica doméstica, conecta a las personas entre sí para propiciar muy eficientemente su interrelación informativa pero desgraciadamente no la emocional pues Internet, aun buscándolo, todavía no ha incorporado a su canal de comunicación la tierna caricia de una mano, el olor de la piel de un bebé o la profunda mirada de unos ojos enamorados.
Si, es cierto, Nadie hoy es un “Don Nadie” aunque para ser “Algo” sin “Alguien” yo me vuelvo al recogimiento silente de la austera y vieja meseta castellana…
Saludos de Antonio J. Alonso
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