Estoy preocupado
Nuestro ritmo de vida parece el más propenso para llevarnos a la preocupación; casi diría que a la constante preocupación y por casi cualquier cosa. Uno al final se pregunta ¿es necesario preocuparse tanto? Realmente no lo creo; más bien diría que lo necesario es ocuparse más y preocuparse menos.
El otro día, por poner un ejemplo, envié por correo unos documentos imprescindibles a mis abogados para un próximo juicio que se iba a celebrar en Madrid. El caso es que unos días después mis abogados aseguraban que ellos no habían recibido nada, mientras que en correos daban por hecho que el envío ya había llegado a su destinatario. Y todo ello a dos días del juicio. Con el billete de avión comprado y sin la documentación para el juicio. Todo eso se lo contaba a mi madre por teléfono, y ella, angustiada y lamentándose, me decía que debía estar muy preocupado por ello. Le dije que no, que no estaba preocupado. Yo ya había hecho todo lo que podía hacerse en un caso como este. En mi mano ya no quedaba nada más por hacer; sólo esperar como se resolvía, si es que se resolvía de algún modo. Si los documentos se habían perdido ya haría lo que conviniera en su momento. Al final se resolvió casi en el último instante: una secretaria había cogido la baja laboral unos días antes sin repartir los últimos correos, entre ellos el mío, razón por la que los abogados pensaban que no había llegado.
De las cosas hay que ocuparse hasta que hayamos hecho todo lo posible. Después podemos hacer dos cosas: seguir preocupándonos o bien hacer cualquier otra cosa más productiva. Hace un tiempo que comprendí que era mucho mejor la segunda opción.
La preocupación nos resta posibilidades; ocupa, por decirlo así, un espacio en nuestro “disco duro” que podría estar mucho mejor aprovechado si nos dedicáramos a otras tareas más fructíferas. A cada tarea debemos asignarle el esfuerzo necesario para lograr la meta deseada. Después, que esa meta se alcance o no, es probable que no dependa por completo de nuestro esfuerzo, así que una vez nos hemos ocupado de la tarea en cuestión debemos ocuparnos de otra.
Preocuparnos de lo que está fuera de nuestro alcance no nos aportará nada bueno. Lo que si podemos hacer, si el caso lo requiere, es prevenir ciertas actuaciones, lo que a fin de cuentas no deja de ser una parte más de lo que ocuparnos. Pero cuando ya no quede nada por hacer, preocuparse es un lastre ocioso.
http://www.jmontane.es
Joan Montane Lozoya
Registro automático