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¿Es difícil dejar de fumar?

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La dificultad de algo no es una característica constitutiva de ese algo. Cuando decimos “la matemática es difícil” no estamos hablando de una propiedad de la matemática. Estamos hablando de la relación que establece el sujeto que juzga, con la matemática. Emitir un juicio genera una relación con lo juzgado y configura un camino de acción particular.

Como dice Echeverría, “cuando emitimos un juicio nos relacionamos con lo que estamos juzgando desde el punto de vista de nuestras inquietudes y lo formulamos en términos de las posibilidades que abre o cierra para nosotros” Los juicios determinan nuestras condiciones, la forma en que vivimos y configuran nuestras posibilidades futuras. Supongamos que soy estudiante de la carrera de historia cuyo programa incluye un ramo de estadísticas. Imaginemos que miro el programa y digo “la estadística es infame”. Entonces me relaciono con la estadística (aquello que juzgo) desde el punto de vista de mis inquietudes, es decir, de mi preocupación porque debo tomar obligatoriamente el ramo. Por otra parte el juicio de “infame” lo formulo en términos de las posibilidades que (en este caso) se me cierran por tener que estudiar algo que no me gusta. Probablemente no podré disfrutar del tema o deberé estudiar mucho más que lo normal para tener éxito en esa materia, restándole horas al ocio.

Decir que algo es difícil por lo tanto, es emitir un juicio sobre nuestra relación con aquello que juzgamos. No es estar describiendo una de sus características.

Cuando decimos “es difícil dejar de fumar” estamos haciendo varias cosas inútiles:

1.- Estamos tratando la dificultad de dejar de fumar como una característica inherente al hábito y desvinculada de nuestra voluntad.

2.- Estamos utilizando el juicio de dificultad como una explicación de la situación.

3.- Estamos validando esa explicación como la explicación correcta (al apelar tácitamente al juicio de dificultad como característica constitutiva del hábito de fumar).

El resultado es que cerramos la posibilidad de eliminar el hábito por nuestra propia voluntad ya que asumimos que es algo que no depende de nosotros sino que es el resultado de condiciones externas no controlables.

Cuando nos preguntamos acerca de por qué es difícil dejar de fumar (u otro hábito cualquiera que deseemos modificar), lo primero que debemos hacer es cuestionar la propia pregunta. Tiene sentido la pregunta ?. El sólo hacerla refleja una mirada inadecuada sobre el problema. No hay que hacer la pregunta: hay que cambiar la mirada sobre el asunto.

Existen múltiples justificaciones que “se saltan” la voluntad y nos entregan una buena coartada para no dejar de fumar. Por ejemplo se dice que “es difícil dejar de fumar porque la nicotina produce adicción”. Y es verdadero que la nicotina es adictiva. Pero resulta absolutamente inapropiado asumir esta característica como la explicación “válida” de la dificultad para dejar el cigarrillo (y en general esto opera respecto de la modificación de cualquier otra conducta del ser humano).

Se esgrimen argumentos como síndrome de deprivación, dependencia física, sicológica, social, etc. Pero el problema se deriva de establecer estas características como la explicación válida del problema.

Nuestras decisiones siempre implican optar. Dejamos de hacer algo en beneficio de lograr otra cosa. Todo tiene lo que en economía se llama costo alternativo. Dejar de fumar implica por lo tanto, privarse de ciertas cosas para favorecer la obtención de otras. Desde este punto de vista dejar de fumar no se diferencia cualitativamente de miles de otras decisiones sobre cambios de conducta que tomamos las personas. “Desde ahora llegaré temprano al trabajo” por ejemplo, es una decisión cualitativamente similar.

Algún fumador impermeable a los argumentos vertidos aquí podrá esgrimir que la nicotina es adictiva y que, en consecuencia, la dificultad de mantenerse sin fumar es mayor que la del esfuerzo involucrado en llegar temprano al trabajo.

Pero ¿cuánto mayor es la dificultad de dejar el cigarrillo respecto de la dificultad de mantener la promesa de llegar temprano al trabajo?. Se puede medir?. ¿Existe un grado de dificultad a partir del cual la voluntad es ineficaz para provocar un cambio de conducta?. El punto está simplemente en la disposición emocional del fumador a dejar de serlo. Y eso se relaciona directamente con la forma en que él explica su situación. Es evidente que este tipo de decisiones que involucran cambios de hábito requieren de la voluntad del sujeto para mantenerse en el cambio, pero se trata justamente de eso: de “hacerlo”.

Es frecuente que la sicología trate esto como una enfermedad, lo cual refuerza en los fumadores su convicción de que la dificultad de dejar el cigarrillo es una característica propia del hábito y no una forma de relacionarse con él. Pero para que se constituya lo patológico es necesario el consentimiento del sujeto ya que lo patológico no es más que un acuerdo social. Volvemos entonces a un asunto de mera voluntad ligado sólidamente a la manera en que el sujeto explica su circunstancia y no a la circunstancia explicada. El fenómeno explicado y la explicación habitan en mundos diferentes y disjuntos.

S. Covey dice que nuestra conducta depende de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones. Una sentencia complementaria la aportó H. Ford: “Ya sea que pensemos que se puede o que no se puede, en ambos casos estamos en lo cierto”.

Hace 25 años yo era un fumador joven y le pregunté a un médico de la familia cómo podía dejar de fumar, en circunstancias de que era muy difícil (así lo veía yo en ese entonces). El médico me dijo “deja de fumar”. Yo repetí la pregunta intentando escuchar alguna argumentación técnica sobre las razones de la dificultad y los mecanismos para dejar el vicio. Nuevamente el doctor me responde “simplemente déjalo”.

La respuesta me pareció ciertamente pobre, sobre todo viniendo de un especialista. No obstante involucraba una profunda sabiduría. Efectivamente lo que había que hacer era dejarlo sin cuestionamientos o deliberaciones. En ese momento en realidad yo buscaba robustecer mi convicción de que eso era difícil, para alimentar mi coartada contra la abstinencia.

Quizás lo que le faltó a este especialista para provocar en mi un cambio de conducta fue convencerme de que mi dificultad para dejar el cigarrillo tenía que ver con mi interpretación sobre el problema y no con el propio hábito de fumar. En ese momento yo no veía que las decisiones están asociadas a elementos propios que, si bien se gatillan desde afuera, se producen dentro del individuo. Todo lo que éste decide es una puerta que se abre desde adentro.

Detrás de cada método para dejar de fumar, está la voluntad del individuo. Los métodos para dejar de fumar que se venden en el mercado están basados en la mirada “objetivista” del problema. Aprovechan la mirada tradicional que los individuos tienen sobre el problema. Como producto de ello, las personas pagan por un tratamiento cantidades bastante elevadas de dinero, pero finalmente el éxito descansa en la voluntad y disposición emocional del individuo, algo por lo que no es necesario pagar ya que todo eso lo llevamos dentro.

La acupuntura, la auto-hipnosis, los parches nicotinosos, chicles especiales, y cientos de otros métodos sólo sirven si el individuo está dispuesto a dejar de fumar. Estos métodos son necesarios en la medida que la persona explica su circunstancia de fumador apelando a condiciones externas. Pero pierden sentido si nuestra mirada se orienta más a la forma planteada aquí, es decir, centrando el problema en la manera como explicamos nuestro quehacer y en la forma en que nos observamos como observadores.

El diagnóstico que hacemos sobre nuestra situación de fumadores no corresponde a “lo que ocurre realmente” sino que a la expresión de nuestra propia forma de observar. Es por ello que para dejar de fumar hay que cambiar las explicaciones que nos damos sobre lo que nos acontece. De lo contrario lo único que tendremos es una buena explicación sobre por qué no podemos dejar de fumar. Y eso no sirve para dejar de fumar. Las explicaciones son en cierto sentido “antojadizas”, las acciones no. Hay que dejar de explicar y actuar.

Usted quiere una buena explicación del por qué no puede dejar de fumar o quiere dejar de fumar ?.

La respuesta esperable es que quisiéramos dejar de fumar. La explicación sólo será importante si nos ayuda a dejar el hábito, pero las explicaciones tradicionales no consideran lo que hay detrás de una explicación y lo poderosa que puede ser una interpretación menos “objetivista” de eso a lo que llamamos “explicación”.

  ;

No hay nada mejor para entorpecer el proceso hacia la eliminación del hábito de fumar que una buena explicación sobre por qué es difícil hacerlo.

Escarbando un poco en las explicaciones, cada “por qué” tiene una cantidad ilimitada de respuestas.

Las explicaciones son la guía de nuestras acciones. De acuerdo a ellas escogemos el camino de acción para todo lo que hacemos. Nuestras actividades diarias están guiadas por las explicaciones conscientes o inconscientes que damos al acontecer. Esas explicaciones no son más que un conjunto de información que nos ayuda a responder nuestras propias preguntas y habitan en un mundo separado de los fenómenos que pretendemos explicar. Lo que explicamos no son los fenómenos: explicamos nuestras experiencias (H. Maturana).

Fije su atención en el siguiente ejemplo (que he citado en oportunidades anteriores):

Por qué voy al trabajo ?

Porque para eso me pagan

Porque necesito ganar dinero

Porque todos debemos trabajar

Porque me gusta Etc.

Todas estas explicaciones son coherentes y aceptables, pero no todas implican el mismo camino de acción:

“Porque para eso me pagan” implica que iré a mi trabajo sin cuestionamientos

“Porque necesito ganar dinero” puede abrir posibilidades de cambiarse a otros trabajos

“Porque me gusta” puede implicar que aunque disponga de bastante dinero, no dejaré mi trabajo, etc.

Por qué llegué atrasado a mi trabajo ?

La explicación de mi jefe: “Porque soy irresponsable”: Camino de acción: amonestación

La explicación mía: “Porque vivo lejos”: Camino de acción: Mudarme más cerca

La explicación de mi amigo: “Porque eres descarado”: Camino de acción: Me río de él pero no hago nada.

Adviértase que todas son aceptables aunque en este caso habrá que aceptar la del jefe ya que a él le hemos dado autoridad para establecer la explicación a adoptar (sin ser ninguna de ellas más verdadera que otra).

Aquí debemos rescatar lo siguiente: la explicación de algún fenómeno depende de quien explica, no del fenómeno explicado. (Como dijimos, las explicaciones y los fenómenos habitan en mundos distintos y que no se intersectan). Cada persona explicará de manera distinta un mismo fenómeno, porque no explicamos el fenómeno sino nuestra experiencia, tal como se vio en el ejemplo. Además, la explicación de algo depende del tipo de preguntas que se hace el que explica ese algo. Las explicaciones tienen que ver con las preguntas, no con los fenómenos a explicar.

Podemos preguntarnos ¿por qué caen los cuerpos? Y conformarnos con la respuesta: “porque hay una fuerza que los atrae”. He aquí las respuestas que se han dado en los últimos siglos a esta pregunta:

Porque está en ellos el caer

Porque los cuerpos “desean” estar en el piso

Porque los elementos ocupan su lugar natural en el universo

Porque los cuerpos “graves” hechos de tierra tienden a moverse hacia abajo

Porque algo los atrae hacia abajo

Porque hay una ley que hace que caigan

Porque los cuerpos siguen la línea de la curvatura del espacio

El lector podrá advertir que ninguna explicación es una explicación es si misma. Sólo es información que nos deja conformes. Si no nos deja conformes, seguimos preguntando. Por ejemplo, podemos preguntar ¿por qué caen los cuerpos si nada material los tira hacia abajo como una cuerda por ejemplo?. En este caso al que pregunta no le basta lo de la fuerza, porque su cuestionamiento está asociado a la experiencia de que cuando un cuerpo se acerca a otro, debe haber una conexión física entre ellos. Sea como sea, a los cuerpos les importa poco nuestras explicaciones. Ellos simplemente caen !!!.

Aún más, la existencia de una explicación de algo depende de si me hago preguntas o no sobre ese algo. La explicación sobre el propósito del hombre sobre la tierra es necesaria para quien se pregunta por dicho propósito. Otros no se lo preguntan ya que no piensan que el hombre tenga que tener un propósito sobre la tierra.

Se ha preguntado usted “¿por qué me hago preguntas?”, si es así, probablemente tendrá una de las miles de respuestas que hay. Si no es así, entonces no tiene una explicación simplemente porque no existía la pregunta.

A la luz de las consideraciones anteriores cómo podemos responder la pregunta: ¿Por qué no he dejado de fumar??

- Porque es difícil-   ;

- & nbsp; Porque no puedo contener los deseos de fumar- &n bsp;

- & nbsp; Porque soy irresponsable conmigo-

- & nbsp; Porque el entorno social no me lo permite-

- & nbsp; Porque no puedo- &n bsp;

- & nbsp; Porque necesito el cigarrillo- &nb sp;

- & nbsp; Porque no tengo fuerza de voluntad, etc.

Observe que estas respuestas tienen las siguientes características:

1.- Son todas lógicamente aceptables

2.- Constituyen la explicación del fumador

3.- Hacen referencia a condiciones propias o del entorno no-controlables

4.- Todas se refieren al pasado inmediato o mediato

Que sean lógicamente aceptables nos muestra que podemos explicar el fenómeno de miles de formas y nos sugiere que de poco sirve hacerlo ya que el hábito de fumar se sigue riendo de nosotros como diciendo “explícame como quieras pero sigo vigente”.

Por otra parte, que las respuestas se constituyan en la explicación del fumador significa que son además, la justificación que éste tiene para mantenerse consumiendo cigarrillos. La explicación en este caso es una traba para dejar el hábito.

Continuando con el análisis, el que las respuestas hagan referencia a condiciones propias o del entorno no-controlables nos habla de que el individuo considera que su conducta es función de sus condiciones y no de sus decisiones. El fumador no siente que esté en sus manos el generar condiciones distintas de las que vive. Está “desapropiado”, es decir, no se siente responsable de lo que le pase.

Además, el hecho de que todas las respuestas se refieren al pasado inmediato o mediato indica que el individuo justifica su futuro con base en el pasado desvinculando nuevamente su futuro de las propias decisiones. El se considera un producto de la estadística.

Francisca me dijo una vez: “papá, ingresé a una difícil carrera universitaria; estadísticamente al final del primer año sólo aprueba el 20 % de los que entraron, por lo que la probabilidad de que yo fracase este año es de 80 %”. Yo le dije; “Tú no eres una estadística, eres Francisca. Las estadísticas no deciden lo que pasará en el futuro contigo, hablan del pasado y están bien para una descripción periodística y para ayudar a diseñar el futuro”. Y luego agregué la siguiente pregunta: “Hija, qué me dirías si te pregunto cuál es la probabilidad de que tú estés dentro del 20% que tiene éxito ?” y ella responde: “es alta esa probabilidad, porque soy estudiosa”.

Entonces la probabilidad específica para Francisca de fracasar no es 80% porque depende de ella. No de la estadística. Quien pretende predecir el futuro no puede tener el rol de diseñarlo. Es una u otra cosa.

De la misma manera, cuando revisamos una publicación que dice que sólo el 5% de quienes intentaron dejar de fumar lo logran, ¿significa que tenemos un 5% de probabilidades de tener éxito? Definitivamente NO. Nuestro enfoque debe ser éste: “Yo estaré con absoluta seguridad entre los que tuvieron éxito porque lo acabo de decidir”.

Sin embargo no debemos concluir, por el hecho de que las cosas tengan múltiples respuestas o explicaciones, que las explicaciones no sirven. Muy por el contrario, son las explicaciones que le damos al acontecer lo que guía nuestro actuar. Lo importante es adoptar aquella explicación que sirve a nuestros objetivos.

Dos posibles respuestas aceptables para la pregunta ¿por qué no he dejado de fumar?:

1.- Porque es difícil

2.- Porque no he tomado la decisión

Ambas son respuestas tan comunes como aceptables: ¿cuál adoptar?. Claramente la segunda nos ayuda más a dejar el hábito que la primera.

El enfoque tradicional sobre el asunto del tabaquismo aporta información meramente descriptiva y explicativa, restando potencia a aquello que finalmente determina la conducta humana, la voluntad. Es cierto que fumar expone el cuerpo a sustancias químicas que producen cáncer, que el monóxido de carbono que se inhala es dañino, que se afectan los sentidos del gusto y el olfato, etc. Pero establecer que la nicotina es la responsable de que la persona continúe fumando ocasiona más daño que el propio hábito de fumar porque “des-responsabiliza” a quien en definitiva toma las decisiones: el propio individuo.

La nicotina no es la que produce la adicción en el sentido de que la adicción es una condición estadística, no ligada a la voluntad del individuo más que por un asunto de grado.

Las respuestas que el enfoque ortodoxo del problema da a las interrogantes sobre por qué fumamos, sobre por qué hay que dejar el cigarrillo, etc., no nos ayudan a tomar la decisión. Sólo justifican al fumador. Se analiza el problema describiendo una serie de fases por las que pasa el fumador en su tránsito hacia la independencia del cigarrillo, se dan una infinidad de recetas para dejar el vicio pero todas estas recetas descansan, en ultima instancia, en la voluntad del individuo y sólo logran hacer más largo, tedioso e improbable el camino hacia el éxito.

A mi juicio lo poderoso del enfoque propuesto aquí es que pone el énfasis en la concepción de que son nuestras decisiones las que modelan nuestras condiciones y no a la inversa, volviendo el centro de la atención sobre el problema al grado de auto-responsabilidad del individuo. Esto no funciona sólo para cambiar hábitos “adictivos” como el fumar, sino que para modificar cualquier conducta humana destinada a mejorar nuestra calidad de vida y hacernos más felices.

Cambiamos entonces la pregunta “¿Por qué es difícil dejar de fumar?” por la pregunta “¿Por qué las personas normalmente se relacionan con el dejar de fumar a través de la dificultad?, adoptando la respuesta siguiente: Porque la propuesta explicativa de su propia experiencia, se fundamenta en la realidad objetiva. (Como diría Maturana, porque el individuo ha escogido el camino de la objetividad sin paréntesis).

Esto traslada drásticamente la responsabilidad de dejar el hábito al propio individuo. Estamos haciéndonos responsables de permanecer consumiendo cigarrillos eximiendo de toda culpa a las condiciones externas. Al mismo tiempo transporta la solución al problema del hábito de fumar desde “cambiar las condiciones objetivas” hacia “modificar la interpretación sobre el fenómeno”.

El resultado final es que al cambiar la pregunta centrada en la dificultad por aquella asociada a la relación entre hábito e individuo, cambiamos la solución desde “ponerse un parche nicotinoso” (por ejemplo) a “tomar una decisión” usando mi capacidad de decidir y modificar mis condiciones.

Espero sus comentarios en ayudasolucion@gmail.com o en mi blog www.conversandoconhumanos.blogspot.com

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Acerca del autor

Lautaro Gajardo Millas

Ingeniero Industrial

Comentarios
vsalud 07 de Feb, 2011
0

Usted puede mejorar notablemente la capacidad de su cuerpo para DESINTOXICARSE, ya que si limpia su hígado y su sangre de la nicotina, usted puede tener más posibilidades de dejar la adicción; Mejore su nutrición y las capacidades de desintoxicación de su hígado (la mejor forma de dejar la adicción al cigarro) con Micro-algas (Fitoplancton Marino) que, hoy los científicos han descubierto como el alimento más completo, biodisponible y recientemente disponible como suplemento alimenticio para el ser humano. Demostrado por estudios clínicos de universidades. Solicite un informe gratuito, con toda la información al respecto: (REQUISITO: ENVIAR TELEFONO, CIUDAD, NOMBRE) vitacurasalud@gmail.com

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