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Historia de un trámite

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Después de estar cerca de dos años escribiendo sobre política, me nace y tengo la necesidad de animarme a participar de alguna manera, en actividades de esta naturaleza. Pero para realizar esta actividad, necesariamente tengo que estar y pertenecer a algún partido político. Pero la pregunta es: ¿A qué partido?

Por mi formación teológica, y estar comprometido de una manera militante en la Iglesia Cristiano Católica y estando consciente de la existencia de una Doctrina Social de la Iglesia Católica; el partido político es – como su nombre lo indica – “Partido Popular Cristiano”. Creo y, estoy seguro que no es en vano que tenga la denominación de “Cristiano”.  Por más que muchos políticos piensen que Dios debe de estar al margen de este oficio; creo, e insisto, que la presencia de Dios, tiene que hacerse presente en este ámbito del quehacer humano. Porque los valores morales que nos enseña la Iglesia Cristiano Católica, son fundamentales para la formación de los futuros políticos.

A continuación quiero narrar y compartir con todos los que me sigan en la lectura, el impase que tuve para inscribirme en dicho partido.

Me dirijo muy animado al local del partido político “Partido Popular Cristiano”. Con Dni. en el bolsillo, llego al local y en la recepción del mismo pregunto cuales son los requisitos para inscribirme en dicho partido. El encargado del  puesto, me indica que solamente hace falta presentar documento de identidad y fotocopia del mismo y en el tercer piso del local, puedo inscribirme en la oficina respectiva.

No subo al tercer piso, salgo del local y en una tienda que brinda el servicio de fotocopias, solicito fotocopien mi Dni. Hecho este pequeño trámite, regreso al local del PPC. subo al tercer piso, ubico la oficina de inscripciones al partido. Ingreso y le solicito a la señorita encargada de realizar este trámite, se sirva inscribirme en el partido. La señorita me pide mi Dni. se dirige a una computadora, se demora un poco, y me dice: -“Usted no puede inscribirse en nuestro partido, porque ya pertenece a otra agrupación política” - Después de sorprenderme muchísimo, le pregunto: -“¿Cómo?, ¿y, en que partido estoy inscrito?”- ella me responde –“En el partido ‘Siempre Unidos’”-

Después de calmarme un poco – porque me dio cólera, el saber que estaba inscrito en ese partido – hago un poco de memoria, y efectivamente; en el año 2005, más o menos, me hicieron firmar un planillón, de firmas para dicho partido. Ya más calmado, le pregunto a la señorita:

- “¿Y ahora que tengo que hacer para desafiliarme de ese partido?”-

- “Usted, tiene que acercarse al local principal de dicho partido con una carta de renuncia. Con el cargo del documento debidamente sellado y firmado por el encargado del partido; usted va al Jurado Nacional de Elecciones, para solicitar su desafiliación.”

Al día siguiente de este malestar, busco en internet la ubicación geográfica de dicha agrupación política. El local principal se “encuentra” en la avenida: Angélica Gamarra, cuadra 6, del distrito de los Olivos. Con el dolor de mi corazón, salgo de mi domicilio hacia la avenida Arequipa; sabiendo que tengo que abordar los famosos microbuses, de los cuales, ya no quiero usar su nefasto servicio, porque son los únicos – por ahora – que me llevan al cruce de la Panamericana Norte con Angélica Gamarra.

Llego a mi destino – en el cruce de las dos avenidas antes mencionadas – y al bajarme del microbús, observo un panorama desolador. Enrumbo camino por la primera cuadra de la avenida Angélica Gamarra. Como repito el panorama en bastante desolado. La avenida tiene cuadras interminables y el lugar se muestra un poco peligroso. Ya con un poco de temor, me doy cuenta que será larga la caminata – son 6 cuadras largas – para esto ya son como las 4 de la tarde.

Al fin llego a la cuadra 6 de dicha avenida y observo a mitad de cuadra un edificio de 3 pisos, que en su azotea se puede ver un panel con el logotipo de partido “Siempre Unidos” – son las 4.30 de la tarde – me acerco a la puerta principal del local y, ¡oh sorpresa!; la puerta de vidrio – estilo agencia  bancaria – se encuentra en completo abandono. Todo lleno de polvo, algunas sillas arrumadas se dejan ver en el interior, el piso con desperdicios regados por todas partes. Todo indica que nadie ha ingresado a ese lugar por algún buen tiempo. ¿Y ahora qué hago? Tengo mi carta de renuncia con su respectivo cargo, y no se la puedo entregar a nadie. Toco y toco la puerta, pero es inútil, no hay signos de vida.

De pronto me doy cuenta que al costado de dicho local, hay una puerta enrejada, que conduce a una escalera y a su derecha en el interior, dos intercomunicadores. Por si acaso, toco los dos botones. Me responde una voz masculina y le manifiesto mi percance. Gracias a Dios, tuvo la gentileza de bajar y escucharme. Me dijo que los encargados del partido llegaban a veces, a las 8 de la noche. – Honradamente no pensaba regresar a ese lugar y a esa hora menos – le pregunté si él podía entregar el documento, y me dijo que haría lo posible. Le pedí que me firmara el cargo y acepto. Con mi papel firmado por dicha persona, emprendí el regreso de las 6 cuadras interminables, con un paso ligero que parecía trote, o carrera tal vez; para abordar en la Panamericana Norte, el microbús de regreso.

Sigo con mi trámite y al día siguiente me dirijo – muy ingenuamente – al Jurado Nacional de Elecciones con mi papelito firmado por este señor. Una de las señoritas encargadas para dicho trámite – cabe resaltar la amabilidad de las funcionarias públicas – me comunica que mi papel, no me sirve para desafiliarme de ese partido, porque tiene que llevar el sello y firma del secretario general del partido. -“frito pescadito”- nuevamente la pregunta: -“¿y ahora qué hago?”- pero ¡Oh maravilla! Muy gentil la funcionaria, me da la solución:

-“Lo único que le queda por hacer, es solicitar en una notaria el envío de una carta notarial a dicho partido, con el mismo tenor”-

-“Pero eso tiene un costo”- le respondo.

-“Así es”- me dice.

Caballero; si quería seguir con el trámite, tenía que seguir hasta el final. Pague mis 50 soles por la carta notarial, a los tres días me entregaron mi cargo – pero ya notarial – me dirigí al Jurado Nacional de Elecciones y ahora sí, mi desafiliación tuvo curso.

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Acerca del autor

Andrés Arbulú Martínez

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