Londres: Tras los pasos de Sherlock Holmes
Las brumas londinenses aún alimentan antiguas leyendas y mitos que sobreviven al paso del tiempo. Sus calles empedradas parecen revestirse de un halo mágico y misterioso que da vida a personajes de ficción como Sherlock Holmes.
La ruta de Sherlock Holmes no es solo un recorrido destinado a los apasionados de la literatura, el misterio o el séptimo arte sino que es una manera particular de descubrir Londres del siglo XIX, un mundo sórdido y elegante al mismo tiempo.
Donde vive el mito
Inevitablemente, el recorrido deberá comenzar por la emblemática Baker Street, una de las calles más famosas de la ciudad. La presencia de Holmes se entrevé por doquier ya que sus estatuas pueblan la zona. En el número 221b se encuentra la casa del detective o, para ser más fiel a la realidad: el Museo de Sherlock Holmes.
Al franquear el umbral el panorama que se extiende ante nuestra vista no nos decepcionará: cada habitación, desde el despacho hasta el dormitorio, han mantenido su exquisito estilo victoriano. La pipa, el violín, la lupa, el sombrero… cada detalle recuerda las muchísimas películas que se han filmado aquí. Entonces será difícil resistirnos a la tentación de tomarnos una foto sentados en el emblemático butacón de Holmes delante de la chimenea.
El tercer piso acoge una recreación asombrosamente realística de algunas de las escenas más famosas de los casos del detective. Por si fuera poco, podremos ver a la siempre solícita señora Hudson dando vueltas por la casa. Al salir, no olviden llevarse alguno de los preciosos souvenir que imitan antigüedades.
La vida decimonónica
La ruta continúa en el legendario pub The Sherlock Holmes, situado en la calle Northumberland. Su coqueto aspecto exterior engalanado con flores no permite prever su ambiente interior, mezcla de austeridad y elegancia. Su bar incita a beber un buen whisky mientras su restaurante regala un entorno de lujo con vistas hacia una réplica del despacho de Holmes, una de las colecciones más grandes del mundo sobre el personaje.
Luego podemos trasladarnos hasta el lugar donde Holmes tenía su laboratorio y conoció a Watson: la Iglesia de San Bartolomé el Grande, una de las más antiguas de la ciudad. Los pasillos de la planta baja, con su techo nervado y sus enormes vitrales, recrean una atrayente atmósfera Normanda donde reina la sencillez y un toque de misterio.
En este punto la ruta de Sherlock Holmes abarca muchísimos otros sitios donde se pueden revivir las aventuras del detective, sobre todo caminando desde Regent Street hasta Piccadilly. No obstante, para finalizar el recorrido nada mejor que seguir la costumbre que tenía Holmes al cerrar un caso: cenar en el Simpson’s-in-the-Strand. Este lujoso restaurante de ambiente íntimo y lámparas enormes que desafían la gravedad no solo ha acogido a numerosos personajes de ficción sino que por él han pasado personalidades de la talla de Van Gogh y Charles Dickens.
Sea cual sea la ruta que hayamos elegido, cuando terminamos el recorrido la fantasía se ha entrelazado de tal forma con la realidad que llegamos a preguntarnos si Sherlock Holmes existió realmente.
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