Mucho ojito
Hoy día 6 de febrero del año en curso (2012), mi esposa y yo, abordamos el metropolitano en la estación de Canaval y Moreyra, rumbo a la estación Central y, pudimos apreciar algo inusual y prohibido en este servicio de transporte masivo.
Las normas para el uso de este transporte, están bien claras. No se puede subir a los buses y consumir alimentos; los buses no reproducen música estridente en su interior; está prohibido que suban ambulantes a vender productos varios; está prohibido que suban músicos ambulantes a pedir dinero a cambio de sus interpretaciones; etc.
Pero nosotros (mi esposa y yo) vimos sentados en dos asientos a dos “guitarristas” tocando sus guitarras y cantando; delante de ellos y apoyado en una de las barandas, a un “flautista” y en medio del camino, a una joven “tocando” cajón y pandereta de vez en cuando, la misma que uso para recaudar dinero de los pasajeros.
La descripción general de estos “músicos” era la siguiente: eran jóvenes, de raza blanca, parecían extranjeros. La “música” que interpretaban – y como músico que soy, lo puedo afirmar – no tenía nada de música. Rasgaban la guitarra de cualquier manera, el cajón también estaba interpretado de cualquier manera, y la flauta, ni que decirlo. Cualquier conjunto folklórico que sube a los microbuses - que si permiten que suban – es mil veces mejor, que estos blanquitos, que para nada estaban haciendo música.
Las interrogantes son las siguientes: ¿Quién, o quienes, permitieron que subieran estos supuestos músicos, a molestar a los pasajeros con algo que no era música? ¿O es que porque eran blanquitos, si tenían derecho a fomentar el desorden? ¿Si hubieran sido provincianos con sus charangos y quenas, los dejarían subir? Por su puesto que en ninguno de los dos casos, está esto permitido.
Creo que los responsables de este transporte, tienen que ajustar sus medidas de seguridad, que ellos mismos han establecido para el perfecto funcionamiento del servicio. Ya que los que usamos este medio de transporte formal, esperamos no ver lo que vemos en el informal. Y si estos jóvenes eran extranjeros, alguien les tuvo que decir, que eso en nuestro país no está permitido. Ojito, ojito, porque esto se les puede ir de la manos.
Andrés Arbulú Martínez
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