Abranme que me muero
Hace algunos años un coche corría raudo, en la carretera de Lambayeque a Chiclayo, conducía un connotado' Cirujano de la Seguridad Social y de repente ¡Zas! se cruzó un piajeno y el vehículo acabó rodando entre las chacras y el conductor terminó con un trauma multisistémico, fue rescatado y llevado a la Emergencia más cercana el Hospital Las Mercedes de Chiclayo ; rápidamente los Cirujanos se hallaban alrededor del paciente: Muchos de ellos eran sus pupilos, -; sus alumnos, quiénes lo contemplaban atónitos, ! no podían creer que su Maestro, su Instructor de tantas cirugías ahora estaba inerte requiriendo que sus alumnos lo salven, no sabían que hacer, -corrían de un lado para otro, pedían radiografías, .exámenes y más exámenes, hacían junta de médicos y los minutos pasaban, la familia exigía, el médico paciente haciendo un gran esfuerzo se inclinó sobre su lecho y con voz enérgica gritó ¡Ábranme que me muero! Y así lo hicieron entró raudamente al quirófano lo abrieron en el preciso momento que el mencionado colega' „ Moría víctima de un shock hipovolémico, Tras " la histeria colectiva de esta muerte, quedó la " enseñanza de exigir rapidez y diligencia, era el Dr. Stewart Bedoya, jefe y fundador del Dpto. de Cirugía del Seguro Social. Años después, otro coche corría raudamente de Trujillo a Chiclayo, eran como las 10 de la noche, conducía un Ginecólogo de la Seguridad ' Social, cerca de la curva grande, para entrar-" a Guadalupe salió de una gallera un jeep ' conducido por ebrios, con un solo faro delantero operativo, parecía una moto, que zigzagueaba en la carretera y pese a las precauciones impactó violentamente contra el coche conducido por el Médico, mató instantáneamente a su pequeña hija e! mismo día que celebraba su primer añito de vida y dejó gravemente heridos a toda la familia! el médico fue conducido a la Emergencia del Hospital Nacional Almanzor Aguinaga, donde justamente trabajaba el médico, sus colegas lo miraban atónitos, no podían creer que su colega-que hacia guardias en la emergencia, que su colega que operaba emergencias, ahora esté ahí inerte, muñéndose, igual, corrían de un lado a otros, pedían exámenes, ecografías; el paciente haciendo un gran esfuerzo se inclinó y gritó ¡¡ábranme que me muero!! Le hicieron caso y lo abrieron, lucharon denodadamente, vencieron tres paros cardíacos y muchas complicaciones más. Igual el paciente murió aunque fue enterrado muchos años después. Y así hay muchos casos en la historia de los accidentes, queda la moraleja que mientras haya vida hay esperanza y más aún en situaciones extremas el ser humano mete la mano al bolsillo y saca, de algún recoveco del alma, un pedacito de Dios y lucha por salvar este Don, exige a los Cirujanos rapidez y diligencia y aún cuando a veces la adrenalina no alcance, queda este grito ¡ábranme que me muero!! Como un testimonio de que debemos luchar hacia el último segundo de nuestra vida, por este preciado Don que Dios nos ha dado.
Miguel Palacios Celi
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