De Médico a "asaltante de bancos"
El sábado 7 de febrero de este caluroso año, cerraba mi consultorio alrededor de las 9 de la noche, me esperaba mi encantadora, hija Karin para que la acompañara a Galerías Seclén a comprar y comer algún heladito por ahí, lo cual acepté gustoso y nos dirigimos en el coche, estacioné en el Jr. Junín, frente a Galerías Seclén y al Banco Santander, mi hija salió corriendo, puesto que ya cerraban, yo bajé rápidamente con una franela en mano y empecé a limpiar el auto. V Era un sábado por la noche, había bastante gente, vehículos y yo seguía limpia y limpia, !De repente! observo que un vigilante del mencionado banco no me quitaba la mirada de encima (será su debilidad-pensé) no le di importancia, en eso nuestras miradas se cruzaron en el mismo momento que cometía mi primera torpeza "Miré la Hora" y vi cómo el vigilante corrió al teléfono e hizo una llamada, a estas alturas dejé de limpiar el coche y pensé ¡Me está confundiendo con un asaltante! (me pareció jocoso-mi talla, mi porte atlético, mi mirada, ¡qué sé yo!) en estas circunstancias, cometo la segunda torpeza empecé a silbar (un silbido familiar conocido por mi hija) y a tocar bocina parea que se apure y mientras lo hacía ¡ZAS! aparece un TICO de color rojo con el logo de una compañía de seguridad raudamente bajan dos sujetos portando cada uno sendos revólveres, uno se dirige a la puerta del banco sin quitarme la mirada de encima, acariciando con sus manos el revólver, a través de una rejilla habla con el vigilante, se enciende un foco rojo en la puerta del banco, lo dirigen hacia mi y empieza a hablar improperios (irreproducibles), en tanto el otro sujeto estaba detrás de mí caminando de un lado a otro con los dedos en el gatillo hablando improperios. Yo estaba petrificado podía agredirme a puñetazos, pensaba en mi bazo ausente, en mi epiplon ausente en mi cola de páncreas ausente, en mi hernia incisional, en mis hijos pequeños ya ni respiraba de miedo, tenía un nudo en la garganta ni las voces me salían. Pensé agacharme y recoger de la guantera algún documento que me identifique pero me detuve ¡me acribillan, dije!, los sujetos estaban tan alterados que cualquier gesto o incluso palabra mía podía generar una terrible confusión. Opté por callar, los minutos se hacían siglos y mi hija seguía escogiendo el color de la blusa, quería gritarles y decirles soy médico, más aún soy especialista, estuve becado en España, fui docente de la UNT soy... etc., pero las palabras se habían ahogado en la glotis, hasta que por fin salió mi hija corrió y me llenó de besos ¡Papi estás helado, estás pálido ¿qué pasa? nada le dije y la abrecé tan fuerte que ella se extrañó, los .sujetos al ver la tierna escena se desconcertaron, guardaron sus revólveres, llamaron al vigilante y se reían de él, nosotros subimos al coche y sin comer helados partimos a la casa, no hubo palabras de disculpa de ellos, ni recriminaciones de mi parte, el silencio (de miedo o de prudencia) había sido mi gran aliado.
Al día siguiente, le comenté a mis amigos en la playa y Gustavo me dijo "pero ese banco aún no funciona" (No tiene plata en sus bóvedas) ¡Dios mío! cómo será cuando funcione. Prohibido acercarse al Banco Santander. Al día siguiente Víctor Hugo en Satélite puede poner este titular "En terrible confusión acribillan a médico".
Miguel Palacios Celi
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