Los Chismosos
Un amigo médico, venido del extranjero, visitó en días pasados el Hospital Regional de Trujillo y contaba que un par de médicos, hablaban calumniosamente y en términos tan vulgares de otro colega que se vio obligado a delatarlos y así me enteré, por supuesto que para mí no era novedad esto ocurre a todo nivel, en todas las instancias y en cualquier lugar, afecta a profesionales, amigos, colegas, vecinos, etc. pertenece, como dice Karl Jhond, al inconsciente colectivo, a la habituidad y es un hábito que expresa la frustración del ser humano, la devaluación de sus valores, es el carné que nos ^identifica como miembros de una cultura “light, de una cultura chicha, donde prima el placer y los chismes, el daño por sobre encima de todas las cosas o como dice Adriano de Cuppis (Milán 1992) revela la falta de ideales personales confiesa un vacío existencial que es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo (la juventud norteamericana lo padece en 97.4% según datos de V. Frank 1996) o como bien lo gráfica Miguel Ángel Cornejo son de esas personas que en su epitafio hay que poner”... nació, vivió, murió y no sabe para que car... existió...” y que andan por el mundo difamando, chismoseando, calumniando impunemente, pues como sostiene el Dr. Ignacio Muguiro SJ sin Dios todo está permitido.
En la Declaración Universal de los Derechos Humanos Art. 12 dice”... nadie será objeto... ni de ataques a su honra o reputación”.
En la Constitución Política del Perú Cap. I, Art. 5 y en el ordenamiento jurídico de países civilizados se defiende la honra del ser humano ligada a su dignidad personal.
En el Art. 220 del Cap. II (“del pueblo de Dios”) del Código Canónico también se dice “A nadie le es lícito lesionar ilegítimamente la buena fama de que alguien goza...”
Toda esta estructurada jurídica apunta a que el delincuente chismoso y calumniador se retracte y pague su culpa y eso está bien, es justo, pero es insuficiente necesitamos transformar al hombre, educarlo, dotarle de una escala de valores que vaya poco a poco llenando su vacío existencial para que aprenda a vivir civilizadamente sin andar por ahí “rasgando” la dignidad de sus colegas, “amigos”, vecinos, compañeros, jefes y hasta familiares.
En el “Alcalde Zalamea” (Calderón de la Barca) hace siglos el súbdito cantaba “Al rey la vida y la hacienda pero mi honor es patrimonio del alma y el alma es sólo de Dios”, siglos después él Duque de Rivas cantaba ‘Vuestro soy vuestra mi casa, de mi disponed y de ella pero no toquéis mi honra” hoy estos conceptos parecen desfasados debido a la creciente secularización en que vivimos (el haber arrancado a Dios de nuestras vidas y de nuestra historia y haberlo arrinconado a los altares), donde no basta la moral, como norma o como buena intención pues la historia de la humanidad ha demostrado que no existe moral, ni ética sin Dios.
Tony Anatrella (Best seller 1993) en su “Non a la Societé depressive” ha demostrado que la Máscara de la hipocresía o la Caricatura de la amistad pertenece ya a nuestro ser social, es decir que nos hemos acostumbrado a ser hipócritas, falsos que simulamos amistad y a la menor oportunidad rasgamos el honor de quienes trabajan o viven al lado de nosotros.
CONCLUSIONES
Vivimos en un mundo en donde priman las relaciones humanas falsas, superficiales e hipócritas; en donde el hombre anda con un tremendo vacío existencial en donde virtuosos conceptos de la honra hoy nos parecen desfasados, en donde en definitiva somos víctimas de la dicotomía (hemos separado a dios de la vida) pero a pesar de esta explicación sociológica cultural y religiosa al chismoso, calumniador hablador, envidioso nadie le quita la naturaleza de ser más que un vulgar delincuente penalizado en el ordenamiento jurídico de todos los países civilizados.
Miguel Palacios Celi
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