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Seis claves para relaciones socio-afectivas duraderas

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Seis claves para relaciones socio-afectivas duraderas

Reconocer es conocer, pero conocer en profundidad. Esto es más que saber qué gustos preferidos tiene tal persona, saber cómo se comporta en determinada situación o terminar sus frases porque ya sabemos qué va a decir. Conocer en profundidad habla de distinguir al otro más allá del sujeto, de conocer lo que lo identifica como persona.

El ser humano es un ser social por naturaleza, por lo que no podemos evitar crear relaciones sociales basadas en el afecto mutuo. No podríamos vivir si no fuera en sociedad, ya que dependemos de la relación con los demás para el desarrollo de nuestras capacidades en potencia, esas que nos distinguen como seres humanos.

Como dice el filosofo J. Royce: “Existo en un sentido vital y humano solo en relación a mis amigos, a mi tarea social, a mi familia, a mis compañeros de labor, a mi mundo de otros yos (…) Todos advertimos, si alguna vez lo hemos intentado, cuán vacía y espectral resulta una vida que durante mucho se ha vivido en absoluta soledad”. Mucha razón tenía el pensador. Podemos identificarnos como humanos solamente por la relación con nuestro entorno, ya que perderíamos nuestras cualidades sociales.

Entendemos entonces que nuestro crecimiento personal, el desarrollo de nuestras facultades y nuestro bienestar, están sustentados en las relaciones interpersonales. Son justamente estas las que nos ayudan a formar una personalidad como agentes de socialización.

Cuenta la leyenda que al gran león de la selva, el rey, le gustaba andar solo por la vida, sin tener que cargar con la torpeza de otros animales, de su lentitud o de tener que defenderlos en todo momento. La mayoría de los otros animales se agrupaban por necesidad, se les hacia más sencillo y agradable pasar la vida alrededor de otros, pero él no necesitaba de ninguno de ellos, por lo que prefería ser independiente y recorrer las praderas con total libertad.

Un buen día, el león se encontró en problemas, unos cazadores consiguieron cazarlo y atarlo con una red a un árbol, para al día siguiente trasladarlo a un zoológico. El gran león no tenía forma de escaparse y se veía muy asustado. Con todas sus fuerzas, deseó que alguien oyera sus pedidos de ayuda, que para su suerte fueron escuchados.

Un ratoncito, al cual en el pasado el león le había sido totalmente indiferente, andaba por allí y al escuchar los gritos del león se dispuso a ayudarlo. De un salto, se trepo a la red, y con paciencia logró roer la cuerda y librar al león.

El león estaba muy agradecido, no podía creer la situación de la que se había librado. De esta forma, el león se percató de que estar tan solo era muy riesgoso hasta para el rey de la selva, ya que nunca sabría cuando podría necesitar ayuda. Era mejor contar con alguien incondicionalmente, por lo que desde ese momento, el león y el ratón se hicieron amigos inseparables y el león nunca más estuvo solo.

Justamente la fábula nos muestra como es necesario crear vínculos afectivos, pues nuestro crecimiento como persona es bastante complicado como para realizarlo solos. En cambio, cuando tenemos con quien aprender, crecer y vivir el impulso al desarrollo se hace más disfrutable.

Cuando somos parte de un grupo social, hay tres principios básicos para entablar el relacionamiento con efectividad. El respeto, es el principio por sobre todos, ya que para que nos respeten tenemos primero que saber respetar a los demás. También son muy importantes la empatía y la solidaridad. La empatía nos hace relacionarnos e identificarnos con las emociones del otro y la solidaridad nos hace tomar parte de las necesidades de ellos.

Más allá de la identificación física del otro, la finalidad de un reconocimiento en el otro es, como lo dice la palabra, volver a conocer o conocer en profundidad. ¿Cómo hacemos esto? Depende de la honesta preocupación que tengamos en conocer más interesadamente, más profundamente, más allá de la superficie de nuestros amigos, pareja, familiares, etc.

Un ejercicio que puedes realizar para profundizar tu vínculo con el otro es entablar una conversación fuera de las banalidades que se podrían hablar cualquier día. Una charla que salga de los patrones normales de nuestro historial de pláticas muchas veces nos hace conocer una faceta totalmente oculta de una persona que conocemos de lejana data.

Tienes que pensar en tu desarrollo social como un determinante para que consigas le impulso óptimo de tu persona. Existen pautas específicas a seguir si tienes como objetivo alcanzar la plenitud en tus relaciones sociales.

Ya hablamos de los principios fundamentales, pero también podemos encontrar más principios que pueden ayudar a conseguir nuestro objetivo. Estos son la respuesta, la confesión y la creencia.

Reconocer al otro es responderle, y a medida que yo realizo una respuesta personal, el otro va dejando su impersonalidad para pasar a integrarse conmigo, y es justamente la confesión la mejor manera de hacerlo. La confesión es la forma de respuesta que mejor expresa y nos comunica por completo. Esta confesión es posible por la afirmación de creer en el otro, ya que para comunicarnos con el otro de forma entera, es necesario creer en esta persona.

Respeto, empatía, solidaridad, respuesta, confesión, creer, todas estas son características nada fáciles de madurar, pero si comprendemos nuestro papel en este mundo, entendemos también la responsabilidad que nos asiste para desarrollarlas, y así impulsar las relaciones interpersonales como plataforma de continuidad de la raza humana.

Todos cumplimos una función en la colectividad, no importa si eres león o ratón, todos debemos aplicar estos principios fundamentales para reconocer plenamente al otro como persona, y desde allí, perpetuar las relaciones afectivas que engrandecen la sociedad.

“La causa de la mayoría de los problemas de relaciones humanas está en la falta de reconocimiento mutuo”.

D.C. Estrada

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Acerca del autor

Jaime Mora Director de www.impulsate.com

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