Respeto: base del reconocimiento
La naturaleza humana ha sido siempre buscar la raíz de todas las cuestiones. Esperar a escuchar toda la disertación y antes que nada preguntar el nombre del disertador. O volver la cabeza para fijarse de dónde viene la pelota, como diría Kant. Por eso mismo, y sin ánimos enciclopédicos, lo primero que nos viene a la cabeza al momento de intentar hablar del respeto es justamente preguntarse: ¿qué es el respeto?
Primeramente, no vendría nada mal observar con atención la etimología de esta palabra, algo que sin duda nos servirá para comprenderlo mejor.
La palabra respeto tiene como su predecesora respectus, proveniente del latín. A su vez, respectus es una palabra compuesta, formada por re- y spectrum, que quería decir “aparición”. Asimismo, spectrum deriva de la familia de specere, “mirar”. Vemos entonces, después de una pequeña excavación semántica, que la palabra respeto realmente significa re-mirar, o volver a mirar.
Con un poco de análisis, inferimos entonces el verdadero significado de esta palabra: no debemos quedarnos con la primera mirada, o la primera impresión, de algo o alguien. Debemos revisar y detener nuestros prejuicios y “volver a mirar”. Podemos empezar a deducir y observar que tener respeto hacia otra persona es prestar atención a sus necesidades y emociones, como por ejemplo la necesidad de no ser prejuzgado. Es decir, llanamente pensar en el otro.
También tener en claro antes de avanzar, que el respeto, además de ser un valor innegable, es una actitud que debemos adoptar sin demora. Vivir respetuosamente hacia uno mismo y los demás, es una actitud saludable y debemos dar el ejemplo. Más adelante veremos dónde se encuentra el respeto y qué es básicamente, pero sin duda no debemos olvidar que el respeto puede sonar abstracto y etéreo aquí, pero es una actitud a tomar.
El respeto es, fundamentalmente, tener la noción o consideración de que alguien o algo tiene un valor por sí mismo. Esta es la base de toda la idea de respeto, sin la cual no tendrían sentido ni el “amor a sí mismo” ni las teorías del reconocimiento. Es cierto que cuando pensamos en respeto, puede que se nos represente la idea de una persona de traje realizando una inclinación de torso hacia otra en señal de respeto, valga la redundancia. Pero no se trata de eso.
Respetar a los demás es un concepto más complejo que ese. Va más allá de la relación de “ser educado”. Si tú respetas a los otros, entonces de veras te preocupas por sus sentimientos. El respeto está ligado a la aceptación y la comprensión. Esto es válido sobre todo si no estamos de acuerdo con la forma de pensar, actuar, incluso de vivir, de otra persona. Nuestro sentido de respeto hace que no nos quedemos con esa primera idea, que “volvamos a mirar” a ese sujeto.
Entendemos entonces que la actitud de los demás está condicionada por su propio entorno, por agentes internos y externos que lo llevan a su actual momento. Recordemos que son seres humanos como nosotros. Pensemos solamente un poco: tomamos decisiones tal como ellos y a veces únicamente nosotros sabemos cuál camino elegir, y aseguramos vehementemente que ese camino es el mejor. Y lo tomamos, aunque a opinión de muchos sea lo peor que podemos hacer.
Entendiendo todo esto, es que podemos tomar el valor de respetarnos y respetar a los demás. Un filósofo planteó el concepto de que los seres humanos deben ser respetados en que son un fin en sí mismos, y al ser un fin, poseeen un valor “intrínseco y absoluto”.
Este es otro punto esencial: para que exista respeto, es fundamental no mirar a los demás en función de nuestra conveniencia. Esta actitud no es para nada recomendable y a menudo está ligada al egoísmo y la inseguridad. Tendemos no solamente a pensar en los demás en función de nosotros, sino a juzgarlos y llenarnos de prejuicios. Es ahí cuando no estamos respetando a una persona.
El respeto es un valor que nos permite aceptar, tolerar y apreciar, o lo que el lo mismo, reconocer las cualidades y derechos de nuestros pares. Primero reconozco luego respeto, y es que no puedo respetar a alguien cuya existencia me es ilusoria, cuyo trato es hipotético, cuya relación es indiferente. Solo desde el reconocimiento puedo entender la forma de pensar, de sentir y de ser del otro como para llegar a respetarle.
Es claro que respetar no es desinteresarse. Pensar en la dignidad -tanto propia como ajena- es lo que nos ayuda a respetarnos, interesarnos por los problemas de nuestros pares y desear activamente su bien.
No debemos hacer distingos en cuanto a quién respetar y a quién no. Por el solo hecho de ser humanos, todos se merecen nuestro respeto, y viceversa, todos merecemos respeto.
Para algunos hay excepciones en dos casos: autoridades a las que socialmente aceptamos impregnarles un respeto mayor pero instintivo, y personas cuya conducta infrahumana y reprochable le hayan convertido en indignas de respeto. Ambos casos son extremos de un mismo resorte de justicia que se contrae y expande en atención al cambio de vida de cada ser humano.
No podemos respetar si no somos humildes en reconocer la importancia del otro como parte de nuestra sociedad y especialmente de nuestra vida. Debemos impregnar nuestros ojos de tanta crítica como comprensión, de juicio y conciliación, de comparación y contraste, para así, lograr los niveles de reconocimiento mutuo que harán que todos los prejucios hacia los semejantes desaparezcan, al imponer el respeto recíproco que impulse el crecimiento colectivo.
“Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única”.
E.Fromm
Jaime Mora Director de www.impulsate.com
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