Artesanía en lana. Las Mantas, ponchos y bufandas de Grazalema
Artesanía viva. Las Mantas, ponchos y bufandas de Grazalema
Allá por el siglo XVIII, y principios del XIX las mantas del pueblo gaditano de Grazalema eran muy conocidas. Mencionada en numerosas ocasiones por escritores de la época, la manta, poncho y bufanda de Grazalema. Romero de Torres contaba que en los archivos del ayuntamiento del pueblo se guardaban reales de cédulas de franquicia concedidas a los fabricantes de paños y tejidos de lana. De todo este pasado glorioso, de aquella industria floreciente, hoy sólo subsiste una empresa en el pueblo: Artesanía textil de Grazalema SA. Sus orígenes se remontan a 1908 cuando Vicente Narváez Bajón construyó una fábrica primitiva a 8 km del pueblo. Hacia 1940 se traslada a Grazalema, año en el cuál José Mario Sánchez Román, padre del actual gerente, se hace cargo de la empresa y funda Artesanía textil de Grazalema, heredando máquinas y técnicas de fabricación grazalemeñas.
¿CÓMO SE HACEN?
A pesar del tiempo transcurrido y de las innovaciones tecnológicas del siglo XXI, la fabricación de mantas continúa siendo la misma de antaño. El proceso comienza con la clasificación de las lanas, previamente recogidas en el campo las partidas de los ganaderos. La lana se separa según la finura de la fibra, y su color, más o menos blanco, lo que depende de la calidad y raza del ganado. A continuación se lava la lana, sumergiéndola en agua caliente a más de 60 ºC en unas canastas de varas de arbustos de la zona (Hediondo u olivo) resistentes al calor. Debido a la alta temperatura del agua se desprende la Suarda, o sustancia grasa que contiene la lana, y después se enjuagan con agua fría y se secan al sol en una explandas que en la entrada d ela fábrica y que fueron creadas para este fin. Una vez seca la lana, se procede a fabricar el hilo, para lo cual tiene que pasar por varias máquinas. La primera, provista de un gran cilindro central con gruesas púas, se llama Diablo, y sirve para dar una primera apertura a la lana apelmazada tras el lavado. Después se pasa por la desmotadora, la emborradora, la mechera y la selfactina, tras lo cual se obtiene un hilo más o menos grueso según se desee, y según el producto al que se destine.
El siguiente paso consiste en preparar el tamaño de la manta en el urdidor, un gran bastidor de 2,5 m de altura y 5 de circunferencia. El ancho de la pieza se determina por el número de hilos, generalmente entre dos o tres mil, y el largo, de unas 20 mantas, por las vueltas en un sentido y en otro que se le dan al urdidor. Después en el telar cada hilo se teje a través de las mallas insertas en los lizos, unos marcos de madera que suben y bajan al ritmo del movimiento de los pies del tejedor. Entre cada manta se deja un espacio sin tejer, con los hilos que quedan sueltos se harán los flecos. En el batán, se le da consistencia a manta, después se secan en la rambla. Por último se perchan, es decir, se le saca el pelo en una máquina cilíndrica compuesta de cardos naturales y llamada Percha. El resultado son unas mantas ligeras, suaves, y de tonos naturales, logrados sin tintes. Fabricadas en pura lana virgen y con una tradición artesana, las mantas de Grazalema se convierten en objeto de deseo: Déjate arropar por su suavidad y disfruta de su calidez. Ellas garantizan un toque auténtico y popular para tu casa.
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