Ahogándote en tu propia sangre.
Imagina recibir un golpe en la cara con tanta fuerza que la sangre corre profusamente por tu garganta. Brota más rápido con cada golpe hasta que empiezas a ahogarte. Cuanto más te atragantas, mas nervioso te pones hasta que al final pierdes la claridad mental necesaria para actuar tranquilamente, impidiéndote lidiar con la causa que provocará tu muerte inminente: la hemorragia.
Al final no te mueres porque ahogarse sea inevitable, o por el desangrado - mueres a causa del pánico.
A veces en la vida enfrentamos situaciones que desafían todo nuestro ser. En la que no estamos seguros de si seremos capaces de sobrevivir, y si lo logramos, sabemos que no vamos a salir indemnes. Tal es la situación del empresario y el empleado por igual. La diferencia entre los dos es que el emprendedor probablemente es más veterano en dichas situaciones. Hoy en día, con el mundo en constante cambio, nadie está a salvo. Sin embargo, aquellos con la suficiente experiencia enfrentando situaciones de peligro, tienen una mayor oportunidad de sobrevivir.
Si todo esto suena muy metafórico y abstracto, llevemoslo a un escenario realista. Descubres que te han despedido. O que tu mayor cliente rescindió su relación comercial repentinamente antes de pagarte el dinero con el cual contabas para cubrir el alquiler y la comida para el próximo mes. Ambas suceden al mismo tiempo. ¿Qué harías?
Entrarías en pánico.
Probablemente pensaras en tomar medidas defensivas - despedir trabajadores o reducir costos que podrían terminar limitando tu capacidad de seguir operando. Podrías incluso llegar a pensar, “debo aceptar esta nueva realidad,” aunque llegue a paralizarte por completo.
Seguramente levantes el teléfono y empieces desesperadamente a buscar a nuevos clientes. Olerán la desesperación. Olerán la sangre en tu aliento y colgarán el teléfono.
Clic.
Más pánico.
Llegará el momento en que empieces a llamar a todos tus amigos, rogandoles que te ayuden. Tus mejores amigos te ayudarán todo lo posible, pero no te salvarán. Y cuando te das cuento de ello, el pánico se transformará en desesperación...
Basta.
No pienses más en la sangre.
Piensa en la herida.
Te faltan algunos dientes y la sangre está vertiendo desde los agujeros en que solían estar. Necesitas un paño y un poco de hielo para hacer que pare. No se va a detener de una vez. Pero lo tienes que seguir haciendo hasta que pare.
Tu primer intento para solucionarlo tampoco calmará el dolor. El dolor permanecerá. Pero al menos el sangrado se detuvo. Al menos ya no te estás ahogando. Y todavía estás vivo...por ahora.
Luego tienes que encontrar la manera de recuperar tus dientes. Tienes que ver como suturar tu cara, y así, no terminar pareciendo un monstruo cuando estes frente al público. Esto tomará tiempo. Requerirá paciencia. Por suerte ahora tienes una oportunidad.
No debes olvidar, que no importa qué tan experimentado te vuelvas para afrontar el peligro, siempre vas a entrar en pánico, aunque sea un poco. Tienes que aprender a acallar ese impulso de la misma manera que aprendiste de niño a no hacerte en tus pantalones. Tienes que practicar una y otra vez hasta que, eventualmente, llegues al punto de no pensar conscientemente en ello.
La sangre empieza a bajar por tu garganta, y tranquilamente vas por algo de hielo y un paño para detener la hemorragia en tu boca. Después te das la vuelta y regresas al mundo el golpe pero con más fuerza.
La única manera de lograr esto es a través de un profundo autoconocimiento, una perspectiva y filosofía adecuada de la vida y una exigente autodisciplina sobre tus deseos y necesidades. Tienes que eliminar todo lo que te detiene. Y, por supuesto, aplicarlo, con la voluntad de soportar el sufrimiento legítimo cuando aparece.
En Exosphere hablamos mucho sobre los escritos del psiquiatra y autor M. Scott Peck cuyas palabras son apropiadas aquí -
“La mejor forma de medir la grandeza de una persona es determinar su capacidad para sobrellevar el sufrimiento. ”
¿Que tan grande quieres llegar a ser?
Skinner Layne, Fundador y Presidente de Exosphere
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