Una reforma electoral sin consenso es una forma más de golpe de Estado
Acostumbrados como estamos a poner esa etiqueta de golpe de Estado a los movimientos de botas y fusiles que amenazan a la democracia, no nos damos cuenta de que, a veces, dentro del juego de la propia democracia se mueven poderes que promueven situaciones paralelas. Sobre todo, cuando se produce la tiranía de las mayorías absolutas. Es el caso de la España actual -que atraviesa una profunda crisis de credibilidad de los partidos tradicionales-, donde el partido de Gobierno usa mayoría de manera más absolutista que absoluta. La última ocurrencia, a menos de un año vista de las elecciones municipales (mayo de 2015), es cambiar la ley electoral, de manera unilateral, sin que se vislumbre el más mínimo acuerdo con la oposición, para dotar a la lista más votada de una mayoría ficticia suficiente que le permita nombrar Alcalde. La maniobra ha levantado las lógicas suspicacias en todo el arco parlamentario de la oposición. Y no es extraño, porque el apresurado proyecto parece la reacción a las últimas elecciones europeas, así como a las encuestas de intención de voto, que evidencia la existencia de una oposición política fragmentada, pero que, aliada en conjunto, podrían arrebatarle, por primera vez en muchos años, algunos de los Ayuntamientos más importantes estratégicamente.
A tanto llegan las urgencias, que incluso se obvian las recomendaciones del Código de buenas prácticas de asuntos electorales del Consejo de Europa, que no ve con buenos ojos realizar estas reformas con un margen no superior al año, ni, por supuesto, sin contar con un consenso político de envergadura.
Pero es que, además, cuando argumentan que las posibles coaliciones de minorías privan a esa mayoría relativa de ciudadanos que han optado por la lista más votada de elegir al Alcalde que deseaban, se olvidan con total ligereza del artículo 140 de la Constitución, que establece un “sufragio universal, igual, libre, directo y secreto”, en el que se eligen concejales y después, “los Alcaldes serán elegidos por los concejales”.
Lo dicho, se pongan como se pongan, esta reforma electoral es una auténtica forma de golpe de Estado. Si algunos piensan que no todo vale en una mayoría absoluta, éste es el mejor ejemplo.
Registro automático