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INCREDIBILIDAD

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Érase alguna vez, como dirían en los cuentos de princesas con finales felices o “un felices para siempre”, como les guste más leerlo, pero en este relato no existe ningún final feliz.

 

Como les decía érase alguna vez en una ciudad calurosa donde el príncipe Ricardo se había enamorado de una princesa llamada Gabriela, que era algo presumida, quizás egocéntrica y muchas veces perversa cuando ella quería, sin embargo, el vio en ella algo que no todos los hombres pueden ver, la felicidad eterna a través de sus ojos, sintió que era la mujer que soñó tener a su lado, él no quería decirlo al principio porque sentía que ella no lo vería igual, sin embargo, el amor llegó a su corazón y no pudo evitarlo, y se enamoró completamente de ella.

 

El trato de demostrárselo muchas veces, se le insinúo, se le declaró, le dijo que la quería y que era la mujer que él esperaba, sin embargo ella solo sonreía y aparentemente le gustaba que la halagaran pero solo eso, quizás al principio confundió esto con que tenía oportunidad con ella, pero no era así.

 

 

Sin embargo salieron muchas veces y a la quinta cita, él se aprovechó de las circunstancias y la besó con todas sus fuerzas, ella no podía escapar del beso, pero luego en forma de mofa le dijo que estaba muy bien, que había aprendido a robar besos, y que lo felicitaba, para esto ya había pasado en un acontecimiento anterior que el trató de besarla sin lograr su objetivo.

 

Él estaba muy feliz, porque sentía cada vez que pasaban los días y salían que era la mujer de su vida, el arriesgaba todo por ella, no le importaba nada sólo quería amarla y verla feliz, es lo que más deseaba.

 

Poco después le llegó un rumor a la princesa que él príncipe había recibido en su palacio a una peligrosa y calculadora doncella que trataba de conquistar al príncipe, pero sin jamás lograr el objetivo, la princesa sintió que había sido engañada sin importarle nada cambió con el príncipe sin explicación alguna, para esto el príncipe no sabía que por esta razón había sido su cambio, ya que él le dijo que no había sido así y ella se quedó tranquila.

 

El príncipe no entendía que le sucedía a la princesa, él la llamaba, le preguntaba, pero ella estaba tan cerrada que no quería decirle nada, más que encerrarse en su mundo y no escuchar de razones.

 

El sufría, lloraba y padecía de dolor porque no tenía a su princesa a su lado, el sentía que la amaba con toda su alma, pero ella empezó a rechazarlo, y cada vez que el la llamaba, poco y más se hacía la que no estaba, él la buscaba y ella lo trataba con indiferencia.

 

Él se volvió loco porque todo lo que había dado por su princesa se había ido por un tubo, ella le contó para que él príncipe ya no se aferre más a ella, porque ella pensaba que sólo era un gusto y nada más, tan equivocada estaba, que no le importó decirle que había otro príncipe de otro castillo que la pretendía y que de alguna manera casi la besa, él se sintió que se repetiría la misma historia que tuvo con él.

 

Quería entender lo que pasaba, él la amaba y no quería pensar mal de ella, pero la crueldad que en ese momento la princesa dio a conocer al príncipe con sus palabras hirientes, lo destrozó, sintió que por eso no lo quería ver ese día, por ver al nuevo pretendiente y ella le daba ese momento a este príncipe como algún día se lo dio a él.

 

Días después el príncipe Ricardo no se quería dar por vencido porque él quería tanto a la princesa Gabriela, que quería luchar por su amor, y le envío un ramo de flores con una tarjeta que decía: “Yo ya entendí pero mi corazón no entiende”, asumiendo que la princesa sabría que era él príncipe que nuevamente empezaba a cortejarla.

 

Pero no, ella dudó, y al parecer ogros y demás bestias la confundieron, cuando le decían que era uno de ellos, quien le había enviado el ramo, ella le preguntó al príncipe si era él, él sabiendo a lo que se refería se hizo el loco, y se sintió mal, porque pensó: “Yo le puse en la tarjeta algo para que sepa que era yo, será que ella tiene otro pretendiente con el que sale y le dice las mismas cosas que yo”, se sintió morir y le dijo: “No sé a qué te refieres”, ella dijo que no era nada, entonces hizo caso a los ogros y bestias, sin mirar su corazón, sin creer en su intuición.

 

El príncipe decepcionado bajó la cabeza y se afligió en su habitación, eran pocas las personas con las que él contaba y a quién él le confiaba sus sentimientos, él se moría por dentro, trataba de seguir con su vida pero nuevamente la princesa, se cruzaba por sus pensamientos y él se resistía a llamarla.

 

Hasta que un día ella le escribió de que se sentía mal porque había discutido con la perversa y maquiavélica bruja del castillo donde ella pasaba, y que la había hecho llorar, él no dudó y vio la excusa perfecta para llamarla y cambiarle el ánimo, no podía verla porque ella no quería, pero para él era lo mejor que le había pasado que ella se acordara de él para contarle su tristeza.

 

El príncipe aprovechó y como sintió a la princesa sumisa, se atrevió a citarla al siguiente día, ello dijo que sí entre duda e inseguridad, pero que creía que no había ningún problema.

El príncipe saltaba en una pierna, e hizo una gran fiesta porque al siguiente día vería a su princesa, el cual el tanto amaba.

 

Y la llamó el día del encuentro para confirmar la hora y el lugar donde se vería junto a su amada, que a pesar de sus rechazos, de su crueldad, él la adoraba.

 

La princesa contestó de una manera cortante, como preocupada por otra cosa, él le preguntó si le pasaba algo, ella dijo que no; y hablaron de otros temas, hasta cuando el príncipe le iba a preguntar sobre su cita, súbitamente cerró la llamada la princesa, él se acordó del día que hizo lo mismo para no salir con él y ver al otro príncipe del otro castillo.

 

Sin embargo, volvió a llamar y actúo como que hablaba con otra persona, exactamente lo mismo que hizo aquella vez, él no quería pensar nada malo, porque le tenía fe, confiaba aún en ella y le escribió, y ella aunque a veces se conectaba no le contestaba, y el insistió, hasta que ella en forma de burla le dijo jajaja no creo; para él se terminó ahí, no dijo más nada, sintió que la princesa jugaba con él, que se burlaba en su cara y que la confianza que él había depositado en ella a través de su mirada, se apagaba lentamente.

 

Ella al otro día le escribió un “estás triste”, el vio el mensaje y confirmó que era lo que pensaba: “La princesa no me quiere, sentí que me quería cuando andaba conmigo, fueron los momentos más felices de mi vida, pero algo le pasó, algo inesperado llegó a su vida y cambió, algo la hace más feliz que yo, que se olvidó que yo la quería”. Y no respondió al mensaje de su princesa.

 

El derrotado no quería saber nada de la princesa, él peleó hasta donde más pudo por ella, pero sentía que la princesa se divertía jugando con sus sentimientos.

 

Días después el príncipe de alguna manera no podía evitar, pensar en ella, y le escribió como si nada, saludándola, preguntando como estaba, de una u otra forma, él le explicó lo que sentía, ocultando sus sentimientos reales, ya que no quería demostrarle que aún los sentía porque sabía que ella cambiaría.

 

En esa conversación, él la invitó nuevamente a salir y ella aceptó, diciéndole que revisaría en su agenda un día libre para él, algo que antes no pasaba, y se preguntaba a sí mismo: “¿tanto me descuidé, qué ya se apretó su agenda?, pero el callaba, hasta que la princesa le confesó el porqué de su cambio con él, algo con lo que no había podido vivir todo este tiempo, ya que pensaba “¿qué daño le pude haber hecho para que trate de dañarme y me hiera sin pena?”

 

La princesa le dijo fue por el rumor, de que algún día te pregunté, si era verdad que la doncella había ido a tu palacio; él se quedó pensando, meditando, analizando la situación, porqué ella asumió ese rumor con certeza sin antes ver al príncipe a los ojos y que le diga la verdad, porqué tenía que castigarlo con crueldad día tras día, porqué tenía que dudar de él, si él le contaba todo, le confiaba su vida entera a ella, porqué tenía que negarse a verlo y salir con otras personas, porqué él se había convertido en el peor de los hombres para ella, si él sólo vivía por y para ella.

 

Y es así como el príncipe se dijo así mismo, me equivoqué con ella, pensé que era otra persona, ya no puedo hacer nada por ella, porqué por más que mueva un dedo, no va a hacer lo mismo, él sabía que la princesa si algún momento lo quiso con lo que pensó de él, obvio que equivocadamente, ya no sentía nada, absolutamente nada por él, y en el tiempo que él no estuvo con ella, ella hizo otras cosas para no saber de él.

 

Nada sería igual, él de alguna manera sintió miedo por la princesa, de la que él aún continúa enamorado, porque a pesar de todo lo que entregó por ella, él sabía que la confianza se había perdido, que el círculo que él había puesto sobre ella, ya se había abierto.

 

Dentro de su cabeza él pensaba y porqué tiene que ser así, porque ella lo acusó de algo que no hizo, y se lo metió en su cabeza para olvidarlo.

 

Quería retroceder el tiempo para volver a empezar y que esta historia no termine así, quería que la princesa volviera a ser para él, esa mujer con la que tanto soñó estar, pero ella ya no era la misma e irrazonablemente se sintió aludida o herida con los pensamientos actuales del príncipe sobre ella, después de todo y aunque lo niegue rotundamente sí lo llego a querer, no con la fortaleza que él la quería ya que era suficiente para que estén bien, pero sí lo quería de alguna manera, pero su corazón estaba tan necio que al príncipe lo cambió y lo hizo frío y duro como un iceberg.

 

Espero que de alguna manera se entienda en esta historia que al final no tuvo el “felices para siempre” como en los cuentos de princesas, que cuando uno quiere no hay que guardarse el sentimiento, ni escuchar cuentos de otros, porque hay miles de cosas que pueden existir para que el amor que sientan dos personas se acabe, solo puede sobrevivir si ambos creen el uno en el otro, sin importar nada.

 

Pueda ser duro leer esta historia pero podría servirle a alguien, si alguna vez le pasa lo mismo, y hay que utilizar más la razón que el corazón, porque puede ser indomable y salirse de las manos de uno. Hay que enamorarse con la cabeza y no con el corazón, al príncipe le pasó una primera vez, pero ya no le volverá a ocurrir.

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