El síndrome de Salomón
Origen (un poco de historia)
Este síndrome debe su nombre a la historia bíblica donde el Rey Salomón, conocido en aquella época por su sabiduría, tomó una decisión arriesgada ante una situación complicada.
Un día se presentaron ante él dos mujeres que vivían juntas y ambas acababan de dar a luz a hijos sanos. Ante la aparición de uno de los bebés muertos y que las dos mujeres querían arrogarse la maternidad del niño vivo y, ante la incapacidad por ambas de resolver el conflicto, se sometieron al juicio del Rey Salomón. Este propuso cortar al niño en dos mitades y así cada madre tendría la mitad del hijo. Cuando se disponían a cortarlo, una de ellas suplicó al rey que se lo diera a la otra, pues prefería que su hijo viviese antes de matarlo. Ante esta reacción el Rey decidió dárselo a esta mujer que había demostrado con esta reacción su amor de madre.
El síndrome de Salomón
En la actualidad se asocia al síndrome del Rey Salomón a todos aquellos niños/as que ,al divorciarse sus padres, se ven divididos entre los dos afectos de estos y se producen alteraciones emocionales y en su rutina que frecuentemente termina por afectarles por haberse modificado significativamente su dinámica familiar.
Son muchos los padres que sienten una gran preocupación ante la toma de decisión del divorcio por las consecuencias o secuelas que ello pudiera tener sobre los hijos. Muchos intentan mantener relaciones dañinas o tóxicas antes de exponer a los menores y/o adolescentes a una situación generalmente triste y complicada de afrontar.
Formas de actuar con los hijos ante un divorcio o separación
Es importante saber que mantener este tipo de relaciones suele ser peor para los hijos y para los miembros de la relación. Dependiendo de la edad de los hijos, estos deberán recibir una explicación sobre la situación familiar y las decisiones tomadas por los cónyuges adaptadas a su edad.
Más allá de la propia separación, que no tiene por qué ser traumática, es importante la manera como los padres la van a afrontar y las consecuencias que cada una de las decisiones que estos tomen tendrán sobre los hijos. Existen divorcios que por la irresponsabilidad de los padres, más centrados en dañar o ganar al otro, generan dolor en los menores porque a la propia separación y las repercusiones que conlleva se une un ambiente tóxico de difícil manejo para ellos.
El factor más importante para evitar en la medida de lo posible que este síndrome tome características negativas es la comunicación con los hijos. Existen sentimientos que en un principio no podemos evitar que muchos jóvenes tengan, como por ejemplo el sentimiento de tristeza o pena, inestabilidad emocional, la culpabilidad e incluso, en muchos casos, un sentimiento de abandono o una lucha interna sobre dónde o cómo posicionarse.
Es responsabilidad de los padres ayudar a sus hijos en estos momentos, indudablemente complicados para todos, a gestionar sus emociones de una manera positiva y ajustada a la realidad. Muchos niños, cuando aun son pequeños, se ven responsables de esa ruptura e incluso es frecuente que piensen que esta separación será temporal. Más adelante y cuando son mayores, el propio desarrollo cognitivo del joven le permite, en mayor o menor medida, comprender las causas de la separación y los motivos que han generado la distancia entre los adultos.
Desde la psicología infantil se entiende y se acepta que el menor va a sentir por norma general esta división emocional. Pero no es esta situación la preocupante, sino el manejo que los padres hacen de esos sentimientos divididos o de la culpabilidad del menor. La comunicación y la honestidad a la hora de revelar la situación actual de la pareja, por supuesto adaptada a cada edad, ayudará al menor a entender lo que ocurre y también a generar un espacio donde el niño pueda expresar lo que siente o piensa.
Finalmente, recordar que los hijos deberán seguir teniendo sus normas y una vida lo más normalizada posible con nuevas o similares rutinas a las del pasado, que le permitan vivir bajo la normalidad. Observar a unos padres divididos, incapaces de llegar a acuerdos, con estilos de educación distintos y por ende, verbalizaciones o mensajes diferentes e incluso contradictorios, no harán más que confundir aún más al menor y posicionarle en un lugar complicado, pues no sabrán a quién elegir para no fallar o decepcionar al otro.
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