Reflexión sobre la información y la comunicación en la filosofía
En nuestro mundo globalizado muchos problemas de la filosofía deben ser repensados respecto a considerar la importancia de la comunicación y de la información.
Hoy, a diferencia de otras épocas, el dios debe ser Hermes, el dios de la comunicación. Es quien crea un nuevo mundo, el mundo actual de la comunicación. Y es para comunicar cuyo punto de partida son los sentidos pues no hay nada en nuestro intelecto que no haya pasado primero por los sentidos y el cuerpo, lo sensible permanece. Lo que no permanece a través de los sentidos, forma nuestra cultura.
Hay comportamientos para vivir y sobrevivir que exigen una relación con los sentidos. El ojo, a distancia, no tiene impresión sin una fuerza que imprima, sin una presión del tacto. También viendo, tocamos la piel de las cosas. Trazar un mapa de la ternura del tacto, y sus litorales de oído, arroyos, de gusto y aguas de escucha, mezcladas y temblorosas de donde brota la belleza. Vuelve visible su invisible documento de identidad o cuerpo impresionable. Su mundo sensible se recubre de un plano, en la escala exacta de su superficie: trazo por trazo, ojo por ojo, sentido por sentido.
Y son los sentidos los que miran, contemplan, ven; aquéllos por otro lado acarician el mundo o se dejan acariciar por él, se arrojan en él, se despellejan. La piel ve, como un arcoíris abierto. Ésta, es vista, varía, se despliega, y se expone. El ojo pierde su preeminencia en el dominio mismo de su dominación: la pintura. Y los pintores venden su piel, los modelos alquilan la suya, el mundo da las suyas, más de uno hemos salvado las nuestras, desolladas, impresas, bañadas de sentido, feliz algunas veces.
Las filosofías nos hacen retroceder. Reflexionándolo un paso a la vez, vale más quien observa que quien vigila, detective o policía, oír o escuchar. Los fabulistas, que aún nos hacen reír, lo sabían. ¿Y los filósofos? Más vale pasar de las relaciones a las cosas, invención exigente, que volver de los objetos a las relaciones, práctica fácil: de la ciencia al teatro, del trabajo a la política, de la descripción al mito, de la estrella al cosmos.
La ciencias, en contraste, no conocen objetos sólo tienen como métodos a detectives o a policías, y participan del mito. El saber objetivo hace la historia presente, las ciencias humanas, antiguas, conducen a la mitología. El observador teje en la claridad del día lo que el vigilante deshace durante la noche.
Aunque el método, en las ciencias humanas que sólo trata de relaciones, sigue la sospecha, policial o inquisitorial, hace patente que Dios no es tramposo en las ciencias exactas, se dice, donde el objeto, inocente, permanece leal y fiable. Dios no engaña, permanece en las reglas del juego que ha fijado. El hombre engaña en las ciencias humanas, de hecho, hace trampa. Y si en las ciencias exactas Dios no engaña, con mayor razón no hace trampa. El hombre en las ciencias humanas, engaña y hace trampa. No es sutil como el Dios de las ciencias exactas, ni complejo ni refinado, lo hace ocultando su juego, engañando, fingiendo otra estrategia y cambiando bruscamente la regla.
Conocemos la ciencia de una manera nueva, la hemos digerido. Antiguamente, como una instancia extraña a ésta la pensaba como objeto. Por tanto, la usamos como sede y como objeto de pensamiento. La utilizamos como hacemos con el lenguaje. El lenguaje no constituye un objeto ordinario, habita del lado del sujeto, personal o colectivo, juega a desaparecer del lado del objeto.
El lenguaje ha tomado el lugar del sujeto desde nuestra propia aurora, dese el alba de la filosofía y el comienzo de las religiones, desde la filosofía del hoy. Nos ha tomado milenios comprender la aparición del lenguaje entre nosotros y en nosotros, nuestro pensamiento retumba aún hoy con su sorprendente advenimiento. El lenguaje ha tomado el lugar del sujeto desde la aurora del sujeto. Nuestras religiones y nuestras filosofías hablan de este golpe.
El problema de la filosofía de hoy podría formularse como: ¿qué se piensa cuando se sabe? ¿qué se puede pensar cuando se piensa como se habla? Los cinco sentidos son una aventura del lenguaje, y el sentido último de aquellos es el goce.
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