Estereotipos del hombre
La mayoría de las personas (mujeres especialmente) creemos que al hombre nada le preocupa, que vive su vida de manera sencilla y que en realidad no tiene conflictos de ninguna índole, sin embargo, está solo es una creencia basada en ideas culturales generadas por la imposición de estereotipos sociales, es decir, las características que son asignadas según el sexo, mismas que van a dar como resultado una serie de actitudes, pensamientos y comportamientos que “definen” si eres hombre o mujer (género).
Partiremos pues de la premisa básica de que el hombre es de carácter fuerte, proveedor, protector, práctico, macho, racional y, en pocas palabras, todo lo contrario a las características asignadas o esperadas en la mujer.
Las mujeres, con frecuencia solemos encapsularnos en la idea de que las únicas que “sufrimos” somos nosotras, y que poseemos desde lo biológico grandes dificultades para lograr un equilibrio integral. Si nos damos cuenta, sigo hablando de creencias; éstas tienen su fundamento en el entorno social en el que nos hemos desenvuelto, pues de alguna manera hemos crecido con esas ideas tanto sobre la mujer como del hombre.
¿Al hombre, habrá algo que le preocupe?
Por supuesto. Una de las grandes diferencias de género es que el hombre no está acostumbrado a expresar sus preocupaciones, no sabe compartir lo que está pensando, los planes que tiene o si algo le inquieta; su manera de expresar o aligerar su estrés generalmente es a través del consumo de alcohol o de realizar actividades consideradas rudas o que implican una dosis de agresividad.
Ser hombre tiene una carga psicológica muy importante, hay muchas expectativas asignadas por los padres y la sociedad, ya que “debe” ser quien sostenga económicamente un hogar; procurar protección y bienestar; cuidar su status de masculinidad frente a otros hombres; comprobar virilidad y potencia sexual en la intimidad; demostrar un intelecto sobresaliente; tener capacidad de logro y ambiciones; decisión para ofrecer patrimonio a sus descendientes; control emocional y de impulsos; no quejarse de padecimientos o enfermedades; insertarse en las actividades socialmente reconocidas “de hombres”; mostrarse constantemente con un carácter fuerte para enfrentar dificultades; manejar adecuadamente su relación de pareja, puesto que ella cada vez está más preparada; cómo sostener el negocio o conservar su empleo; cómo hacer para satisfacer su necesidad de espacio y aislamiento y, que eso no genere conflictos con nadie; seguir sintiéndose libre sin importar el estado civil; qué hace con todas las quejas que escucha generalmente de las mujeres que están a su alrededor.
Seguramente habrá muchas más cuestiones que les preocupe a los hombres y ello tendría que ver con la singularidad de cada uno, sin embargo, esto apenas pretende abrir un poco el panorama para no seguir cayendo en ideas arraigadas, las mujeres creyendo que todo nos pasa a nosotras, sino más bien para que los varones asuman que son seres humanos, sujetos vulnerables y que, en mayor o menor monto todos tienen sus problemas a resolver en la vida.
No se trata de aminorar su masculinidad sino de sensibilizar e ir desestructurando falsas creencias sobre el varón; después de todo busca sus propias estrategias para resolver o deshacerse de tensiones cotidianas y no debemos esperar a que lo hagan como lo haría una mujer.
El hombre necesita su espacio, su tiempo y comprensión en ello.
Azucena Cervantes Ortiz
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