Tras el cuadro holandés, o el misterio de la felicidad. De Sylvia Edo
Nicholas Elliot, galerista londinense, ve un cuadro expuesto en una famosa sala de arte y éste le provoca una emoción tan fuerte que no puede dejar de pensar en él. La pintura se convierte en su única prioridad, es lo único en lo que puede pensar a pesar de que tiene una familia con la que convive y que le necesita.
Esto nos recuerda un poco a ese mecanismo mental tan humano como erróneo de acostumbrarnos a casi cualquier cosa. Cuando caemos en la rutina de la costumbre los valores se tergiversan y percibimos el sinsentido de la vida. Dejamos de apreciar lo que amamos y buscamos desesperadamente un estímulo externo que nos inyecte una buena dosis de adrenalina para volver a sentirnos vivos.
Pero este error recurrente del ser humano nos deja varias enseñanzas morales que todos conocemos: “no se valora algo relamente hasta que se pierde”, “no se pueden borrar los pasos que ya hemos dado” y “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”.
A pesar de ser todos conocedores de esta sabiduiría popular, todos y cada uno de nosotros nos vemos tentados a caer en la nostalgia. Los procesos de identidad que sufrimos a lo largo de la vida nos ponen a veces en situaciones complicadas en las que perdemos de vista lo importante. ¿Qué hacer entonces? ¿Volverse loco? ¿Hacer un viaje? ¿Robar un cuadro?
Esta última opción es la que elige Nicholas porque a veces el camino más descabellado es el más directo a la iluminación. No será un camino fácil. Plagado de intrigas y de obstáculos se presenta como una espiral que arrastra a todos los personajes a encontrarse a sí mismos, a cuestionar lo conseguido hasta el momento presente y desligarse de la preminencia de la memoria.
Nada tiene tanto valor como saber vivir plenamente el presente como si no lo hubiéramos vivido nunca. Siempre como si fuese la primera vez.
Con un estilo elegante y descripciones abrumadoras Sylvia Edo nos transporta a un Londres reciente, envuelto en la atmósfera artística de los museos y la sociedad de las altas esferas. Pero ante todo nos habla de amor, porque la felicidad carece de razones si no la podemos compartir con alguien querido.
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