Anunciese Aquí

Registro automático

Acceder con Twitter

top articulo
twitter
facebook
Rss
viernes 26 de abril del 2024
Lea, publique artículos gratis, y comparta su conocimiento
Usuario Clave ¿Olvidó su clave?
¿Iniciar sesión automáticamente en cada visita?
Inserte su correo electronico

Aprendizaje VIII

veces visto 980 Veces vista   comentario 0 Comentarios

Al atardecer Roma no era más que un campo de sangre y carne desparramada. El ejército más grande formado por el hombre había sido absolutamente destruido en una sola batalla. Una victoria épica y al parecer decisiva. Ahora Roma y toda la península estaban a la merced de Aníbal. Todo indicaba que solo había que estirar el brazo y coger la recompensa.

Tercio abrió sus ojos. Sin embargo, la pesadilla estaba a punto de comenzar. Al principio su mente estaba en blanco, pero luego, en un instante, lo recordó todo. Hemos sido derrotados. Estaba tendido en el suelo boca abajo, mirando hacía su derecha, cubierto de sangre y con un dolor terrible en el cuello y en su hombro derecho. Dos cuerpos romanos le tapaban, uno de espaldas cubriendo sus piernas y otro sobre su cabeza, como si estuviera abrazándole. De repente, temió haber perdido una extremidad. Trató de mover sus brazos y piernas. Sí, todo está en su lugar. El olor de la sangre se confundía con una suave brisa de verano. Sus ojos se humedecieron ¿Por qué estoy vivo? Tercio deseaba estar descansando como sus compañeros en el mundo de los muertos, pero al recordarles, volvieron a su mente esos deseos, sus esperanzas y la convicción de la victoria. ¿Cómo pasó todo esto? Se suponía que éramos los hijos de Marte. El dolor interno le destrozaba el corazón. Mientras su mirada se perdía frente a un montón de cadáveres, escuchó unos pasos. Estos se volvían cada vez más nítidos, hasta que se detuvieron. Conversaban en una lengua extraña. Eran los cartagineses. Unos de ello parecía que se separaba del grupo y dijo un par de palabras. Justo después se escuchó un golpe, con un leve sonido metálico, seguido de un débil gemido.

Tercio había reconocido ese sonido y su cuerpo tembló. Era una lanza atravesando la armadura de un hombre. Estaban ejecutando a los sobrevivientes. Ahora esos pasos se acercaban. Su corazón se aceleraba y aceleraba cada vez más con cada paso del asesino. Estaba justo a su lado, mientras Tercio rogaba a los dioses por su vida. Entonces, de un salto el cartaginés se paró sobre la espalda de Tercio, aplastándole el pecho impidiéndole respirar. Luego, dijo esas palabras, las mismas palabras que sentenció antes de ejecutar al otro tipo. Este es el fin. Pero inmediatamente después sintió un movimiento en sus piernas. Era el legionario que estaba acostado sobre sus piernas. Fugazmente Tercio comprendió que no era él la víctima, sino este otro soldado que creyó muerto. Sin embargo, aún Tercio estaba en peligro, pues si el asesino le clavaba el abdomen con su lanza para aniquilarle, también atravesaría de paso sus piernas. Instintivamente, Tercio dio vuelta su rostro hacía su izquierda, mordiendo el antebrazo del cadáver que cubría su cabeza, para soportar el dolor y evitar que fuese detectado. Luego, sintió el metal. El soldado había sido atravesado por la lanza, retorciéndose de dolor por unos segundos, hasta fallecer posteriormente. Pero la lanza se clavó también en el muslo de Tercio, no atravesándola, pero cortándola en un costado.

El dolor era terrible, más aún cuando el bárbaro retiró la lanza, lo que destrozó la herida desde dentro hacia fuera por las salientes de la punta del arma. Era una escena cruda, de desgracia, humillación y sufrimiento insoportable, como una sentencia eterna en el averno. Mientras el bárbaro reía a carcajadas encima de él, disfrutando de la sangre, Tercio se ahogaba, se le salían los ojos intentando soportar el dolor punzante, mordiendo la el brazo de un cadáver romano hasta verse su rostro empapado de la sangre que le brotaba. El sufrimiento en su máxima expresión.

Por un momento Tercio pensó que no podía resistir mas, pero afortunadamente para él, alguien gritó al parecer llamando al ejecutador, que sediento de sangre fue directo a su siguiente presa. Lo peor ya había pasado. Por fin la agonía se detuvo, recobrando agitadamente la respiración y aliviando esa tensión desgarradora. Aunque su pierna tiritaba del dolor, por alguna razón pudo soportarlo en silencio, quizás atenuado por enorme tensión que acumulaba en su cuerpo luego de haber recibido esa tortura. ¿Qué hice para merecer esto? ¿acaso la Fortuna me ha dado la espalda? Tercio estaba delirando por el dolor y la frustración.

Estando allí tirado como un perro agonizante junto a valientes romanos que murieron en combate, su vida no tenía sentido. Pero sus sentidos seguían vivos, algo negaba a Tercio a desistir. Mientras sus ojos entrecerrados buscaban la paz, unas siluetas se le cruzaron. Ya si importarle nada Tercio enfocó su mirada, divisando a claramente a unos tres hombres a metros de él. No le veían pues estaban ocupados en una enérgica discusión. Estaban tan cerca que incluso podía verles detalladamente. Estaban bien armados, con corazas firmes en sus pechos, y dos de ellos sujetando sus cascos. Uno de ellos tenía una presencia especial, mostrando un semblante de autoridad frente a los otros dos. Su rostro orgulloso reflejaba decisión, pero también frialdad y dureza, sobre todo por la banda que usaba en su ojo izquierdo. Tercio quedó paralizado por un momento, recordando los gritos que lo perturbaron antes de la batalla. ¡Maten al tuerto! ¡Maten al tuerto! El tipo más odiado y temido por Roma estaba frente a él, el responsable de toda esta tragedia, de todos sus dolores y sufrimientos. Es Aníbal.

Tercio había comprendido que las guerras contra los cartagineses estaban en un punto decisivo, que ya no se conformaba como una disputa por el control del mediterráneo, sino por una lucha a muerte. La guerra no cesaría hasta que una de las partes fuese aniquilada. Aníbal lo sabe, y ha llevado esta hostilidad hasta las últimas consecuencias, casi por si solo al liderar un ejército de barbaros y mercenarios. Es por esta razón que Aníbal debe morir. Como por voluntad de los dioses, Tercio ve una lanza arrojadiza (pilum) en el suelo cerca de él, entre su posición y el objetivo. Ahora el joven romano comprendía todo.

Su espontáneo alistamiento, ser ignorado por los jinetes númidas después de que fue derribado, despertar con vida luego de una masacre y eludir a los ejecutadores. El destino lo había puesto en esta situación. Tengo que salvar a Roma y seguir el legado de mis ancestros. Su mente comenzó a agitarse, creyendo que la misma batalla y las miles de muertes solo tenían sentido por llegar a este punto, ante un Aníbal imbatible en los artilugios de la guerra. Tercio deliraba. Soy un instrumento de los dioses.

Se arrastró lentamente hasta coger la lanza con su mano derecha. Aníbal estaba a una distancia corta, por lo que era una presa fácil. Sin saber por qué, esta distancia le preocupó. Entonces, las dudas comenzaron acecharlo, por todos lados, simultáneamente. ¿Es en realidad este hombre el mismo Aníbal? Es posible que solo sea un soldado tuerto que robó esas indumentaria a los romanos muertos. ¿Y si es en realidad Aníbal? Nada garantiza que si le mato sus tropas se desbanden y que desistan de tomar Roma. ¿Y si no puedo matarle? ¿Qué pasa si fallo? ¿Qué haré si me atrapan? Sus pensamientos lo estaban volviendo loco.

Por mientras, uno de los cartagineses le gritó al tuerto y enfurecido se retiró junto al otro que parecía también disgustado. El tuerto estaba solo, pensando en lo ocurrido con su mirada perdida en el horizonte que destellaba sus últimos rayos de luz. La presa estaba servida. Era como si el destino forzara a Tercio a seguir su destino. Es ahora o nunca. Dejando todo de lado, Tercio sostuvo fuertemente la lanza, pero allí se quedó. Su brazo tiritaba fuertemente y no podía moverse. Su mente ordenaba, pero su cuerpo se resistía anulando todos sus músculos. Era inútil. El miedo invadía a Tercio, mientras que el tuerto se alejaba lentamente. Al fin y al cabo, Tercio se convenció de que no era más que un simple hombre como cualquier otro.

Viendo a Cneo, a los generales, a los soldados y a los veteranos, se dio cuenta que la ascendencia no significa nada, sino las virtudes que se van construyendo con las marcas de la experiencia y la determinación que eso conlleva. Incluso, el mismo enemigo daba muestra de virtudes que falsamente consideramos exclusivas de los romanos. Después de todo, cada uno busca el poder y alcanzar la supremacía ¿Qué tiene eso de malo? Es lo que somos. Es lo que hemos construido con nuestras acciones egoístas. Aníbal solo hace lo que cree que es justo, tanto para él como para su pueblo, por eso combate a los romanos. ¿Acaso nosotros somos distintos? Este es el precio de la guerra. Espero que esta sea una lección para la orgullosa Roma. Pero solo una lección, ya que después de todo Roma ha alcanzado la grandeza no por ser imbatible, sino porque siempre se ha levantado. No tengo por qué cargar con el peso de la historia, solo soy un hombre, un simple romano. Hay hemos sido derrotados, pero mañana será otro día, y Roma volverá a ser grande, con o sin mi ayuda. Tercio, ahora más tranquilo, vendó la herida de su pierna y observó cuidadosamente el campo. Ahora tengo que salir de aquí.

Clasificación: 2.4 (15 votos)
Está prohibido copiar este artículo. Artículo.org no permite la sindicación de sus artículos.
Acerca del autor

http://pabloseguracorrea.blogspot.com/

¿Tiene comentarios o preguntas para el autor?
Artículos recomendados
El Señor de los Anillos la novela de John Tolkien
Escrito por carkelsor, Añadido: 12 de Mar, 2012
El señor de los anillos, el ciclo narrativo de John Ronald Reuel Tolkien, publicado entre 1954 y 1955, que se compone de tres partes: La comunidad del anillo, Las dos torres y El retorno del rey. En 1937, cuando Tolkien escribió El Hobbit para sus hijos, no se imaginó que las aventuras del pequeño personaje...
veces visto 13699 Veces vista:   comentarios 0 Comentarios
Mi vida...una novela
Escrito por Miguel Palacios, Añadido: 04 de Mar, 2010
De niño, soñaba con ser médico, las muñecas de tela y carey de sus hermanas menores, fueron sus primeras pacientes, sus padres también soñaban con que sea médico, a los 4 años, lo disfrazaban como galeno y el pequeño desfilaba en la plaza de armas de su pueblo natal en los desfiles por fiestas patrias,...
veces visto 10492 Veces vista:   comentarios 0 Comentarios
Tarde para volver (1er. capítulo
Escrito por anaverna, Añadido: 01 de Nov, 2009
CAPITULO 1Eran las 19.30 de la tarde. El avión de Alex acababa de aterrizar en Bristol.Durante todo el trayecto que duró el viaje se había estado preguntando como le iría. Aunque repetidamente se decía a si mismo que no debía pensar, no podía evitarlo.Se imaginaba las mil y una formas en que reaccionaría...
veces visto 1603 Veces vista:   comentarios 0 Comentarios
La Leyenda de Abadona
Escrito por mauriciomy, Añadido: 09 de Nov, 2009
Esta es la historia de quien fue guerrero de la luz y de la oscuridad, esta es su historia del rebelde y el perdonado, el que tenga oídos que oiga a las palabras del profeta de las Puertas de Not. Esta es su historian antes del principio del mundo no existía nada solo la nada, he aquí cuando el creador creo la...
veces visto 2034 Veces vista:   comentarios 0 Comentarios
Los días de gloria – El último libro de Mario Conde
Escrito por Germán Piñeiro Vázquez, Añadido: 12 de Ene, 2011
La presentación del último libro de Mario Conde ha levantado una gran expectación en España, que se acrecienta cada día. Su obra narra conversaciones con S.M. el Rey, con los líderes políticos y económicos de la época, los entresijos del sistema financiero, los movimientos telúricos del poder y en...
veces visto 8415 Veces vista:   comentarios 0 Comentarios