Aprendizaje II
Sorprendido, el triario toma las manos de joven por volver a ver a su noble compañero.
-Oh, gracias a los dioses, está vivo señor. Cuando vi venir a su inconfundible caballo blanco no lo podía creer y vine corriendo a recibirle. Por mucho tiempo pensé que había muerto en Trebia a manos de los cartagineses. Definitivamente la Fortuna esta con usted-
Tan solo al nombrarle la batalla en el río Trebia, Cneo se vio algo perturbado. Tercio sabía que el recuerdo de tal batalla, una masacre de parte de Aníbal, seguía afectando a Cneo, e intento arreglar la situación.
-Cneo Maxentio luchó virtuosamente, pero la cobarde emboscada de los cartagineses fue un golpe letal. Fueron obligados a escapar para salvar sus vidas y vengar posteriormente a los caídos-
-Pues hoy será la venganza. No podrán con el ejército más grande que se haya formado para una batalla. En la historia no ha habido otra fuerza igual, ni creo que la habrá en la posteridad- Dijo con confianza y orgullo el centurión, lo que provocó la reacción de Cneo
-Por fin. Finalmente Aníbal sucumbirá ante el poder de Roma y esta vez ninguna de sus tretas bárbaras lo salvará. En el campo abierto Roma es imbatible-
-Tiene razón señor, ya era hora de que los romanos hiciéramos valer nuestra grandeza- dijo Aulo mientras amarraba los caballos- afortunadamente con los nuevos cónsules, Paulo y Varrón, no solo la esperanza sino que la voluntad de luchar ha vuelto. El temor ya se ha acabado-
-¿Pero a que te refieres con temor?-dijo Tercio sin entender las palabras del triario.
Sus dudas extrañaron al centurión, pero Cneo comprendió a lo que se refería.
-La elección de los cónsules terminó con la táctica del Dictador Quinto Fabio Máximo, la cual consistía en una guerra de desgaste, cortando los suministros y hostigando a las tropas de Aníbal. Es decir, el enfrentamiento directo se evitó.
-Ya veo. Ahora me doy cuenta porque Quinto Fabio es llamado Cunctator (el que retrasa). Pero también escuché que su táctica estaba dando resultados, porque Aníbal no pudo…-
-Eso no importa- interrumpió Cneo decididamente- ¿Para qué seguir con estas tácticas bárbaras si podemos vencer a Aníbal en batalla? Fabio Quinto nos dio tiempo, de eso no cabe duda, pero retrasó demasiado el enfrentamiento. Si hemos de vencer a Aníbal, debe ser en el campo de batalla. Eso le enseñará al mundo y sobre todo a los cobardes cartagineses que Roma es implacable y poderosa.
Estas palabras fueron corroboradas por el centurión con un gesto de afirmación. Ante tal convicción, Tercio se dio cuenta que ya no estaba con sus compañeros de estudios ni con su tutor griego, sino con hombres de guerra, ese romano puro y soberbio que se cree destinado a dominar al mundo. Por una parte se sentía algo avergonzado por su inapropiada conducta, pero a la vez agradecía a los dioses que existieran romanos como Cneo y Aulo, que estaban dispuestos a todo con tal de proteger e incluso a glorificar a Roma.
Esa convicción en sus ojos era ese verdadero espíritu romano, es virtud heredada de los ancestros, esa cualidad que hace al romano no solo diferente, sino superior a cualquier otro hombre sobre la tierra.
Ante este momento de iluminación, Tercio se percató de que a pesar de cualquier suceso, Roma sería victoriosa, siguiendo su camino hacia la eternidad, mientras permanezca viva esa virtud, esa convicción dentro del espíritu de cada romano, cuya fuerza impulsa la fe en el destino altruista de la patria. Mientras esa luz siga viva, no hay nada de que temer, ni siquiera a Aníbal, el cual podrá lograr lo imposible al cruzar los Alpes, y liderar y dirigir magistralmente un ejército multirracial, pero no podrá ante esta fuerza elemental romana. Aníbal no puede nadar contra la corriente del universo.
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