Dresde (Alemania), de paseo por la ‘Florencia del Elba’
Nadie podría imaginar recorriendo en la actualidad el encantador casco histórico de la ciudad alemana de Dresde que hace cerca de 70 años apenas había nada en pie de monumentos tan interesantes como la iglesia de Nuestra Señora (Frauenkirche), el Palacio Zwinger, el Palacio Real y su gigantesco mosaico de azulejos de porcelana o la Ópera.
En febrero de 1945, poco antes de que acabara la Segunda Guerra Mundial, más de mil bombarderos pesados británicos y americanos lanzaron sobre la ciudad cerca de 4.000 toneladas de bombas explosivas y dispositivos incendiarios, que mataron a 25.000 personas y acabaron tres cuartas partes del casco urbano, en especial el centro histórico, para expulsar de ella al Ejército nazi de Adolf Hitler y tomar su control.
Una carísima y minuciosa reconstrucción ha conseguido borrar las huellas de ese drama y devolver su esplendor a la llamada ‘Florencia del Elba’, un lugar ideal para hacer una escapada gracias a su aristocrático casco histórico y el hermoso entorno natural en el que se encuentra. Desde España sólo hay vuelos directos a la capital del estado de Sajonia desde Palma de Mallorca, pero se llega a ella con facilidad en coche desde Berlín (unas dos horas) y desde Praga (tres horas).
El Elba, un inmenso río, vertebra una ciudad que cuenta con numerosos espacios verdes junto a elegantes edificios barrocos y renacentistas. Uno de los más impresionantes es la iglesia de Nuestra Señora (Frauenkirche), coronada por una inmensa cúpula, diseñada por George Bähr en el siglo XVIII y obra maestra del Barroco. Los bombardeos de 1945 la redujeron a escombros, pero unos trabajos que se prolongaron durante más de diez años y que requirieron una inversión de 125 millones de euros, financiados en gran parte por donantes de todo el mundo, han logrado que el templo luzca como en sus orígenes.
Junto a la Frauenkirche se encuentra un gran palacio renacentista formado por varios edificios, que fue durante mucho tiempo la residencia oficial de los reyes de Sajonia. Lo más llamativo de este complejo es en un gigantesco mosaico de porcelana, de 102 metros de largo, que decora una de sus fachadas. Se trata de la ‘Procesión de los Príncipes’, en la que pueden verse por orden cronológico a todos los monarcas de la casa sajona de Wettin entre los años 1123 y 1906
Unos metros más allá surge la Ópera, también de estilo renacentista, construida a finales del siglo XIX y con una elegante fachada en semicírculo. Está considerada una de las grandes óperas de todo el orbe por su alta calidad acústica y artística. Prueba de ello es que a lo largo de su historia se han celebrado en ella grandes eventos musicales como los estrenos de varias obras del compositor alemán Richard Wagner.
Junto a ella se encuentra el Palacio Zwinger, un complejo barroco de grandes dimensiones edificado entre los siglos XVII y XVIII, y que se utilizaba para celebrar fiestas de la aristocracia local y torneos. Entre espacios verdes y esculturas de gran belleza como el Baño de las Ninfas, se encuentran algunas joyas arquitectónicas, como la puerta de la Corona, los pabellones de la Muralla y del Carrillón y las galerías que rodean su gran explanada central.
En estos momentos, el palacio alberga cuatro museos: la colección de porcelanas más grande del mundo, un espacio con instrumentos matemáticos y físicos, una armería con cerca de mil piezas de varios siglos y la Galería de Viejos Maestros, una pinacoteca con interesantes cuadros como la ‘Madonna Sixtina’ de Rafael o el autorretrato de Rembrandt con su mujer Saskia, junto a piezas de Rubens, Vermeer, Velázquez, El Greco, Canaletto, Tiziano y Botticelli, o, entre otros creadores.
El paseo por esta tranquila y elegante ciudad se puede complementar con una excursión a la cercana región de la Suiza Sajona, junto a la frontera con la República Checa, para visitar su Parque Nacional, ideal para hacer senderismo, con más de 36.000 hectáreas en las que el río ha dibujado paisajes sorprendentes y caprichosas formas.
Dentro del parque, es visita obligada el Mirador de Bastei (el Bastión), una peculiar formación rocosa colgada casi 200 metros por encima del río Elba y atravesada con un hermoso puente de piedra construido 1851 y por diversas pasarelas metálicas que unen rocas de gran altura, no aptos para los que tengan vértigo.
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