Gualeguaychú: Mucho más que Carnaval

Está comenzando la primavera y ya se siente el cansancio de todo el año. Todavía faltan unos meses para las vacaciones, pero la cabeza y el cuerpo piden cortar un poco.

Esta vez la escapada tenía que ser cerca, cómoda y revitalizante.

Para aprovechar mejor el fin de semana, armamos todo el viernes a la tarde y partimos con el baúl poco cargado, “como a mí me gusta”, para la ciudad de Gualeguaychú, en la provincia de Entre Ríos. A unos 250 km. de la Ciudad Buenos Aires. Cruzamos el majestuoso puente de Zarate-Brazo Largo y en 2 horas ya estábamos llegando.

Habíamos alquilado una cabaña en la zona del balneario Ñandubaysal. A unos kilómetros de la ciudad. Volvimos al centro para comer algo y pasear por la costanera, con mucha gente disfrutando con su mate y con amigos a la vera del río.

Estuvimos el verano pasado para presenciar del colorido carnaval, donde quedamos sorprendidos por las carrozas y el clima festivo de la ciudad, pero esta vez los planes eran otros.

A la mañana siguiente, desayunamos con vista al Río Uruguay donde un sinfín de embarcaciones desfilaban por sus aguas.

Nos pusimos los trajes de baño y arrancamos hacia las termas. Un complejo sencillo, pero con todo lo necesario para descansar y disfrutar de las propiedades del agua termal.

Nos recomendaron un casco de estancia en las afueras, para almorzar un rico asado, el lugar tenía animales de granja y un pequeño lago con patos y garzas. La comida estuvo de primera y el helado lo tomamos en la mejor heladería de la ciudad, que quedaba sobre la costanera.

Por la tarde cargamos el equipo de mate y nos fuimos al balneario Solar del Este, sobre el Río Gualeguaychú, un lugar muy lindo, con paradores, buena música y bastante gente.

Volvimos a la cabaña, sus dueños se quedaron contándonos de las opciones para hacer y de lo linda que es la ciudad en las distintas estaciones del año.

Para la noche la propuesta era una pizzería que se destacaba por los calzones rellenos, primero nos dimos una vuelta por la peatonal del centro, miramos algunas de vidrieras, para luego llegar a la pizzería, donde degustamos unos cuantos gustos de calzones y quedamos redondos para pedir la cuenta. Tiramos unas fichitas en el casino y nos volvimos a la cabaña.

El plan del domingo era descansar desde temprano en el balneario Ñandubaysal, una playa con arena y con nada que envidiarle a la costa atlántica, aunque la visión de la Pastera de Botnia, ponía un manto de asombro y realidad, del grave problema que vienen cargando los pobladores de la vera del Río Uruguay, ya hace unos cuantos años.

En el Restó del balneario pudimos probar un sabroso dorado, para poner el pico más alto de este fin de semana, donde volvimos con unos kilitos demás pero felices por los días pasados.

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