El tabú de los subsidios agropecuarios
¡Sí señores! Eso de no poder subsidiar nuestra economía agropecuaria porque violamos normas internacionales "antidumping", es decir, hacemos competencia desleal en el plano internacional y por lo tanto producimos malestar en el comercio global, es un puro tabú. El mundo desarrollado es fuertemente proteccionista y subvenciona a manos llenas. En 1991, el total de los subsidios agropecuarios otorgados por los países de la OCDE ascendió a 180.000 millones de dólares. Pero, para la actualidad han disminuido mucho, según el "primer mundo": El total para el año 96 del rublo Producer Subsidy Equivalent o el equivalente del subsidio al productor es nada menos y nada más ¡166 mil millones de dólares y algo así como 150 mil millones de dólares para el año 1997! Sólo en la Unión Europea, la protección cuesta unos 72.000 millones de dólares, para el año 97, de los cuales 2.600 millones se gastan en almacenar excedentes de producción. Todo ello sin contar los subsidios indirectos que reciben los productores, representados, por ejemplo, en los bajos costos de sus insumos y de su maquinaria agrícola (relación precio-salario mínimo), como también en las grandes inversiones estatales para la investigación y la transferencia tecnológica. Ante esas exorbitantes cifras queda cualquiera perplejo. Así es imposible competir. Así es imposible desarrollar nuestro sector. Así la apertura económica sólo puede servir para aniquilar el campo colombiano y el latinoamericano, aún más si consideramos el buen nivel de protecciones arancelarias el cual impide la entrada de nuestros productos a los grandes centros de consumo internacionales. La respuesta, según algunos, es explotar nuestras "ventajas comparativas", es decir ¡dedicarnos a producir lo exótico, lo "incultivable" en el hemisferio norte por razones climatológicas y de suelos, aprovechando nuestra mano de obra tan barata! Pero, todos sabemos, esas son razones puramente argumentativas, ante tamaña exageración de protecciones, subvenciones y tratamientos especiales para el agro en el exterior. La consecuencia ha sido el desempleo rural, la violencia, la delincuencia común, la lucha armada y, lo peor de todo para el mundo desarrollado, la explosión de los cultivos ilícitos. Y digo lo peor, porque algunos consideran ese fenómeno como de ¡alto riesgo para su seguridad nacional! Pero aun así, los países ricos quieren ganar también de ese fenómeno y se inventan las famosas "colaboraciones" en la lucha contra las drogas las cuales no son sino donaciones de equipos de segunda mano y préstamos bancarios, con intereses "fluctuantes". Nunca se les ha ocurrido comprar a mejores precios los productos de aquellos escogidos para programas de desarrollo alternativo, pero algún día lo deberán hacer ¡si quieren nuestra coca latinoamericana lejos de sus narices! Por estas razones no debemos tener temor de subsidiar nuestra economía agropecuaria y el crédito público para el sector.
Carlos Mauricio Iriarte Barrios http://carlosmauricioiriarte.blogspot.com
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