Los regalos no engendran Amor
El divorcio es un acontecimiento crítico para la familia. No digo desafortunado porque peor suele haber sido el matrimonio que se rompe. La separación de los padres frecuentemente es la solución a meses o años de disputas e incomprensiones.
Sea como fuere siempre trae consecuencias para los niños. Para esos cuya opinión no fue considerada. Por lo menos la separación representa el distanciamiento físico de uno de los padres. La convivencia con ambos progenitores ha sido forzosamente terminada.
El padre que tiene que irse está preocupado. Por supuesto, no solo por la repartición de los bienes. Lo está especialmente por la repartición del amor de sus hijos. Ahora ellos vivirán sin departir con él todas las mañanas. Ya no les dará un besito antes de dormir. Y lo peor, ahora tendrá que soportar que los niños convivan con una persona extraña. Porque el padre que se queda con ellos no estará solo para siempre.
Aparece entonces un deseo muy fuerte. El padre que se separó voluntariamente de su pareja se resiste a separarse de los niños. Quiere conservar su amor a toda costa. Posiblemente fuera lo único valioso de ese matrimonio. Los hijos son, quiérase o no, el único verdadero bien común que sobrevive de un matrimonio disuelto. Será el único vínculo eterno entre los padres separados.
Para conservar el amor de sus hijitos queridos se está dispuesto a hacer muchas cosas. Sin embargo, de todas ellas el padre solo atina a tratar de demostrar su amor. Tal vez así pueda conservar el afecto de los niños.
Y eso está bien. Pero lo que no siempre es apropiada es la forma en que persigue ese objetivo. Muchos padres lo que hacen es comenzar a invertir dinero en los hijos. Le compran juguetes, ropas zapatos. Creen que así los niños lo tendrán más en cuenta.
Pero no es así. Sus hijos necesitan que el participe en su sustento para conservar su bienestar material. Aunque eso no les alimenta el espíritu. En ese sentido, ellos no necesitan que el padre invierta más dinero en ellos. Más bien, precisan que el papá o la mamá inviertan más tiempo con ellos.
Es eso, el tiempo que pasa junto a ellos lo que realmente puede suscitar, mantener y alimentar su amor filial. Los objetos y demás regalos materiales les agradan a los niños. Y esa es la cuestión, son los objetos los que le resultan agradables no el padre que se los ofrece. Porque su atención se concentra principalmente en esas cosas utilitarias.
Como resultado, el padre llegará a ser solo un proveedor, tan importante como lo que es una tienda de juguetes y golosinas. Pero no será nada más que eso. Y si el niño le muestra algún afecto es solo esperando a cambio algún regalo. El amor del nene o la nena se vuelve interesado. Eso es lo peor que pudiera pasar, porque papá o mamá serán olvidados cual un juguete que pasa de moda.
Hay que tratar de evitar ese error. Los padres divorciados deben llegar civilizadamente a acuerdos. Entre esos acuerdos, el más importante quizás es el relacionado con los horarios y días en que el padre que se va verá a los niños. Y no solo que los verá, sino que pasará tiempo con ellos. Por supuesto, su estancia con los niños no debe limitarse al entorno de su casa. Debe salir con ellos, llevarlos a pasear, conversar, reír, hacerlos felices con su presencia. Y ayudarlos a entender que ahora papá y mamá se quieren más porque no discuten ni se hieren.
Eso es lo que de veras los educa en el cariño y la añoranza a los padres. No son las pelotas, juguetes ni regalos de ningún tipo. Y no quiero decir que deban faltar, pero jamás deben predominar sobre los momentos que se viven juntos. Y de ese modo, papá y mamá serán siempre las dos personas más importantes del mundo.
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