El destino y la ley del Eterno Retorno
El símbolo del ‘ouroboros’ (un círculo formado por una serpiente que se traga su propia cola) es una arcaica representación que simboliza la ley del eterno retorno.
El tiempo, la sucesión de acontecimientos en nuestra vida, no es, como se suele creer, una línea recta, sino un círculo cerrado, de forma que los acontecimientos que suceden ahora, ya sucedieron en el pasado y volverán a suceder en un futuro, repitiéndose de forma ininterrumpida. El Gnosticismo Universal nos enseña que los acontecimientos que nos suceden en nuestra vida presente son el resultado de hechos acaecidos en el pasado mas sus consecuencias, y a su vez nuestra actuación en el presente va a condicionar los sucesos futuros, añadiendo mas complejidad por las consecuencias que acarrean.
Desde este punto de vista, se puede aventurar que, efectivamente, existe un destino o predestinación que marca la existencia de cada ser humano. Pero este destino no es algo caprichoso, sino la consecuencia de los desequilibrios ocasionados por nuestros propios actos acontecidos en el pasado; desequilibrios que se van sumando en cada vuelta del círculo añadiendo complejidad al sistema y haciendo, así, que mientras la vida para algunas personas sea apacible y tranquila, para otras resulte algo realmente problemático y difícil, e incluso trágico.
Estas diferencias no ocurren por casualidad o por ‘caprichos del destino’ sino que son el resultado de las perturbaciones que nosotros mismos creamos por el desconocimiento de las fuerzas y leyes que rigen la naturaleza humana, incluyendo tanto del cuerpo como la mente y el espíritu.
La ley del eterno retorno no se debe confundir con la ‘reencarnación’ pues esta última es algo exclusivo para aquellas personas que ya han logrado un avanzado estado de desarrollo interior. La ‘reencarnación’ es un acto consciente y voluntario. Otra cosa es el retorno involuntario, la repetición automática de sucesos que, existencia tras existencia, ocurre una y otra vez dentro de la rueda de la eternidad sin que nosotros nos demos cuenta ni tengamos un conocimiento claro de ello.
Esto también está relacionado con un pasaje del evangelio cristiano (Mateo 5:3): ‘Mas yo os digo: No resistáis al mal; antes a cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele también la otra’. Este versículo no se debe entender como un acto de mansedumbre o de simple resignación. Poner la otra mejilla significa tomar consciencia de que los acontecimientos desagradables que nos ocurren en la vida son el resultado de nuestros propios errores. Es el pasado que vuelve a cobrarse sus deudas pendientes y dependiendo de como sea nuestra actuación en el presente, podremos anular sus consecuencias o seguirá proyectándose hacia el futuro para volver con mas fuerza todavía. Y así una y otra vez.
De nada sirve quejarse de las adversidades o echar la culpa a otros, mientras tengamos deudas pendientes, estas volverán a reclamar el pago, y con intereses de recargo. Para salir de este círculo debemos cambiar radicalmente nuestra postura ante la vida; en lugar de protestar ante los reveses de la fortuna es mejor ‘coger el toro por los cuernos’ y tener el valor de vernos a nosotros mismos para eliminar de nuestra naturaleza aquellos elementos que originan los desequilibrios y las alteraciones en el orden y en la convivencia.
Es interesante observar como la historia siempre se repite. Vuelve la gente común para repetir su vida monótona y horizontal, vuelven los comediantes para interpretar, otra vez, las comedias y los dramas de la vida, vuelven los grandes hombres, y también vuelven los dictadores y los tiranos para llenar, nuevamente, el mundo de guerras (cada vez mas crueles), de dolor y de miseria. Todo esto ocurre en distintos tiempos y lugares, pero siempre se repiten, en círculos más grandes o mas pequeños, los mismos hechos y las mismas calamidades que parecían ya superadas.
El mito gnóstico de ‘Pistis-Sophia’, la partícula de luz desprendida del Absoluto para descender al mundo de la materia quedando luego atrapada en la misma por la tiranía de las fuerzas de la Naturaleza, también nos muestra cómo la Esencia espiritual del ser humano, se encuentra prisionera en el mundo material, obligada a repetir, una y otra vez, los hechos del pasado y a pagar los errores cometidos. La lucha de ‘Pistis-Sophia’ por volver al mundo de la luz es la misma lucha del ser humano por liberarse de las leyes mecánicas que nos atan al mundo y poder así, alcanzar la auto-realización interior.
Esto solamente es posible mediante el trabajo serio sobre sí mismos.
valentinguiaho@hotmail.com
Registro automático