¿Cómo es trabajar de bombero?
Hubo un día tranquilo. Su coche “Zil” estaba en el angar. Lo lavaron. Parecía que fue nuevo. Pero no fue así. ¡Cuántas rozaduras y quemaduras cubiertas al óleo! ¡Pobre “Zil”! Y no sólo la técnica tiene heridas, los hombres también salen del incendio con heridas y no sólo físicas sino con huellas en el alma. Yo no hablo de los que han sufrido el incendio, sino de los bomberos. La impresión del incendio no desaparece mucho tiempo. A veces le preguntaban al bombero: “Te encaramarías otra vez como entonces?...” “Claro, si fuera necesario, me encamaría...”, contestaba éste.
Hacía entonces muy mal timpo: soplaba un fuerte viento, había negras nubes. En la garrita hacía calor y el aire estaba seco.
-Bien sería terminar el servicio tranquilamente-dijo Sasha Mozgovoy.
Y en aquel momento se oyó la señal de alarma. Corrió a la oficina del dispatcher. Preguntó por la dirección: fábrica de petróleo. Los detalles después. La fábrica estaba a seis kilómetros. Camino de la fábrica empezó la tempestad. No se veía nada a veinte metros. Por fin llegaron. Ardían los depósitos de productos petroleros. Uno de ellos ya estaba “respirando”. Su cuerpo aceitoso se hinchaba y se movia como vivo. Un vapor denso venía de la superficie irviente. Tomaron la manga de incendios. Dentro de unos segundos brotaría el agua.
Cuando empezó el serio trabajo Ermoláev dejó de ver lo que pasaba a su alrededor. De repento oyó “¡Todos atrás!” No había tiempo para pensar. Echaron a correr hacia los automóviles. “Pum” tronó detras. Estalló el petróleo. Lo comprendieron todos. Un río de fuego de unos treinta metros “chorreaba” del depósito. Era un espectáculo grandioso. No se puede verlo en ninguna película. Hay que decir que en lo que se refiere a los “espectáculos”, los bomberos tienen suerte como nadie.
Pero en aquel momento no estaban para exclamaciones. Había que rodear el fuego por un reducto. Si no. Las llamas llegarían a otros depósitos.
Detrás de los bomberos bocinaban los automóviles: venían en ayuda los camiones con arena de la cual hicieron el reducto. La lluvia cegaba. Se hizo más fresco. Comprendió que volvía el aire... Y otra vez...”Pum”. Otro depósito estalló. Sin esperar la orden se escondieron en el refugio. Después de tronar, otro río de fuego salió del depósito. La avalancha de fuego se elevó y destruyó su línea de defensa. La arena se aglomeraba del calor. Para descansar cambiaron de posiciones. Mientras tanto estallaron tres depósitos más. Otra vez construyeron reductos. Otra vez luchando. Era un trabajo difícil e ingrato. En el mejor caso prometía “el empate”.
Ermoláev dejó de reconocer a los compañeros, tan sucias estaban sus caras. Empezó a anochecer y Ermoláev lo notó con asombro porque habían salido a las once de la mañana. Gracias a dios que dejó de soplar el viento. Metro por metro conquistaban la tierra, negra de fuego. Faltaban manos y se ayudaban unos a otros. El tiempo pasaba volando.
Pero sus fuerzas se agotaban. El bombero en cuestión se movía como en una niebla, maquinalmente.
El fuego se hacía más debil. Los muchachos parecían sombras, se movían con dificultad. Trajeron la comida. Sí, ya se podía tomar algo. Pero no podían atravesar bocado. El pan estaba empapado de olor a kerosina y a quemado.
Se dió la señal de retreta. El día de trabajo terminó. En el automóvil empezaron a dormitar y oyó sólo una frase: “Es extraño que no me haya cubierto la segunda avalancha. He tenido suerte”.
Claro que todos “tuvieron suerte”.
A veces los bomberos tuvieron tres llamadas al día. Y cada vez estuvieron luchando contra el fuego, arriesgándose la vida pero esta “prueba de fuego” no es un deporte, es la defensa de la vida.
La idea de negocio № 23 "chicas en bikinis lavando coches"
Autor: Kirill Filiberto Núñez Tellez
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