Francisco de Goya y Lucientes, la vida y obra de un artista, Parte 1
Primera parte.
Francisco de Goya y Lucientes, pintor y grabador español, nacio en el año de 1746. Considerado uno de los grandes maestros de la pintura. Marcado por la obra de Velázquez, habría de influir, a su vez, en Édouard Manet, Pablo Ruiz Picasso y gran parte de la pintura contemporánea. Formado en un ambiente artístico rococó, evolucionó hacia un estilo personal y pintó cuadros que, como el famoso El 3 de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, se cuentan entre las grandes obras maestras de la historia del arte.
Goya nació en la pequeña localidad aragonesa de Fuendetodos, cerca de Zaragoza el 30 de marzo de 1746. Su padre era pintor y dorador de retablos y su madre descendía de una familia de la pequeña nobleza de Aragón. Poco se sabe de su niñez. Asistió a las Escuelas Pías de Zaragoza y comenzó su formación artística a los 14 años, edad a la que entró como aprendiz en el taller de José Luzán, pintor local competente aunque poco conocido, donde Goya pasó casi cuatro años. En 1763 el joven artista viajó a Madrid con la esperanza de ganar una beca de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, ayuda que no conseguiría ni en esta ocasión ni en 1766, año en que lo intentó de nuevo.
En la capital de España trabó amistad con otro artista aragonés, Francisco Bayeu, pintor de la corte que trabajaba en el estilo académico introducido en España por el pintor alemán Anton Raphael Mengs. Bayeu con cuya hermana, Josefa, habría de casarse en 1774, tuvo una enorme influencia en la formación temprana de Goya y a él se debe que participara en un encargo importante, los frescos de la bóveda de la basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, y que se instalara más tarde en la corte.
En 1789 fue nombrado pintor de cámara por Carlos IV y en 1799 ascendió a primer pintor de cámara junto a Mariano Maella. Goya disfrutó de una posición privilegiada en la corte, hecho que determinó que el Museo del Prado de Madrid heredara una parte muy importante de sus obras, entre las que se incluyen los retratos oficiales y los cuadros de tema histórico. Estos últimos se basan en su experiencia personal durante la guerra de la Independencia española y trascienden la representación patriótica y heroica para crear una salvaje denuncia de la crueldad humana.
Algunos de los retratos más hermosos que realizó de sus amigos, de personajes de la corte y de la nobleza datan de la década de 1780. Entre ellos se encuentran obras como Carlos III, cazador, Los duques de Osuna y sus hijos, ambos en el Museo del Prado de Madrid, o el cuadro la Marquesa de Pontejos; en todos ellos emplea una paleta de colores muy luminosa y un estilo heredero de la pintura Velázquez.
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