No hay que creerle a la televisión
Sé que mi postura es quijotesca, sin embargo, no dejaré de repetir y repetir que no hay que creerle a la televisión.
Según mi experiencia con la televisión, cada vez me convenzo más de dos ideas: 1) Que es una poderosa herramienta capaz de hacerle creer cualquier cosa a la gente. 2) Que, si su objetivo fundamental es el lucro y no el desarrollo educacional y cultural de la sociedad, puede empeorar la calidad de vida de las personas y la convivencia y el respeto entre estas.
A pesar de tener la convicción de que la televisión actual empeora la calidad de mi vida, tengo la mala costumbre de encenderla; es como una "orden" instalada en algún lugar de mi cerebro (menos mal que tengo algo de conciencia sobre las consecuencias de mis actos y, por lo tanto, la apago casi inmediatamente). Además, como ya lo mencionaba en otra entrada, también la veo junto con mi familia, para compartir un rato con ellos. Entonces, como veo algo de televisión, puedo decir con cierta seguridad, que uno de los temas más recurrentes que hay, especialmente en los noticiarios y en los programas de reportajes, es la delincuencia (existen otros temas recurrentes, como la pobreza y la farándula, pero para respaldar mi "postura quijotesca", sólo hablaré de la delincuencia).
Me he percatado que a la televisión no le interesa mostrar a cualquier delincuente. A la televisión le interesa crear un estereotipo de delincuente, posiblemente, para crear, de esta manera, un "enemigo" fácil de reconocer (los estereotipos simplifican las cosas pero producen terribles injusticias). El delincuente "televisivo" es pobre, joven y flojo. Además, este estereotipo ha hecho que se tienda a vincular delincuencia con pobreza (otra "joyita" de la televisión).
La televisión le ha dado tanta importancia al tema de la delincuencia, que ha impuesto en el 'inconsciente' de la sociedad una idea que según yo es errónea. Ha impuesto que la delincuencia es uno de los problemas más significativos de la actualidad; más que la mala educación, más que la corrupción política, más que falta de ética y conciencia social de las empresas, más que la aberrante desigualdad de oportunidades, más que los problemas medioambientales. Con esto, quiero decir que la televisión ha desviado la atención de la población de los problemas de fondo.
Me ha tocado oír, por ejemplo, que hay que matar a todos los delincuentes para tener una vida más segura y mejor. —¡Y pobre de mi si me encuentro en alguna reunión social y comento que hay temas más importantes que debatir, porque rápidamente soy tratado de grave y resentido!—. Es decir, la televisión ha hecho que muchos vivan aterrados (aparentemente, el miedo hace que las personas sean más manipulables) y crean que para erradicar la delincuencia haya que matar a los delincuentes.
Si no me equivoco, la delincuencia es el resultado del sistema en que vivimos (consumista, individualista, etc.) y que, aunque todos los delincuentes sean eliminados, el sistema crearía más delincuentes. Es como querer cambiar el producto, sin cambiar los factores. Por otro lado, y a pesar del dolor que puedan provocar y de los castigos que puedan merecer, no puedo dejar de imaginarme las probables vidas miserables de estos delincuentes 'televisivos' y de pensar, por lo tanto, que necesitan mucha ayuda y la de todos, o sea, todo lo contrario a lo que la televisión quiere transmitir.
Quiero finalizar este pensamiento con un extracto magistral del artículo To face danger without hysteria (1951), del filósofo y matemático británico Bertrand Russell:
La histeria de masas no es un fenómeno limitado a los seres humanos. En efecto, puede verse también en cualquier especie gregaria. En una ocasión vi una fotografía de una gran manada de elefantes salvajes en Africa Central que veían un aeroplano por primera vez: todos presentaban un estado de terror salvaje colectivo. La mayoría de la veces, el elefante es una bestia tranquila y sagaz, pero este fenómeno sin precedentes de un animal ruidoso y desconocido en el cielo había sacado completamente de quicio a la manada entera. Cada uno de los animales estaba aterrorizado y su terror se transmitía a los otros, lo que multiplicaba enormemente en pánico. Sin embargo, puesto que no había periodistas entre ellos, el terror se esfumó cuando el aeroplano hubo desaparecido.
Nota: Mi "postura quijotesca" no es contra la televisión como herramienta, es contra los que la controlan y el uso que hacen de ella.
Bayo http://serpensador.blogspot.com
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