El chico de Tata
Clarea la mañana en un pueblo perdido en el desierto del Sahara, la luz deshace las sombras en la pequeña casa de adobe, donde vive Abdellah. Su madre lo llama para que se levante para ir al colegio, se revuelve en la cama, y sin ganas de levantarse, lo hace y pasa a la habitación que usan de cocina, donde le espera un te caliente con una torta de miel, luego se viste y sale a la calle. Su padre trabaja criando animales en unos terrenos que tienen a la afueras del pueblo, que su hijo vaya al colegio supone un gran esfuerzo para la mermada economía familiar, hoy le va a plantear que lo deje y les ayude trabajando, ya que no pueden costearle los libros y sus gastos.
Abdellah lo sabe, y cuando termina las clases se va al mercado, donde se ofrece para llevar bultos por tres ó cuatro dirham, lo que reúne, que es muy poco, se lo da a su madre. Hoy al llegar a casa se ha encontrado con un amigo de su padre que se llama Rachid; charlaban los dos, en torno a una tetera humeante, le ha ofrecido que se vaya a trabajar a Tánger, como peón de albañil, no le preguntan nada, sencillamente acepta, el sueldo es mínimo, cincuenta dirham, al cambio, cinco euros.
Recoge su pequeño equipaje, y se va con su nuevo patrón, un hombre de pequeña estatura pero con una mirada penetrante, que le asusta. El viaje es largo y fatigoso, atravesar Marruecos de Sur a Norte, caminos polvorientos, hasta llegar a la costa donde las carreteras mejoran un poco. En Tánger comparte casa con muchachos de su edad, todos con la juventud hipotecada por la miseria, y el ansia de mejorar. Los recogen por la mañana en un desvencijado camión y los llevan a la obra, allí están de sol a sol, por un sueldo misero, con lo que ganan tienen que pagar la casa, la comida, y ahorrar algo para mandarlo a sus casas.
Abdellah sueña con salir del agujero donde está metido, habla con sus compañeros, todos quieren escapar de Marruecos, cruzar el estrecho y llegar a España.
Pasan cuatro largos años en estas circunstancias, muchos se fueron, y no han vuelto a saber nada de ellos, el tiene miedo, oye historias de los que se van en patera y el mar se los traga. Los que llegan y son internados a la espera de retornarlos de nuevo al país. Sueños, esperanzas rotas, miradas perdidas al abrigo de una noche oscura, no hay palabras solo deseos callados y un frío mar de silencio.
El chico de Tata sigue soñando, pero se tiene que enfrentar con la cruda realidad de cada día, decide dejar el trabajo y volver a su pequeño pueblo, quiere hablar con sus padres, compartir sus esperanzas, buscar su ayuda.
En Tánger ha conocido a Hassan, un camionero que ha cambio de diez mil euros lo trae a España, escondido en su camión, le dice que es muy fácil, que lo ha hecho muchas veces, y siempre le ha salido bien. Desconfía, pero es más fuerte su deseo de volar, de empezar una nueva vida que el riesgo que ello conlleva.
Vuelve a Tata, y les pide a sus padres que le ayuden a realizar el viaje, su primera reacción es disuadirlo, pero no cede, su única opción es vender lo poco que tienen, y es lo que hacen, una vez conseguido el dinero, vuelve a Tánger. Allí se encuentra con el camionero y le da la mitad del dinero, cuando esté en España, su primo le dará el resto.
Comienza su aventura. No deja de pensar en el esfuerzo que han hecho sus padres, los amigos que deja, la ilusión por empezar una nueva vida. Quiere trabajar, devolver lo que le han dado.
Llegan a la frontera, el camionero lo envuelve en varias mantas en la cama de la cabina, pasa desapercibido y logra pasar sin problemas. Cuando el camión deja el ferry en Algeciras, Abdellah se siente libre, pero todavía no ha terminado su viaje, siguen hasta una ciudad cercana, allí se queda en una casa a la espera de viajar a Madrid, donde le espera su primo.
La misma noche de la llegada la policía viene a la casa, Hassan es un antiguo conocido de la misma, no solo se dedica al tráfico de personas, son detenidos, y trasladados a prisión.
Llora Adbdellah en el furgón que lo traslada a la cárcel, se acuerda de sus padres, cuanta amargura hay en su llanto de niño, que desesperanza ante su futuro incierto.
Entra la mañana a través de las rejas de la celda, el chico de Tata sigue soñando.
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