Cuando rechazar un ascenso laboral
Desde mi punto de vista la palabra clave a considerar en estos casos es la de empleabilidad, si ese ascenso aumenta la misma ¡Adelante!, Sino...: ¡Mejor salirse por la tangente!.... O, si ello no se puede hacer, aceptar, pero buscarse otro trabajo lo mas rápidamente posible... Hay ascensos envenenados... los hay de “progreso lateral”..., los hay que parece lo son y te llevan a una vía muerta.... otros te llevan a un fracaso por pedirte cosas imposibles o para las que no te dan los recursos necesarios...y muchos no llevan aparejado ni salario mayor ni reconocimiento real...
No se trata de rechazar un ascenso porque se quiera tener una seguridad jurídica, de medios productivos y humanos, económica y financiera absoluta, esa seguridad, el inteligente sabe que no existe y el éxito solo se remunera si ha comportado y comporta de cara al futuro, un riesgo, pero ese riesgo es preciso evaluarlo hasta donde humanamente, por la experiencia comparada y en especial por sentido común, se pueda. Lo que sí es cierto es que, ante quien nos propone el ascenso, nuestro rechazo genera en él una frustración, por lo que debemos calibrar bien el mismo en nuestra situación futura.
Ante un ascenso hay que saber si la propuesta viene como consecuencia de una práctica estadísticamente exitosa por nuestra parte, en cuyo caso es lo que habíamos buscado, y rechazarlo sería perder una oportunidad que no suele volver, o bien no queríamos exactamente ese puesto que nos proponen, pero el mismo sí es una posición que nos acerca a nuestro objetivo final, en cuyo caso también debemos aceptar, o por el contrario es algo inesperado, poco consistente en relación con nuestro saber, experiencia y tiempo dedicado a la profesión, lo que nos debe hacer dudar cuando menos, pues hay ascensos que se ofrecen porque no se tiene a nadie mas adecuado para el puesto en ese momento y la urgencia obliga a intenta probar y ver si se da la suerte... La tentación de aceptar, junto a la satisfacción del ego, y el saberse con mayor remuneración, hacen perder la cabeza a más de uno, pero la regla debe ser la de la empleabilidad.
Si no estamos suficientemente preparados, y para esto no siempre los estudios de grado y postgrado son suficientes, podemos encontrarnos que acumulemos error tras error lo cual, unido a la aparición, dentro o fuera de la organización, de la persona adecuada, en muchas ocasiones a menor coste, dará con nuestra persona en el instituto de mediación laboral más próximo con la carta de despido, (“improcedente” por supuesto...), en el bolsillo...
Y entonces viene lo de como justificar, en el currículo de cada uno esa salida o los continuos “zig-zag” que tienen muchos profesionales. Errores de aceptar ascensos los he visto de lo más curiosos: hay directores generales que solo han tenido uno o dos puestos anteriores a ese y menos de cuatro años de vida profesional y que tras su fracaso luego se ofrecen para vendedores o ejecutivos de cuentas, que es lo que eran antes o serían ahora, en una carrera profesional lógica. No quiero decir que no puedan llegar a serlo sino que lo han hecho a destiempo y sin preparación.
Otra cuestión en los ascensos es la necesaria humildad con uno mismo para saber de las propias limitaciones y no incurrir en lo que comúnmente se llama el “principio de Peter” que lleva a que uno alcance lugares inadecuados sin servir para ello o tener cualidades para el mismo... esto sería más achacable al que propone ese ascenso o a aquellos dirigentes que promueven a buenos profesionales o técnicos a puestos de mando sin haberlos preparado para ello o sin que esos profesionales hayan desarrollado sus cualidades. Mandar es algo sutil que requiere voluntad y vocación en el que lo debe hacer, cualidades de dedicación hacia los demás, preocupación por las personas, saberse desprender de bastantes de las ataduras de relación con los que hasta entonces eran tus iguales..., tener autoridad otorgada por los colaboradores, lo cual es distinto de poder otorgado desde arriba, (que es necesario pero que sin lo anterior suele llevar al fracaso), significa mayor dedicación, capacidad de aprendizaje, buen nivel técnico en la materia que se trate... y, todo eso, no siempre se tiene en un momento dado, en especial porque muchas empresas no dan “escuela” para formar a nuevos mandos y mandar no es solo cosa de cursillos, sino de vivencias y de ejemplos transmitidos desde los actuales mandos... Aquí volvemos a encontrar la palabra empleabilidad: hay que moverse, dentro o fuera de la organización, buscando ese aprendizaje del liderazgo y del buen mandar que nos permitirá aceptar mejor, en su momento, una posición directiva.
La cuestión familiar y personal también entra en la consideración del aceptar o no un ascenso, pero inteligentemente, con ello quiero decir que la vida en pareja o la educación de los hijos, debe de verse dentro de ese contexto de empleabilidad. El que los dos de la pareja trabajen hay que verlo hoy como algo normal y por ello en ocasiones uno deberá ceder en aras del progreso del otro. El encontrar un trabajo en otra ciudad, región o país para el otro miembro de la pareja, si eso va unido a un ascenso y a un progreso personal y profesional de la otra persona, no debe ser óbice para que la misma lo rechace, por esas razones profesionales de la situación del otro u otra, máxime cuando internet te permite ver el mercado laboral en ese nuevo destino y disponer de ofertas en esa nueva ubicación de modo inmediato y con respuestas casi instantáneas.
Muchos rechazan un ascenso porque les supone aceptar una movilidad geográfica que no les gusta, pero eso casi siempre lleva a una minoración de las posibilidades de promoción y mucho de la empleabilidad, es verdad que la flexibilidad que hoy en día exige la vida económica puede afectar a muchas de las relaciones familiares y sociales tal y como hoy las conocemos, así lo han puesto de manifiesto en sus investigaciones publicadas en los libros: “La era de la información” y “El trabajo flexible” los sociólogos y psicólogos Manuel Castells y Martín Carnoy. Pero, si bien los que empezaron su vida laboral en los setenta habrán tenido una movilidad geográfica baja, las nuevas generaciones del siglo XXI seguro que deberán pensar en cambiar más de 10 veces de trabajo, sector, lugar y país, so pena de un estancamiento profesional evidente y una empleabilidad baja.
Tea-Cegos, S.A.
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