En memoria de mis mascotas
Recientemente conversaba con una persona, (que no vale la pena mencionar su nombre) sobre lo ocurrido con el hurto en una veterinaria de nuestra capital, y el secuestro de las mascotas, producido también en ese recinto. La persona en mención me decía: “Que tanto se preocupan por unos cuantos animales, tanto escándalo por unos perros y un gato” Yo le pregunté “¿Tu, alguna vez has tenido una mascota?”, “¡No!, me respondió. “Entonces no sabes lo que significa eso” le contesté
Ciertamente es necesario haber pasado por la experiencia de sentir a nuestro lado, la compañía de un perro o un gato, para comprender de qué se trata todo este cariño desinteresado de los animales hacia nosotros. En lo particular pienso que todo ser humano debería en algún momento de su vida (y si es en la infancia mejor) tener esa experiencia. Experimentar como estos animalitos (en especial los perros, porque los gatos son un poco más independientes) Nos dan su afecto sin condiciones. Los incrédulos en el asunto dirán: “Los animales no tienen sentimientos”
A modo de anécdota podría narrar una experiencia interesante para reflexionar en mi vida. Antes de casarme con Adriana (mi hoy esposa), siempre escuchaba hablar a las personas supersticiosas, diciendo que los gatos eran el reflejo del “diablo” y de alguna manera e inconscientemente sentía repulsa hacia estos animalitos. Siempre de soltero tuvimos la compañía de un perro, (y a veces hasta dos) en nuestra casa con mis hermanos y mamá. Cuando me casé, pasé a vivir al domicilio de mi esposa, y ella tenía un gato de nombre “Mini” y para mí era un poco extraño convivir con un animalito de esta naturaleza. Pero rápidamente pude llegar a tener cariño por él. Pude darme cuenta que los gatos son completamente diferentes a los perros en lo que se refiere a demostración de afecto, y muchas cosas más. Pero igual el gato demuestra su afecto de diferentes maneras. El “mini” cuando lo cargaba, me daba cabezazos en la cara, y ronroneaba. Mi esposa bautizó a este acto como “cachichos” y de esa manera el “Mini” me demostraba su afecto y aceptación en la familia. Después del “Mini” tuvimos otro gato de nombre “Fígaro” y después una parejita de raza siamés, de nombres “Fígaro” y “Mini”
A la persona del primer párrafo, le diría que tiene que pasar por esa experiencia para cambiar de modo de pensar. Tiene que experimentar la pérdida de uno de estos compañeros de cuatro patitas. Tiene que llorar como criatura, cuando parten de este mundo al cielo de las mascotas. Tiene que sentir verdaderamente todo esto para que pueda entender a las personas, que como nosotros queremos mucho a las mascotas, nuestras, y de otros. Y por si acaso, los hombres también lloran.
Andrés Arbulú Martínez
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