La pregunta que no formuló Kant
Foucault sentenció que el concepto de Hombre era una idea puramente kantiana. Sus preguntas: ¿qué puedo conocer?, ¿qué debo hacer?,¿qué me cabe esperar?, eran muy complejas y la empresa de hallar respuestas, homérica. La máxima aspiración en su estrategia, de hallar su algoritmo particular,condujo a Kant a la senda del conocimiento, y Hegel posteriormente y en palabras de Carl Smith, se encargó de llenar de contenido la formalidad kantiana aspirando a la razón. Después de ellos ningún pensador ha sido capaz de idear sistema filosófico alguno.
Tal vez Kant, pese a que Hume le había despertado de sueños dogmáticos, se dejó en el camino preguntas más sencillas.
¿Por qué priorizamos en nuestras vidas actitudes absurdas frente a las útiles? ¿Por qué respondemos mediante mecanismos de conductas aprendidas que siempre nos han llevado al fracaso? Obviamente Kant se defendería aduciendo que el comportamiento humano es tan impredecible que mejor apartarlo de debates aéreos, y que no era de su agrado dejar a los profesionales de la Psicología y de la conducta con los deberes hechos.
¿Por qué una mañana de descanso, anteponemos la limpieza de la casa y eliminación del polvo antes que echar un polvo? ¿Por qué nos pasamos la vida sin declarar nuestra atracción por esa persona que tenemos en nuestra mente? ¿Por qué no aprendemos nunca a decir NO?¿Por qué nos decantamos por una disciplina universitaria que no es de nuestro agrado? ¿Por qué seguimos llamando compañero en el trabajo a quien sabemos que nos está traicionando y haciendo la puñeta cuando no acosando? ¿Por qué seguimos votando a la misma formación política que nos ha decepcionado cuando llega al poder tantas veces? ¿Por qué seguimos con la televisión encendida y haciendo zapping cuando nos aburre la programación, en lugar de apagarla?
La lista puede ser interminable, como interminables también serían las excepciones de actitudes que nos llenan de vitalidad y alegría de vivir.
Ahora bien, lo significativo es ahondar en un hecho: el ser humano como decía Freud es un ser ortopédico, que ha de apoyarse en las muletas de los comportamientos, prejuicios e idelogía adquiridos a la hora de vivir. Por ello igualmente, el anhelo de Weber de crear una ciencia objetiva, con pura asepsia normativa de valores, resultó infructuosa y no podemos desligar sabiduría, conocimiento, ciencia o decisión alguna fuera de un marco de valores.
La actitud ante la vida del común de los mortales es desarrollar el hábito de vivir sin meditar, sin reflexionar, sin pensar, al modo de autómatas. Decía Proust que el viaje más alucinante de nuestra existencia sería aprender a ver la vida con otros ojos. El refranero popular está lleno de sentencias que confirman esta postura: el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, sostenella y no enmedalla, entre otras. Bacon, por ello, afirmó que la verdad sale más fácilmente del error que de la confusión, porque en definitiva el error presupone ausencia de luz e ideas, y la confusión desorientaciones fácilmente salvables encontrando al final el camino adecuado.
Cuando focalizamos nuestra atención, estamos afectados por un ver qué, es decir, seleccionamos aquello que nos trae cuenta con arreglo a nuestro interés. Imaginemos una máquina expededora de tabaco. Al usuario lo único que le interesa es verificar que su marca de cigarrillos se encuentra disponible al objeto de satisfacer su necesidad; al responsable del establecimiento, cumplir con la normativa vigente y que la máquina devuelva correctamente el cambio y expenda cajetillas; por el contrario al técnico de mantenimiento, le interesa el correcto funcionamiento de los engranajes, y a los inspectores del Estado, el control de venta sólo a mayores de edad y si está en regla el documento que habilita su venta.
El sueño de Kant era la aspiración de la mayoría de edad, atreverse a pensar, sapere aude, que en definitva es el germen de la Ilustración en la medida en que implica un proceso que va desde el conocimiento, al uso público del mismo y a su posterior interiorización en el ser humano. Tal vez por ello, Volteaire, nos recomiende que el único camino que nos queda es cultivar nuestro jardín, cuando comprueba que va a dejar este mundo tan estúpido de cómo lo encontró.
Si Kant hubiese sido consciente de la imposibilidad de superar la patanería tal y como concluyó Voltaire, se hubiese preguntado ¿por qué lo obvio es lo que más nos cuesta ver? Auténtica paradoja de nuestra vida, en otras palabras: ¿es irracional ser racional, es decir, comportarse humanamente?
Si nuestro medio de adaptación biológica es la cultura, ¿es absurdo y contrario a la razón asumir los roles que la sociedad (en definitiva la cultura), nos impone? Auténtica contradicción del ser humano. La razón, milagro de nuestra existencia y evolución, termina sirviendo a la sinrazón.
Antonio Román Sánchez
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