Burbuja o burbujeante?
En las últimas semanas, si hubo un tema que ha estado en boga en los programas periodísticos, ese es el debate surgido sobre el área de la construcción.
Un conflicto entre inquilinos, inmobiliarias y propietarios, pone de manifiesto una realidad en Argentina: la poca flexibilidad crediticia para la población de clase media ha disminuido los índices de adquisición de viviendas propias y por tanto ha subido la demanda de alquileres, y en consecuencia sus precios.
Los sensacionalistas hablan ya de una burbuja, fenómeno similar a la tendencia de los mercados inmobiliarios de Europa en la última década. Sin embargo, los analistas del presente escenario de bienes raíces aseguran observar una situación diferente, que lejos de manifestarse como conflictiva, la encuentra estable e incluso en un momento óptimo:
El auge de la venta de propiedades en Buenos Aires en el extranjero, con todo el capital internacional que ha ingresado con la adquisición de departamentos en nuevas torres y edificios; más el éxito que ha tenido el campo argentino en los últimos años, especialmente gracias a la gran rentabilidad de la exportación de soja; han consolidado el consumo de proyectos inmobiliarios para públicos con alto poder adquisitivo.
De hecho, el boom con el desarrollo fugaz de Puerto Madero, y la internacionalización del mercado de propietarios en otras zonas importantes de la ciudad como Recoleta, en expansión con nuevas construcciones de propiedades modernas y de lujo, hablan de un momento de esplendor del mercado de bienes raíces de Buenos Aires, donde los compradores aprovechan la tendencia positiva en el valor de los terrenos, para adquirir propiedades de primer nivel a precios bajos, o realizar inversiones inmobiliarias.
Esta suba de precios tiene pronóstico de cese para los próximos meses: el nuevo plan del gobierno para proveer, a través de créditos nacionales y planes financiación, de nuevas alternativas para que los inquilinos puedan acceder a sus viviendas propias, frenaría la demanda de alquileres y daría impulso a la construcción de propiedades menos ambiciosas.Por el momento, los cielos de Buenos Aires se reflejan en imponentes rascacielos, que rebajan sus expectativas tratando de invitar a interesados de toda la ciudad y el mundo.
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