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¿De la Imposiblidad de Hablar de Dios en la Filosofía Actual?

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¿De la Imposiblidad de Hablar de Dios en la Filosofía Actual?

Creación Libre

"De la imposibilidad de hablar de Dios en la filosofía actual"

 por:

Pablo López Guzmán

María Rebeca Flores Marín

Leobardo Chipahua Zoquitecatl

Introducción

 

En el presente documento se presentarán diferentes aspectos que argumentarán la imposibilidad de Dios en la filosofía. No se traerá forzosamente el argumento de su inexistencia, pues no es su mérito, sino de exponer que a Dios sólo lo aborda la Teología y la Religión. Esta separación que se hace entre la filosofía y Dios no implica un abismo que haya que llenar, sino tan solo que Dios no es el objeto central de ningún tipo de sistema que se llame filosófico.

 

        Se hablará en tres momentos, en que se tratará de la concepción filosófica primaria de Dios; del Dios racional y no teologal religioso, del Dios que sostiene argumentos pero no del que sostiene creencias. De su lugar en la filosofía y lo respecta a los niveles de la vida moral. La axiología como rama de la misma filosofía.

 

        De la separación de la que se habla no es en el sentido de desprecio, ni mucho menos, la única razón es proponer a Dios sólo como ha surgido en el pensamiento filosófico y no con interpretaciones que ayuden a otra interpretación de la vida, del mundo-universo y del mismo hecho de Dios. Este argumento que se propone no es, en ningún momento, el postulado para una corriente filosófica, de hecho se trata de una estricta manera de concebir a Dios, como lo que es, un hecho, y no ninguna adjetivación que es observada en el hombre.

 

 

Dios en la Filosofía

 

Dios se hace presente en la filosofía por los argumentos platónicos sobre su existencia y su puesto en el universo. Platón necesariamente afirma la existencia de Dios por su principal argumento: la inmortalidad del alma, postura que después defenderán sus seguidores, San Agustín siendo uno de los más excelentes entre ellos. Aún siendo el soporte de su principal argumento, Platón no hace el centro de su pensamiento a Dios. El razonamiento de Platón no lleva estrictamente hablando a un monoteísmo; ni siquiera a un creador, sino a aquel hacedor, arquitecto del mundo, siendo así no otra cosa que el alma de mundo[1]. La proyección del mundo perfecto.

 

Con Platón se puede decir que nace la Teología Natural, como una serie de verdades demostradas sobre el ser de Dios y su existencia. En el capítulo X del diálogo “Las Leyes” aparece el contenido de esta disciplina filosófica[2].

 

Platón filosóficamente se presenta como monoteísta, pero oficialmente se presenta como politeísta. Considera a los dioses olímpicos como hechura de Dios. Con ello se logra alcanzar que la existencia de Dios en Platón es necesaria sólo para su argumento, así la filosofía platónica no tiene otro carácter que el de postularlo como aquella superioridad sobre los otros que actúan en el mundo[3]. Estas cuestiones a la filosofía solo le son válidas en la vía dialéctica hacía Dios, que no es sino la ascensión de hipótesis en hipótesis hasta el último fundamento de ser, el cual está propiamente más allá del él.

 

Así la afirmación de Dios y su participación en la filosofía de Platón no da ningún salto a la adjetivación de Dios, tal adjetivación le conviene como objeto de estudio a la teología, o en todo caso, a un nivel inferior en los aspectos de la religión.

 

Siguiendo a Platón, sin tratar de hacer una interpretación o adecuar su pensamiento se dirá que no concibe a Dios de otra manera que no sea estrictamente como aquel fundamento perfecto, al que Aristóteles seguirá con la noción de movimiento, que tendrá que sujetarse a los principios de causalidad: Lo movido es movido por otro, así con la tendencia hasta el infinito[4], hasta alcanzar su origen.

 

Concretamente Aristóteles no abordará por entero a Dios más que en sus argumentos lógicos, el principio de causalidad logrará acceder a él, aunque lo hace solo como aquella causa primera con la cual la filosofía no esta contradicha. Cierto es que varios siglos después el fraile Tomas de Aquino adecua el pensamiento aristotélico para explicar la existencia del Dios religioso, aunque sus vías no hacen creer a incrédulos ni aumentan la fe de los que ya son creyentes.

 

Con Plotino se alcanza una idea de Dios en que la filosofía le concibe sólo como aquel Uno del cual Platón había hablado. La filosofía de Plotino es el resultado de dos doctrinas. Por un lado se escinde el ser en dos niveles: a) el sensible y b) el suprasensible; por otro, se emprende la tarea de llenar este abismo de separación recurriendo a una serie de escalones intermedios. Aquello lo comienza con una discriminación de Dios no solo en relación al mundo, sino en respecto del ser en general. Ningún predicado de los conocidos en el mundo es aplicable a Dios, ni sensible, ni material, pero ni aún categorías espirituales pueden predicarse de él; pues por ser la esencia del uno creador,  no es ninguna de las cosas. No es por tanto algo cualitativo, ni cuantitativo, ni espiritual, ni alma; no es algo movido, ni algo en reposo; no está ni en el espacio, ni en el tiempo, ya que esas nociones se adhieren a los seres por el hecho ser una pluralidad[5].

 

Según el pensamiento de Plotino sólo el Uno se adecúa perfectamente a la idea de Dios, sólo eso, ningún otro adjetivo que muestre, como ya se mencionó, que sea misericordia, amor, perdón, redención, estas atribuciones de hacía de Dios que hacen algunos religiosos los atribuyen a él porque se encuentran en el hombre y, como Dios es la aspiración perfecta, debe tener en sí todas las perfecciones a las que el hombre no accede.

 

Los límites de Dios en la Filosofía

 

Retomando lo dicho anteriormente, Aristóteles llama a Dios causa de todo movimiento, y la suma adecuación de la bondad de las almas, pero no de otra forma para darle calificativos como la misericordia, el amor, el perdón. Como ya se dijo, serán la teología y la religión las que hagan dichas interpretaciones. Aún cuando la filosofía estudia la religión, su objeto en este caso no es Dios, sino el hecho religioso.

 

Tomás de Aquino, que sigue la filosofía aristotélica, logra sostener su pensamiento religioso recurriendo a las causas para explicar la actuación de Dios sobre el hombre, pero esto se sostiene en la creencia religiosa y no solamente en la afirmación de un motor inmóvil[6].

 

Se puede tener el atrevimiento de decir que durante la Edad Media, la se convirtió en una especie de teología racional, donde todas las preguntas encontraban a Dios como respuesta y donde Él se encontraba en el centro de toda reflexión. Esta situación cambia con el periodo moderno de la filosofía: Ahora las preguntas se hacen acerca del hombre, dejando a Dios como una explicación de originalidad y haciendo de sus atributos tarea de la teología o la religión.

Se llevaba mucho tiempo discutiendo sobre los límites del conocimiento humano, pero poco se hablaba de los límites de ese conocimiento respecto a Dios. O se le daba por hecho o se dejaba al aire nuestra capacidad para conocer su naturaleza. Era necesario determinar en qué momento Dios deja de ser asunto de la filosofía.

 

Esta frontera es trazada por Immanuel Kant, quien ya desde la introducción a la Crítica de la Razón Pura deja en claro a qué se deben limitar los filósofos: “Deber es de la filosofía el disipar los engaños producidos por la mala inteligencia, aunque para ello sea menester destruir las más queridas y encantadoras ilusiones”[7], así mismo, pretende una metafísica liberada de todo dogmatismo.

 

Es en la Crítica de la razón práctica que Kant termina de hacer la división: Hay realidades a las que la razón pura ya no puede acceder por “la antinomia en que cae inevitablemente cuando quiere pensar lo absoluto en la serie del enlace causal, concepto que sólo podía formular proble­máticamente -como no imposible de pensar-, pero sin asegurar su realidad objetiva, antes bien únicamente para no ser impug­nada en su esencia y precipitada en un abismo de escepticismo porque se pretendiera que es imposible lo que por lo menos de­be considerarse como concebible”[8].

 

Con todo lo dicho anteriormente, se puede resumir la postura que se pretende defender en dos puntos:

 

Para la Filosofía es imposible afirmar o negar la existencia de Dios de manera contundente Si se pudiera hablar de Dios en Filosofía, se podría hablar –no sin problemas – del creador de todo cuanto existe y sin intentar llegar a más, pues ya son cuestiones que corresponden al dato revelado o a la creencia personal.

 

En el plano estrictamente racional son pocas las cosas que podemos decir de Dios, pues la razón no puede ni debe pretender realizar afirmaciones respecto a realidades que rebasan por completo su capacidad. Esto no significa que la razón tenga que conformarse con lo material, no se niega la existencia de cosas inmateriales, pero la filosofía sólo podrá reflexionar sobre lo que el hombre puede percibir en sí mismo; Dios, entendido como aquella Suma Perfección está fuera del alcance de la racionalidad humana, no sólo en cuanto atributos, sino su misma existencia.

 

Por lo mismo dirá Kant acerca de la ley moral fundada en Dios: “Las ideas de Dios e inmortalidad no son condiciones de la ley moral, sino solamente condiciones del objeto necesario de una voluntad determinada por esta ley; es decir, del uso meramente práctico de nuestra razón pura; por lo tanto, tampoco de esas ideas podemos sostener que conocemos e inteligimos, no diré solamente la realidad, sino ni siquiera la posibilidad”[9].

 

Dios fuera del centro de la filosofía

 

Retomando el aspecto moral, en el cual, sobre todo la postura de Tomás de Aquino y las leyes religiosas tratan de postular a Dios como el fin último de la perfección del hombre, se aprecia que no se permite dicha perfección en esta vida, situación que no es otra cosa que la idea religiosa afirmada por la necesidad de argumentar la inmortalidad del alma. La conciencia dicta al hombre el actuar, pero ¿quién educa a la conciencia? Cualquiera que sea la religión del hombre en su mayoría va encaminada a este fin.

 

        Dice John Hosper que “el punto de vista más difundido –por lo que se refiere a los criterios de lo bueno o malo, lo justo y lo injusto- es que Dios ha decretado ciertos mandamientos que el hombre debe de obedecer” [10], y, en verdad, la manifestación de la voluntad de Dios a través de los mandamientos ha sido la norma moral a seguir para un  gran número de creyentes a través de todo los tiempos, haciendo depender, de esta manera, la moral de la religión[11].

 

Si se tiene un credo religioso definido, normar la vida a él podría resultar satisfactorio; en el caso contrario, o si  tomamos en cuenta a los ateos, ¿a qué reglas morales deben adherirse? O ¿no tienen regla moral? Y dejando a los ateos, a aquellos que no han tenido ese acceso a Dios, ¿quién rige su vida moral? Ya sea por cultura o por cualquier otra razón, según los criterios religiosos el hombre debe seguir la ley que se encuentra intrínseca en el hombre, pero ¿si a tal hombre que no ha sido civilizado, su conducta le dicta cometer actos caníbales a un extranjero civilizado quien juzga tal acto? porque no se trata de que a tal o cual hombre se le va a castigar por sus actos en la otra vida, o a premiar por los mismos. Deja de ser asunto de la filosofía para volverse tema de la teología o la religión[12].

 

En el campo de la axiología que le pertenece a la filosofía, no es Dios centro u objeto central de la vida moral y los valores. Por tanto la filosofía puede estudiar la vida moral del hombre, pero no a Dios en tanto es quien rige tal vida moral o de valor.

 

En cuanto a la cultura, para Marx mucha gente sólo se determina o se conforma en este Dios, situación que, una vez más, si es tratada por la filosofía, lo es sólo en tanto reflexiona sobre tal o cual hombre, no sobre Dios en sí mismo.

 

Los argumentos de la existencia de Dios o no son más que tautologías carentes de sentido o son argumentos de la existencia de la autoconciencia esencial del hombre y explicaciones lógicas de la misma. El modelo de esta tautología es el argumento ontológico, que no dicen otra cosa sino que se representa uno mismo realmente es una representación para uno mismo. En este sentido tuvieron existencia real todos los dioses, pues tanto el Apolo de Delfos como el viejo Moloch ejercieron influencia real en la vida de sus adoradores.

 

La idea de Dios está, fuera del ámbito de la razón y de la filosofía, la cual es, por lo mismo, una crítica de la religión. Marx considera la idea de Dios más que como una reproducción de las cualidades humanas, una caricatura del hombre causada por la indigencia. Marx acepta, pues, el concepto de alienación religiosa descrito por Feuerbach. La religión no es más que la proyección  del ser del hombre en un mundo ilusorio; con ello se aliena a sí mismo.

 

El ser humano no es el producto de los dioses, sino más bien lo contrario, los dioses son el producto de los seres humanos: la religión es una invención de los seres humanos, el resultado de aplicar atributos trascendentes al mundo conocido, al mundo material y sensible, la duplicación trascendente de este mundo terrenal. Una vez creado ese mundo trascendente de la religión, se produce una extraña inversión, por la que se intercambian los papeles del creador y de la criatura, que da lugar a la alineación religiosa. En el caso del cristianismo, pues, resulta que no es Dios quien crea al ser humano, sino el ser humano quien crea a Dios. Ahora bien, una vez creado Dios, los seres humanos no lo ven como su propia imagen, sino que lo conciben como algo superior, hasta el punto de invertir completamente la relación de semejanza, creyéndose ellos imagen de Dios, y terminando por someterse a él. [13]

 

De toda esta teoría podrá hablar la filosofía, pero si se pone atención, no habla de la relación del hombre con un Dios creador, más bien habla de cómo el hombre busca la relación con algo más allá de él…ese algo que esté más allá está totalmente fuera de los límites de la razón, por lo que la filosofía no puede hacer más que especular.

 

Conclusión

 

Con lo dicho anteriormente se puede decir que si la filosofía ha podido acceder a Dios mediante el uso de la razón, es sólo en el aspecto de su existencia, aunque claro, habrá variaciones en la su noción y concepción. La imposibilidad de hablar de Dios en filosofía no declara una privación de la misma hacia Dios, no se trata de un límite de la filosofía con Dios, sino al contrario, es Dios quien tiene un límite en la filosofía, límites marcados por las adjetivaciones ya mencionadas.

 

        Kant ha hablado por última vez y en definitiva sobre Dios, ahora  ya no es el centro de la filosofía como en la Edad Media, cuando se habla de Dios se hace solo en referencia de otra situación y no de otra cosa, situación que variará de acuerdo con las diferentes interpretaciones que se tenga de Dios en la diferentes culturas y religiones, mismas que serás estudiadas por al filosofía en la filosofía de la cultura y el la filosofía de la religión.

[1] HIRSCHBERGER Johannes, Historia de la Filosofía I, Herder, Barcelona, 1968, pág. 140

[2] VARGAS de la Torre, M., Platón, ¿Creador de la Teología Natural?, UAG, Guadalajara, 2003, pp. 7-11

[3] HIRSCHBERGER Johannes, op. cit. pág. 141. Si bien no se impone de un modo absoluto y necesario esta interpretación, ya que el alma de mundo existe antes del cosmos (sólo como hacedor, pero no como rector ni siquiera de la objetiva vida moral, porque no todas las conciencias aceptan a Dios para su bien actuar), y lo psíquico antes de lo largo y lo profundo, que permitirá la trascendencia de Dios.

[4] HIRSCHBERGER Johannes, op. cit.  pp. 140-142

[5] HIRSCHBERGER Johannes, op. cit. pp. 158-169

[6] VÁZQUEZ Barragán, H, Antecedentes de la Filosofía I, DGB, Ciudad de México, 2005, pp. 25-30.

[7] KANT, Immanuel, Introducción. En publicación: Crítica de la Razón Pura, Tomo I, Colofón, México, 1989, pág. 58.

[8] KANT, Immanuel, Prólogo. En publicación: Crítica de la Razón Práctica, Editorial La Página, Buenos Aires, 2003, pág. 4

[9] Ibid, pág. 5

[10] HOSPER, John La Conducta Humana, Tecnos, Madrid, 1964, pág. 54

[11]Ibid. pág. 54

[12] PÉREZ Nowaihed, Leonor,  Filosofía III, DGB, Ciudad de México, 2007, pp. 48-52

[13] cfr.URDANOS, Teófilo, Historia de la filosofía, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2000, pp. 87-92

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