Curso de Alemán Avanzado en el Instituto Goethe. Nuevo método innovador: la Plataforma de Aprendizaje
En el mes de enero, hace dos años, me matriculé en un curso de alemán en el Goethe Institut de Lima. El curso era del nivel superior –Oberstufe es su nombre en alemán– y tuvo una duración de ocho semanas. Las clases se dictaron los sábados de ocho y treinta de la mañana a doce del mediodía, con un descanso de treinta minutos.
Nos habíamos matriculado catorce alumnos, de los cuales seis eran alumnas. Nuestro profesor fue el ciudadano alemán Markus Maier, periodista de profesión y, a la sazón, profesor del Goethe.
El precio del curso era de ciento quince dólares aproximadamente, más el costo del libro que era de unos veintiocho dólares.
Como alumnos de la Oberstufe teníamos derecho al uso de la Biblioteca sin costo alguno. De otro modo el derecho al uso de la Biblioteca cuesta unos veinte dólares al año. También teníamos derecho al uso del Centro de Autoaprendizaje, el cual es un salón en donde se encuentran computadoras y equipos de audio para la práctica del idioma. En las computadoras se ofrecen gran cantidad de ejercicios para resolver y que ayudan en el aprendizaje. Con los equipos de audio podíamos ejercitar la escucha del idioma así como su pronunciación.
El método utilizado por nuestro profesor, Markus, consistía en la elección de temas, por él naturalmente, que eran discutidos en clases y en los cuales dábamos nuestra opinión. También nos hacía leer artículos, no tan extensos, con lo cual aprendíamos nuevas palabras y ampliábamos nuestro vocabulario.
Pero un método innovador que introdujo para aquel curso fue el de la Plataforma de Aprendizaje (Lernplattform), mediante la cual todos los alumnos estábamos conectados unos con otros a través de Internet y, además, con el profesor. Esto hacía que no sólo aprendiéramos el día de clases que eran los sábados, sino, también, los demás días de la semana y nos mantenía ocupados. Los domingos Markus nos daba una tarea que debíamos resolver en el lapso de cuatro días. Esta tarea consistía en opinar sobre algún tema y enviarle nuestra opinión por escrito, todo a través de la plataforma. El luego nos enviaba las correcciones, un día antes de clase, es decir los viernes, y allí podíamos ver qué errores podíamos haber cometido y las recomendaciones del profesor para corregirlos. Estos mensajes y comentarios eran vistos por todos los alumnos.
Una de las tareas que nos dio en la plataforma fue la de escribir un guión corto. Para ello el nos formó en parejas, cada una de las cuales debía crear y escribir una historia. Naturalmente, en este caso, a excepción del profesor, ninguna pareja podía ver lo que estaba escribiendo la otra. La historia que hice me tocó escribirla con Adriana, quien ya llevaba cuatro años aprendiendo alemán en el Goethe y, lo pronunciaba tan bien y tan fluido, que yo creía que ya había estado en Alemania, pero cuando le pregunté sobre ello me dijo que no y que todo lo había aprendido en el Instituto. Algunos de los otros alumnos no habían alcanzado aún ese buen nivel de conocimiento y se les notaba, sobre todo, cuando tenían que expresarse en alemán. La mejor historia fue elegida por la votación de los alumnos y nosotros ocupamos el segundo lugar. El primer lugar lo ocuparon Johanny, quien venía de Pozuzo, antigua colonia de inmigrantes alemanes en medio de la selva peruana, y Freddy.
En los descansos íbamos a la Cafetería que tenía una terraza al aire libre y donde nos sentábamos en grupos a conversar, mientras tomábamos café y comíamos algún bocadillo. Las instalaciones del Instituto eran cómodas y confortables. Gran parte del mobiliario había sido traído directamente de Alemania. También tenía un auditorio en donde se podían ver películas en alemán, escuchar conferencias, ver teatro y, también, grupos artísticos algunos de los cuales eran alemanes.
Finalmente, al terminar el curso, luego de recibir nuestro certificado, noté que mi alemán había mejorado y que había ganado en conocimientos.
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