Lo retro: el gusto por el pasado
Lo retro está de moda. En la moda vuelven tendencias de hace décadas, en la música el vinilo ha recobrado una vida que parecía perdida y es señal de edición cuidada, y en la decoración no podía ser menos. En las ciudades cada vez abundan más los bares con decoración retro y no se puede decir que sean ni mucho menos minoritarios.
Nos gusta recordar. Viajar al pasado para revivir momentos ya casi olvidados o incluso ir más allá, trasladamos a un momento histórico ni tan siquiera vivido, del que sabemos sólo a través de la películas que hemos podido ver o los libros que hayamos leído. Sin embargo, esa sensación de estar donde no nos corresponde, de tocar algo que nos debería estar vedado, es algo sumamente estimulante.
Los bares y restaurantes con decoración retro es lo que tratan de conseguir. No sólo estimularnos a través de la comida (que no nos engañemos, sigue siendo lo principal) sino a través de la imaginación. El oeste, los años 50 o 60… Son todas épocas que están en nuestro imaginario colectivo y son muy atractivas.
Pero hay más, también podemos encontrarnos en un bar, al que accedemos tras bajar unas escalerillas, y encontrarnos con aquél mítico Cheers, aquél garito de la sitcom homónima que tanto nos hizo reír (y que recientemente está en boca de todos por una fallida serie española).
De lo que se trata, como podemos ver, es de estimular nuestra imaginación desde el principio. Desde que entramos por la puerta y vemos en las paredes a aquellos detectives solitarios creados por Dashiell Hamett y que luego el cine recreó también (cómo el Sam Spade del Halcón Maltés). ¿Cómo no sentirse atraído? ¿Cómo no sentirse como un voayer que mira todo a través de un agujero, sin que nadie le vea? O mejor, ¿cómo no sentirse parte de aquella época, compañero de fatigas de ese detective malcarado o seducido por aquella femme fatale de piernas interminables o…
Es por ello, porque nos gusta, porque es divertido y atractivo, que cada vez más hosteleros se pasan a lo retro, decoran su bar o restaurante como si de otra época se tratara, en el que al entrar, de la segunda década del siglo XXI nos trasladamos a otra más remota, menos precisa, más alejada de nosotros y, por eso, sumamente estimulante.
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