Educación, valores y vocación de servicio público

Ante el precario panorama económico, social y político, son muchas las preguntas que nos planteamos: ¿cómo es posible haber llegado a la situación de crisis  actual?, ¿cuáles han sido las causas y la incidencia en la misma de los mercados financieros, las estrategias especulativas, el derroche económico, la inaceptable gestión política..? Lo que sí deducimos con meridiana claridad, es la incapacidad manifesta de previsión y anticipación, tanto por parte de los políticos nacionales como de los que ahora se erigen en principales hacedores de las soluciones a nivel europeo. No se ha sabido, y lo que es más grave, no ha existido la más mínima intención de estar a la altura de las circunstancias. No se puede hilvanar metódicamente una praxis política encaminada prioritariamente a ganar elecciones, mientras se desecha por completo la eficacia gestora. Particularmente estoy convencido de que son muchos los aspectos a aclarar y copiosa la adulteración de la información transmitida sobre los orígenes de esta crisis.

Desde mi punto de vista, la noble actividad política está sufriendo un lamentable deterioro, debido a la pérdida de credibilidad moral de todos aquellos que deberían tener como premisa fundamental, velar por el buen funcionamiento del sistema democrático para procurar el bien común. Muchos de nuestros políticos han optado de antemano,por anteponer la erótica del poder a la gestión honesta e impoluta de sus reponsabilidades públicas. No obstante, quiero expresar mi reconocimiento y respeto para quienes hacen política desde la enérgica convicción de prestar sus servicios aportando cualidades y conocimientos sin esperar nada a cambio.

Es evidente que se hace necesaria una regenaración que aparque a un lado intereses particulares, personales y partidistas; y que evite mantener una clase política sobrada de privilegios, antes y después del ejercicio de esta actividad, para centrarse en convertir a la política en una sincera y verdadera vocación de servicio a los demás. Mientras lo que encontremos sea un "homo políticus", que aprovecha la ocasión como lanzadera para mejorar su economía particular, adquiriendo constantes y recurrentes derechos en prejuicio del conjunto global de ciudadanos, nuestro futuro estará hipotecado de por vida. Entiendo que la política es inherente a la naturaleza humana, e indispensable para una adecuada convivencia social y cultural, exijamos pues que ésta se lleve a cabo con la dignidad necesaria. Ostentar un cargo político es un honor, pero ante todo un deber de honestidad, sacrificio y transparencia; y nosotros como ciudadanos tenemos la obligación de demandar estos deberes, pero igualmente de exigir las responsabilidades que se deriven de la mala gestión.

Alguno, como el que escribe estas líneas, tenemos claro que al margen de los factores comentados es necesaria también una profunda y seguramente costosa transformación social. Nuestro modelo de sociedad está agotado, ha caducado. Es imprescindible otra forma de entender la vida, caracterizada por el trabajo abnegado, dipuesto y voluntarioso, el civismo y el sentido de pertenencia a una colectividad en la que cada uno de sus componentes es responsable solidario frente al resto de compatriotas. Una sociedad en la que los derechos no se concedan gratuitamente, sino previo cumplimiento de las correspondientes obligaciones.

En España, se ha ido extendiendo progresivamente la idea preconcebida de que uno puede ser feliz sin recurrir a la cultura del esfuerzo. No podemos pretender llevar una vida basada exclusivamente en los placeres superfluos e innecesarios. Un Estado únicamente sale adelante y es sostenible cuando todos arrimamos el hombro de forma proporcionada, en función de nuestros ingresos y en la misma dirección, cuando existe un sentimiento unánime y unísono que alberga el pensamiento de que cada uno de los españoles somos una parte inseparable del todo.

Se hace precisa, a mi modo de ver, una postura ciudadana solidaria, sacrificada, abundante en compromisos, que deje a un lado la pasividad e inhibición, para dar el imprescindible salto de ser meros espectadores, a desempeñar el papel de actores principales como la forma real de habilitar el inicio del cambio social. Quizás, algún día seamos capaces de catalogar la crisis actual como una oportunidad para mejorar y convertir a la sociedad españañola en una sólida y fuerte comunidad repleta de valores que, ahora, son objeto de una innegable distorsión. Mientras tanto, apartemos nuestro egoísmo y hagamos un frente común para salir de la encrucijada de la que nadie quiere hacerse responsable.

Si a una clase política incompetente, salvo honrosas excepciones, que se atribuye prerrogativas y derechos por propia iniciativa y por unanimidad de todos cuantos la integran, unimos una sociedad aletargada y adormecida, fácil de manejar, encerrada en ideas manidas y obsoletas como el enfrentamiento entre derechas e izquierdas, todavía no superado, insensibilizada como consecuencia de una descarada manipulación, es bastante probable que el camino escogido sea el equivocado, posiblemente el que todos nos merezcamos, eso sí, porque nada hemos hecho por evitarlo. A pesar de todo, me gustaría enviar un mensaje optimista que avive la ilusión: "luchemos juntos por mejorar como sociedad y como personas, solo así conseguiremos un marco de convivencia mínimamente habitable, que debe tener como base primera la eduación, acompañada por un conjunto de valores atemporales". Estos principios podrán generar políticos vocacionales dispuestos a luchar por su país en beneficio del interés general; y que una vez finalizada su etapa política, retornen a los puestos de trabajo que desempeñaban con anterioridad, sin ningún tipo de prebenda ni exención, sencillamente agradecidos por tener la ocasión de prestar un servicio a sus conciudadanos españoles, y no para lucrarse de lo público, como desgraciadamente sucede en la actualidad con más frecuencia de la deseada.    elrinconliterarioydeopiniondesemuretblogspot.com