Primer plano de la verdad
Eran las 5 de la tarde en un día cualquiera de 1.981. Ernesto, un humilde trabajador de la construcción en Maicao llegó como de costumbre a esa hora y de inmediato fue a la mesa del patio en donde tenía conectado su radio de ocho bandas.
Esa tarde, como de costumbre disfrutaría de primer plano un programa periodístico dirigido por Jaime Rengifo Junior. Cuando su esposa le reclamaba el hecho de que buscara el radio antes incluso de saludarla a ella, siempre contestaba: «No quiero que se me pase el programa. Jaime Rengifo es el único que siempre dice la verdad.
Y no se equivocaba Ernesto. Para esa época su periodista preferido acababa de llegar a Maicao procedente de Palmira, su tierra natal.
Al llegar a la radio se vinculó a los noticieros pero su fuerte fueron siempre los espacios de opinión en los cuales no se limitaba únicamente a presentar las noticias sino que además, hacía los comentarios a que hubiera lugar. Siempre fue fiel a su profesión.
Fiel a su audiencia. Y fiel a su amada: la verdad. Con su amada mantuvo un romance que duró hasta el 29 de abril del 2003 cuando fue asesinado por las balas asesinas de quién sabe cuál de los tantos sicarios que en este país han contratado para acallar la voz de los periodistas y, según ellos, los ecos de la verdad.
A Jaime Rengifo lo amaba la gente del pueblo. Por eso, el día del sepelio se hicieron presentes los más humildes en gran número.
Y cuando iban a montar el féretro en la carroza fúnebre, una señora de 50 años que lo escuchaba todos los días como Ernesto el humilde albañil de los años 80, dijo a la multitud: ¡A Jaime Rengifo no lo llevan en carroza! ¡El pueblo lo va llevar en sus hombros! Y así fue.
La gente se turnaba con orgullo para cargar el ataúd y así se hizo el recorrido de tres kilómetros desde la Iglesia San José hasta el Cementerio Colombo Árabe.
Algunas personas ya comenzaron a olvidar al defensor de la verdad, pero la mayoría lo recuerda.
Por eso, cuando alguien del gobierno le reclamó a la comunidad por no denunciar a quienes cometen actos delictivos, Remberto, un vendedor ambulante del centro manifestó «Quién va a denunciar en este pueblo, si al único que lo hacía ya lo mataron».
Al pueblo le quedó la sensación de que a Rengifo lo mataron por tres razones: Por decir la verdad; por decirla sin maquillaje y por decirla en público.
El pasado 4 de agosto fue el día del periodista. Y el más representativo de todos en la frontera es Jaime Rengifo. O por lo menos lo que queda de él: su imagen y la valentía con que divulgaba la verdad.
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