Reyes y sacerdotes
Apocalipsis 1:6 : "y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén."
Quienes le hemos creído a Dios adquirimos una connotación especial delante de Él y, sin buscarlo, nos convertimos en personas importantes, por designación directa de Su poder. El mismo Dios, por gracia de nuestro Señor Jesucristo, nos ha hecho reyes y sacerdotes.
En efecto, Jesús no solo nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, sino que, como dice Apocalipsis 1:6, “…nos hizo reyes y sacerdotes, para Dios su Padre…” Somos entonces, escogidos para ejercer dos de las funciones más importantes a nombre del Señor y son la de guiar espiritualmente al prójimo, en condición de sacerdotes y la de ejercer liderazgo en condición de reyes.
¿Pero, de dónde proviene el poder de Jesucristo para que él nos lo pueda transferir a nosotros? Sencillo y sin misterios: la Biblia declara que Jesús es el Soberano de los reyes de la tierra. En él reside el poder mayor y es él quien está por encima de todos los que tienen la autoridad para gobernar.
Pero, una buena pregunta sería. ¿Reyes para qué? Cuál es la ganancia que la obra de Dios tienen con que tengamos tal investidura? Pues bien, no somos reyes para dar órdenes o para tener el poder que tanto ha obnubilado a los monarcas terrenales. Nada más alejado de lo que Cristo quiere con nuestro liderazgo.
Realmente somos reyes para beneficio del reino de Dios. Exclusivamente para eso.
¿Qué debo hacer yo, qué debemos hacer nosotros, para ser considerados reyes y sacerdotes por parte de Dios? Es una buena pregunta, pues para ser reyes y sacerdotes debemos cumplir con un requisito fundamental. Debemos haber pasado por el nuevo nacimiento sobre el cual le habló Jesús a Nicodemo en la cita secreta que ambos tuvieron en aquella noche consignada en las profundidades de la historia. Para ser reyes tenemos que ser engendrados por el Espíritu Santo, nacer de nuevo y convertirnos en nuevas criaturas.
De ésta manera, y sólo de esta manera, seremos reyes y sacerdotes para siempre. El poder de gobernar lo da Jesús y lo da a través de la persona poderosa y sabia del Espíritu Santo.
El libro de Hechos confirma que recibiremos poder cuando haya venido sobre nosotros el Espíritu Santo. (Hechos 1:8). <Se desprende de aquí una invitación a concentrarnos en una vida de oración y de acción. De oración para permitir que el Espíritu Santo entre en nuestras vidas y de acción para ejercer el poder que recibiremos y que será puesto al servicio del reino e Dios.
Como reyes y sacerdotes estamos facultados para derribar toda maldición con la autoridad que nos ha sido conferida por el Espíritu Santo. Queda claro que la autoridad en la tierra, para luchar contra las huestes espirituales, la tiene la iglesia, a través de cada uno de sus creyentes, y de sus congregaciones. La iglesia de Cristo debe ejercer esa facultad para gobernar, que es función del rey y para servir, que es la función principal del sacerdote.
¿Con qué fuerzas cumpliremos estas tareas? Con las que el mismo Dios nos ha concedido y que hoy en día reposa en nosotros. El Salmo 92:10 así lo confirma: “Pero tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo; seré ungido con aceite fresco”.
Dios nos quiere como sacerdotes para que podamos servir, pero, sobre todo, para que nuestro servicio sea dedicado a Él, como se nos ordena en Éxodo 23:25. “Más a Jehová tu Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti”.
Lo bueno que vaya a hacer hoy, hágalo bien, por usted, por su familia y por su país. ¿Ya leíste Maicao al Día?
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