El tiempo doblado
Leo de nuevo las noticias sobre lo que pasa en Cataluña estos días.
Llevo tres años liada con una novela, de la que no he escrito una palabra hace meses, pero para la que busco continumente documentación, y de la que mi fortuna mental mantiene ocupadas sus metas. Gracias a ese texto que aún no ha nacido de mis neuronas he aprendido por fin lo que es el tiempo. Miles de imágenes antiguas se archivan en mis carpetas. A través de sus blancos y he visto el color del camino. Y es siempre igual. En sus sepias he descubierto que 81 años no son nada para volver a tropezar en la misma piedra, que va a dar igual la técnica fotográfica que usemos, que el tiempo se puede doblar a los 81 años.
Soy más alta que mi madre, casi el doble que mi abuela, he tenido mucha mejor vida, sobreentendí que yo no pasaría por ciertas cosas que ella sí. Y aquí estoy, en el mismo sitio que ella en 1936. Mirando lo que pasa y sin tener llave alguna de mi futuro en mi mano. A expensas de que funcionen los mecanismos y acordándome, cuando miro la Gran Vía o las Ramblas, ocho décadas y pico atrás, de los transeúntes absortos en sus quehaceres diarios, esperando decisiones que nunca se tomaron por miedo a tomarlas, responsabilidades eludidas, pescadores ganando en ríos revueltos, y leñadores intentando derribar un tronco con el hacha de otro, sin fijarse en el resto del bosque.
Pero no miro el pasado, miro el presente, caminos idénticos.
A la mierda las métáforas.
¡Eh! Usted, Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno de España a dia hoy y espero, deseo, hasta acabar la lejislatura. Yo no lo voté. Nunca he votado al PP. Los considero artífices lentos de la fractura de Cataluña, por acción y por omisión. Pero es usted a quien toca actuar. Está tan acostumbrado a actuar en función de lo que hacen, o no hacen, lo demás, que no acaba de darse cuenta que el turno es suyo, le guste o no. ¡Estoy harta de su flema!, me da igual la comunidad autónoma donde naciese. Y aquí sigo viendo como se hace cómplice de socialistas y podemitas por no actuar, haciendo lo que históricamente sabemos que va a hacer la mezquina izquierda española.
¡Eh! Usted, Pedro Sánchez. La historia le recordará como un escollo, un problema para todos los españoles, incluidos esos que se creen que España tal como es no está bien hecha y hay que renovarla desde sus cenizas, aunque sea dando cobijo, con su inacción, a una conspiración. A día 5 de octubre 2017. En ninguna democracia madura, ningún partido de izquierdas liberal se le ocurriría hacer lo que a usted. Pero puedo ver claramente su tradición, porque hace 81 años sus antepasados políticos hicieron lo mismo. Tampoco soy votante suya, gracias a la Filosofía y el sentido común.
¡Usted! Señor Rivera. Además de cansarse de invocar el 155 de la Constitución, espero que esté aportando iniciativas constructivas que necesita el 155 para su aplicación, aunque no salgan en los medios de comunicación. Será el único que salve un poco su historia. Tampoco le voto.
¡Ah! Usted. ¡Señor Iglesias!, Que apellido más contrario a su ser, al menos en apariencia. El gran feligrés no confesado del fascismo de izquierdas, siempre de medio lado, como sus compañeros de Cámara pero más hiriente. Usted acabó como político cuando excusó las acciones del terrorista Otegui. Pero para mi desgracia no hace sino superarse. El mejor ejemplo de prostitución del lenguaje que he tenido el horror de sufrir, más aún que el resto de mediocridad política de este país desde que se acuerda la Historia. No pierdo más tiempo.
Estoy comiendo el postre. Un yogur natural con una buena cucharada de azúcar de caña sin refinar. En mi sillón una comedia española me arranca carcajadas a la vez que me hace pensar en lo actual que de su metáfora, a pesar de los años. La tristeza y el miedo que me encogen las neuronas y, si, también el corazón, por lo que pasa en mi país.
Y la Constitución pisoteada, y no pasa nada. Los españoles de a pie debemos y queremos cumplir la Ley. Los nacionalistas negocian para amoldarla, la tensan hasta romperla y no pasa nada.
Sigo mirando esas imagenes, y me miro, nos miro. El tiempo no pasa.
Nieves Milagros Martín
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