La complicada identidad negra en Brasil
Más de 4 millones de esclavos fueron traídos a Brasil entre los siglos XVI y XIX, siendo uno de los últimos países en abolir la esclavitud en 1888. En la construcción de un Brasil moderno, la idea de la armonía entre razas fue una de las piezas centrales para la identidad del nuevo país, en donde la diversidad crearía una democracia racial donde cada persona tuviera su espacio. Debido a la propagación de esta idea, una gran parte de los brasileños no ha cuestionado su ascendencia.
La identidad negra en Brasil se remonta a la creación de los llamados quilombos, comunidades creadas por esclavos que habían escapado. Estas comunidades abogaban por los derechos de un sector de la población que se encontraba silenciado ya que la esclavitud seguía siendo legal. A pesar de no existir una política discriminatoria de Estado activa como fue el apartheid en Sudáfrica o las leyes Jim Crow en Estados Unidos, existían obstáculos en las leyes en Brasil para que las personas negras pudieran acceder a la compra de tierras, trabajo y educación. Por más de 100 años, las personas que no podían leer o escribir no tenían derecho a voto, afectando desproporcionadamente a la población negra.
La existencia del grupo étnico pardo –siendo la mezcla entre europeos, africanos e indígenas brasileños– ha resultado en la identificación de 43% de Brasil con esta etnia. El primer censo brasileño en 1872 los pardos se encontraban entre la población libre y esclavizada y conformaban junto con los blancos los dos grupos étnicos más grandes en Brasil. Con el paso del tiempo y la necesidad de mayor inmigración para la industrialización del país, distintos gobiernos brasileños promovieron la inmigración europea a las tierras del sur, cambiando así la estructura demográfica del país. Para el año 1940, la población blanca triplicaba a la población parda cuando 70 años antes se encontraban al mismo nivel.
La idea de la democracia racial se mantuvo en una época dominada por el nazismo y la discriminación racial. Tras la Segunda Guerra Mundial, los ojos del mundo giraron hacia Brasil y su experimento en la relación entre razas y la supuesta democracia racial que establecían. Cuando la UNESCO decidió analizar las relaciones raciales en el país en 1952, se percató de la extensa discriminación y exclusión de los brasileños con ascendencia africana, desmontando así el mito propagado de una sociedad en convivencia.
Con la restauración de la democracia en 1985, comenzaron significantes avances para las personas negras en Brasil cuando se incluyó el racismo como un crimen en la Constitución de 1988. En las administraciones subsecuentes comenzaron acciones de discriminación positiva en universidades y el establecimiento de la Secretaría de Promoción de la Igualdad Racial. La auto identificación ha sido un fenómeno reciente en Brasil, la idea de plantearse si eres de raza negra ha resultado determinante para reconocer el papel de la raza en la vida diaria de las personas. Entre los censos de 2000 y 2010 la población identificada como negra creció a un ritmo mayor que la tendencia, atribuido parcialmente a este nuevo cambio en la auto identificación.
Esta redefinición de la identificación negra ha permitido resaltar las desigualdades que persisten en Brasil, un país en donde 75% de las personas asesinadas por la policía son negras. A pesar que el presidente Jair Bolsonaro rechaza la idea de ver al país por sus colores, argumentando que “mi color es Brasil”, ha surgido una nueva retrospección a la rica ascendencia africana en Brasil. Millones de brasileños ahora miran a su ascendencia con orgullo y con un interés de conocer sus raíces y el sincretismo entre Brasil y África.
Juan Pablo Green López
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