¿Hacia dónde se dirige el mundo de la publicidad?

Si un publicista del siglo pasado aterrizara en el panorama social actual, a buen seguro alucinaría con el desarrollo que ha experimentado su sector en los últimos años. De una situación en la que tres medios de comunicación (prensa televisión y radio) eran líderes con mano firme por encima del resto, hemos pasado a un conglomerado de medios diferentes ante los cuales internet es el eje vertebrador. Si bien con el cambio de siglo se vivió un traslado de las prácticas habituales a la gran pantalla, adaptando contenidos y formatos, ahora existe una amplia variedad de métodos para comunicar contenido publicitario a los potenciales clientes. Uno que ha experimentado una aceleración brutal son las redes sociales. Bien a través de los propios perfiles de las redes, o bien a través de contenido pagado, las empresas tratan de impactar y colarse entre el contenido que los usuarios consumen en estas plataformas como forma de ocio. Aparecer en los primeros lugares de los buscadores también tiene premio. Muchos de los esfuerzos económicos que las empresas destinan a la comunicación se van a parar a este área en la actualidad. Todo ello se produce bien de forma orgánica sin ser pagado, a través del posicionamiento SEO, o bien a través del pago a los buscadores con el SEM. Internet también ha permitido el contacto directo, bien a través de los correos electrónicos con la técnica de emailing, o bien a través de notificaciones de todo tipo. Ante tal panorama, pronosticar cuál puede ser el futuro de la publicidad y del marketing es casi una utopía. Si atendemos al desarrollo de los últimos años, podemos pronosticar que la interacción de los usuarios va a ser cada vez más importante, por lo que no es de extrañar que la realidad virtual sea capaz de ponernos delante de nuestras narices productos que podremos tener en un mundo virtual pero que necesitaremos pagar por tocar de verdad. A buen seguro, también parece que veremos cómo el contenido publicitario está más integrado en nuestras propias vidas, llegando posiblemente a ser parte casi indispensable de ella.