Interacción intercultural hacia la salud
Interacción intercultural hacia la salud
Hoy en día existe un a conducta orientada hacia la salud, dónde cualquier actividad de una persona, con independencia de su estado de salud real o aparente, está encaminada a promover, proteger o mantener la salud, tanto si esta conducta es objetivamente efectiva para conseguir este fin o no lo es. En esta conducta orientada hacia la salud y concretamente en nuestro mundo occidental, nos encontramos con una educación social para la salud que comprende oportunidades de aprendizaje, creadas conscientemente dentro de nuestro ámbito social de la abogacía para la salud y, que suponen una forma de comunicación destinada a mejorar lo que podríamos denominar como una alfabetización sanitaria. Así como el conocimiento de la población en relación con su salud y el desarrollo de sus habilidades personales conducentes a la salud individual y a la de la propia comunidad o grupo social, sin importar las diferencias filosóficas, creencias y actos. No habría que olvidar tampoco que estas desigualdades o diversidad cultural de las gentes se enmarcan dentro de un contexto más general en el cual también están presentes otras pluralidades, como las asociadas a la clase social, económica, cultural, étnica o a la propia inmigración. Por esto, el punto que resulta más próximo a los profesionales de la salud es el de las desigualdades de género y su relación con la salud de nuestro entorno. Por lo tanto, identificando y midiendo las fuentes de esta divergencia ampliamente social, se podrán poner las bases para una asistencia de calidad a la vez que humana.
Todo profesional de la salud debe hacer uso de sus habilidades sociales en cuanto a aquellos comportamientos que permiten realizar sus tareas respetando los derechos de las otras personas, entre estas habilidades está la comunicación. Esta favorece las relaciones interpersonales con los pacientes y es un factor fundamental en el proceso de atención que el personal de enfermería proporciona a los enfermos. Durante años y de manera tradicional, la labor de los profesionales sanitarios ha estado centrada a ofrecer cuidados al paciente pero la realidad social y cotidiana demuestra que esta por sí sola no es capaz de provocar cambios de actitud en el paciente. Además de un buen oyente y comunicador, el personal sanitario debe ser un buen conocedor de las culturas. Cada paciente es un mundo y la aproximación es distinta en cada caso. Si extrapolamos esta base de conocimientos a las diversas culturas, etnias o grupos sociales, la comunicación entre profesional y enfermo debe ser un a relación de ayuda que se concrete en la interrelación de dos personas que buscan soluciones para hacer frente a un mismo problema de salud y adaptándose a las circunstancias personales y socioculturales.
La actuación intercultural de enfermería es aquella que se realiza con calidad científica, técnica y humana y es percibida como tal por el paciente. La actual dinámica social, hace que la atención de enfermería se convierta en un desafío permanente, pues debe considerar los valores, creencias y prácticas de individuos que tiene bajo su atención, así como manifestar el respeto por las mismas. Las dimensiones que el profesional de enfermería debería considerar al ofrecer sus cuidados, -dada la incidencia en la diversidad cultural de los grupos humanos bajo la perspectiva de la competencia cultural- son la aceptación y respeto por las diferencias culturales, la sensibilidad para entender como estas diferencias influyen en las relaciones con las personas, y la habilidad para ofrecer estrategias que mejoren los encuentros culturales, como requisitos indispensables porque la atención transcultural en enfermería se pueda consolidar.
Gemma Llauradó
Gemma Llauradó Sanz
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