Historia desde el taxi
Sería hacia la media tarde de un día del mes de Octubre cuando por cosas del azar fui a dar con mi taxi con una señora elegantemente vestida y de porte clásico. Falda plisada y chaqueta azul marino cruzada. En el cuello un elegante pañuelo de seda rojo ponía un punto de color a tan distinguida figura.
Algo me dijo que esta señora iba a darme pie a escribir un chascarrillo. Por su porte, el genio en sus ademanes y la forma de subirse al coche debía de tratarse, seguro, de una clienta poco habitual. Y así fue.
La señora estaba operada de cáncer de garganta y no hablaba si no fuera a fuerza de eructos, aunque eso sí, de forma muy disimulada y con esta técnica absolutamente dominada. Era extraño ver como se hacía entender a pesar de la dificultad que tenía para hablar.
Se había disgustado con su hijo. Al parecer habían estado comiendo juntos en casa del hijo y cuando llegó la hora de marcharse, este le ponía pegas para acercarla en coche hasta su casa. La buena señora que en genio y carácter ganaba en mucho al vástago, persuadió a aquél o mejor, obligo, a que la llevara, y tanto se quejaba el hijo que una vez subida en el coche le hizo parar y prefirió ir en taxi a que le calentara el hijo un minuto más la cabeza.
Yo que por allí pasaba la recogí y tantas eran las ganas de hablar y desahogarse que mi clienta tenía que me dispuse a escucharla y a dar consejo.
Era madre de cinco hijos. Ahí es nada. La mujer me dijo que le había costado muchísimo sacar a toda su prole adelante. Aún siendo pequeños, le habían detectado el cáncer de garganta al que antes me he referido. Su marido, al enterarse de su enfermedad, quizá del susto ante la noticia o quizá del pánico ante la posibilidad de encontrarse solo y viudo con cinco bocas a las que alimentar y sacar adelante, sufrió un infarto y falleció, así que según ella misma me relató, no pudo permitirse el lujo de morir de cáncer y luchó por su vida.
Así las cosas afrontó la vida tal y como le venía, y con la poca pensión que le quedó del asustado marido y lo mucho que ella hubo de trabajar consiguió alimentar, educar y hasta dar una carrera a cada uno de sus hijos.
Y va y viene ahora el mayor conque no la quiere llevar a su casa de buen grado. ¿Donde se habrá visto eso? Nada, nada, la buena señora con toda su gallardía prefirió apearse del coche y pagar una buena carrera a un servidor. Bueno...como a sus 5 hijos se la pagó...¿no?
Autor: Antonio
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