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Viaje a Nájera, San Millán de la Cogolla, Monasterios de Suso y Yuso, Logroño y Haro

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16/01/2010:

Salimos a eso de las once de la mañana de Pamplona. Como de costumbre a Mila y a mí  no nos gusta madrugar demasiado cuando vamos a iniciar un viaje. Nos gusta ir con calma y disfrutar del viaje. Para nosotros no es tan importante el llegar a nuestro destino si no que más bien intentamos disfrutar del tiempo del viaje e ir sin prisas y sin marcarnos ninguna hora de llegada y ningún tipo de compromiso por llegar.

Así,  pues,  comenzamos nuestra andadura hacia Nájera. En algún otro viaje ya habíamos estado en La Rioja visitando Logroño, Cenicero,  Arnedo y alguna otra población y teníamos muchas ganas de conocer otras zonas de esta comunidad.

Llegamos a Nájera hacia las doce y media del mediodía. No hacia buen día, el cielo amenazaba lluvia y la temperatura era baja. Al parecer había nevado hacía pocos días y aún se mantenía una temperatura bastante desagradable, cuatro o cinco grados a lo sumo. Enseguida, gracias al GPS que nunca se nos olvida llevar en el coche, encontramos el hotel San Fernando. Lo habíamos reservado en Hotelplease a través de internet por 50 euros la habitación doble. No es un buen precio para las fechas que nos encontrábamos ni para el tipo de población que es Nájera, pero lo cierto es que no hay demasiada oferta hotelera y de alojamiento en esta ciudad y supongo que a esta circunstancia le sacan partido los hoteleros. Es un hotel de dos estrellas bastante céntrico. Está en el Paseo San Julián, 1 y el teléfono es el 941363700. No tuvimos problemas para aparcar ya que en las inmediaciones del propio hotel hay bastantes plazas donde puedes aparcar sin problema y de forma gratuita, cosa que suelo agradecer y que hay que tener en cuenta a la hora de elegir alojamiento.

Es el típico hotel que bien le vendría una reforma. Al parecer hace poco que perdió una estrella. Hasta hace poquito era un tres estrellas pero claramente le sobraba una. En algunas guías aparece con tres estrellas y en otras con dos. Como digo actualmente tiene dos. Conserva parte de su antiguo esplendor, sobre todo en la recepción. Las habitaciones son normalitas y con su baño completo aunque un pelín anticuado. Tienen contraventanas de madera, de esas de dos hojas y no esas cortinas que se supone que son opacas pero que al final deja pasar la luz en cuanto amanece.

No tenían cama de matrimonio así que nos dieron una habitación, la 203 con dos camas individuales juntas. Al entrar en la habitación echamos en falta algo de calefacción. Así lo dijimos en recepción y nos dijeron que la encendían mas tarde.

Una vez que dejamos nuestras cosas en la habitación, bajamos a picar algo en la cafetería del propio hotel. Es una cafetería que parece que se quedó allá por los años 70 u 80. Al ser sábado por la mañana había mucha gente tomando el aperitivo antes de la comida. Las camareras muy agradables y serviciales.

Nos dirigimos hacia la parte vieja de Nájera a dar una vuelta, tomar algo e ir buscando algún sitio interesante para comer. Del hotel hacia la parte vieja puedes ir por uno de los tres puentes que hay frente al Paseo de San Julián. Atravesando cualquiera de los puentes, la pasarela peatonal, el puente de los soldados o el puente de San Juan Ortega llegas al casco histórico. Nosotros elegimos la pasarela peatonal.

El rio Najerilla venía con más caudal de agua de lo habitual, sin duda debido a las últimas lluvias y al deshielo de las nevadas invernales. En cuanto atraviesas la pasarela  llegas a la calle Mayor que es donde nosotros estuvimos la mayor parte del tiempo y donde al parecer se centra la vida turística y de relación  de esta población. Está cargado de bares, cafeterías, restaurantes, tiendas… andar por esta calle y sus aledaños  vale la pena siempre que lo hagas sin prisas y observando detenidamente lo que te rodea.

Puede que hubiera sido casualidad, pero en las fechas que estuvimos en Nájera, había una promoción en casi todos los bares en la que por solo 1,50 euros podías degustar un buen vino de Rioja, un crianza creo, y un pincho. Los que probamos estaban realmente exquisitos, tanto los vinos como los pinchos. Estos eran de mano de cerdo y oreja, de berenjena rellena… realmente interesante.

Nos decidimos para comer por el Bodegón “la Judería”. Está en la calle Constantino Garrán 13 que es una de las perpendiculares de la calle Mayor. Es un local bastante sencillito de dos plantas. En la de abajo está el bar y en el primer piso el comedor. Este comedor es normalito, sin ningún lujo y decorado con motivos taurinos y fotos antiguas de Nájera. Nos ofrecieron dos menús, uno de 10 euros y otro especial de 12. Para ser fin de semana el precio está genial y la relación calidad precio es muy buena con productos típicos de La Rioja. Comimos los dos con primer plato, segundo, postre y café por 24 euros.

En este viaje queríamos ver el Monasterio de Santa María la Real, así que nos acercamos hasta la puerta principal de este monasterio para conocer el horario de visitas. A la tarde cerraban a las cinco y media así que preferimos descansar un ratito antes de visitarlo y aprovechando que estábamos muy cerca del hotel, echarnos una siestecilla. Normalmente nunca perdonamos la siesta, si no el día se nos hace muy largo y acabamos muy cansados. Nos gusta reservar el hotel en la misma localidad donde vamos a pasar el día para poder acercarnos en cualquier momento. Nunca se sabe cuándo puede surgir alguna eventualidad.

Subimos a la habitación hacia las cuatro de la tarde para acostarnos un ratillo y seguía la calefacción sin encender. Más vale que en el armario encontramos un par de mantas que rápidamente echamos sobre las camas.

Me desperté sobresaltado a eso de las cinco y cuarto y me dije, vaya…ya no llego a ver el monasterio. Le dije a Mila si quería venir a verlo pero me dijo que le parecía tarde y que prefería quedarse en la habitación.

Yo volé, me vestí a toda velocidad y a grandes zancadas me encaminé hacia Santa María la Real. Cruzaba el zaguán del monasterio  justamente cuando desde el campanario de la iglesia anunciaban que eran las cinco y media.

Cuando llegue a la taquilla donde se despachan las entradas no había nadie y estaba ya todo cerrado. Golpee en el cristal y al rato apareció una señorita que abriendo una puerta de cristal me pregunto qué es lo que quería. Le dije que lo que quería era visitar el monasterio a lo que me contestó que estaba cerrado. Le pregunté a qué hora cerraban ya que en la puerta ponía que era a las cinco y media. Me respondió que efectivamente era así y que ella misma había cerrado a esa hora. Me pareció increíble oír aquello y discutimos de si era o no esa hora cuando llegué, de si las campanas habían sonado antes o después de haber cruzado la puerta, de si el reloj del campanario estaba o no atrasado, de lo humano, de lo divino…lo cierto es que le dije que se había comportado conmigo de una manera absolutamente desagradable y que parecía mentira que estuviera cara al público con tan poca sensibilidad. Al final, de malas maneras y con una cara que le llegaba hasta el suelo accedió a venderme un pase por tres euros, no sin antes decirme que podía ver todo menos el coro y su famosa sillería. Al parecer cedía pero quería “castigarme” de alguna manera.

Aunque el enfrentamiento con esta empleada sin ningún tipo de escrúpulos fue absolutamente desagradable, lo cierto es que vale la pena visitar este monasterio. Lo vi yo solo, no había nadie más. Fue un lujo poderlo ver así, tranquilamente, a mi aire, con música sagrada de fondo. Visité su claustro, la puerta flamígera de Carlos I, el claustro de los caballeros, el panteón de los Reyes de Navarra, el retablo mayor, la cueva de Santa María…

Cuando ya salía se acerco la señorita con la que había discutido a la entrada y me dijo que si quería acompañarla me abriría el coro que hasta entonces tenía vedado. Al parecer esta chica había recapacitado y creyó conveniente enseñarme el coro y su magnífica sillería. Encendió las luces y pude contemplar esta maravilla yo solito rodeado del ambiente y espíritu medieval que tanto me gusta y que tan fuertemente se trasmite en el monasterio de Santa María la Real de Nájera.

Agradecí a la chica el detalle de haberme enseñado el coro con su sillería y cuando lo hube visto di por concluida mi visita al monasterio.

De vuelta al hotel entré a tomar una caña en un bar. Concretamente al bar mas “cutre” que encontré. Me gustan las tascas, tabernas, cantinas  y aquellos locales que mantienen el sabor de hace años. Soy nostálgico de esas épocas pretéritas...esos bares donde los lugareños juegan al mus, el tute, la escoba...en una nube de humo, donde los posters de los equipos de futbol, o de algún pelotari o trainera o boxeador o torero  y algún calendario con la foto de alguna señorita ligera de ropa adorna las paredes. Me gusta ver las vigas de madera, el jamón colgando junto con algún chorizo. Los matamoscas eléctricos azules o los de las tiras amarillas donde se pegan las moscas. Me gustan los suelos de madera, los bancos corridos, las barras y mostradores altos, las mesas de madera maciza desgastada por los años, las de formica de color gris o amarillo palido. En definitiva, me gusta saborear lo poco que queda en nuestros pueblos de los años 50 ó 60.

Allá pasé un buen rato disfrutando y empapándome del ambiente hasta que consideré que era hora de volver a por Mila.

Al llegar a la habitación, Mila ya se estaba arreglando para salir. Acabó de hacerlo mientras le conté mis desventuras en el monasterio. Creo que se alegro de no haber venido y tener que pasar por el trance de discutir con la chica del monasterio.

Serian cerca de las siete y media cuando dejábamos el hotel y volvíamos a encaminarnos hacia la parte vieja de la ciudad.

Estuvimos buen rato recorriendo sus calles, viendo sus comercios y tomando por aquí y por allí alguna caña o algún buen vino.

Ni Mila ni yo acostumbramos a beber vino, pero basta que estábamos en La Rioja, no nos pudimos resistir y los probamos. Lo cierto es que no nos arrepentimos. ¡Estaban geniales!

Recorrimos prácticamente toda la parte vieja hasta que nos dio la hora de cenar. Cenamos en el “Asador Trinquete” a base de sándwiches y cazuelas. El “Asador Trinquete” está en el paseo que hay junto a rio. Es un local bastante normal pero con mucha animación.

Después de cenar, no sé si nos tomamos un café por algún lado o nos fuimos directamente al hotel. Para cuando llegamos a la habitación ya estaba puesta la calefacción. Vimos un poquito la tele pero enseguida caímos rendidos y dormimos plácidamente.

 

 

17/01/09

Se rían cerca de las nueve de la mañana cuando abrí el ojo. Fue agradable comprobar que la calefacción seguía puesta y que en la habitación reinaba una temperatura muy agradable. Me levanté procurando no despertar a Mila y me di una buena ducha.

En el cuarto de baño había un secador de pelo, así que sabiendo lo friolera que es Mila y más por las mañanas, lo dejé encendido para que se caldeara algo más el cuarto de baño.

Desperté a Mila y me vestí mientras ella se duchaba. En cuanto se arregló, bajamos a desayunar a la cafetería del hotel.

No sé porqué extraña razón cuando estoy de viaje me gusta desayunar cosas raras o por lo menos poco habituales,  de manera que en esta ocasión pedí un café con leche descafeinado y un pincho de huevo de codorniz con jamón y pimiento verde.

Pronto nos pusimos en camino. Queríamos llegar pronto a San Millán de la Cogolla para poder ver los famosísimos monasterios del Suso y del Yuso.

Para poder verlos bien, lo mejor es ir con el coche hasta el monasterio del Yuso (el de abajo) y allá, entrando por la recepción nos encontramos las taquillas para coger entradas para este monasterio. Lo que hemos de hacer es ir a la planta inferior y coger allá las entradas para ver el Monasterio de Suso (el de arriba). Las entradas para el monasterio de Suso nos costaron a cada uno 3 euros y eso te da derecho a que te suban y bajen al monasterio en autobús y a la visita guiada.

El monasterio de Suso es pequeñito pero muy cargado de historia. Nos tocó un guía que a duras penas nos explicó la historia del lugar. Este guía era una buena persona, simpático y atento a nuestras preguntas. Al término de la visita intenta venderte de todo y mira si será buen negociante que a Mila le vendió una piedra que al parecer trae buena suerte. Lo que no dijo es si la trae para el que la vende o para quien la compra.

Aunque pone que no se pueden hacer fotos, nuestro buen guía nos dijo que hiciéramos cuantas quisiéramos. Así lo hicimos.

Este monasterio es antiquísimo. Me gustan estos logares e imaginármelo cuando vivían aquí sus antiguos moradores, los constructores que lo levantaron, pensar en el cantero que puso esta o aquella piedra, los monjes con sus hábitos recorriendo el recinto. Parece mentira pero hay veces que me descubro tocando los muros intentando que me trasmitan y me empapen de su historia y ciertamente hay veces que hasta me recorre un escalofrío por el cuerpo al ponerte en contacto con tanta historia. Siento una sensación extraña y fuerte al saber que estoy pisando por donde pisaron reyes, literatos, hombres de ciencia…

La visita de este monasterio no dura más de media hora. A la salida te espera el autobús que te ha subido y te vuelve a llevar al monasterio de Yuso.

El precio de la entrada para Yuso es de 4 euros y en este monasterio también es con guía. Este monasterio es mucho más grande que el anterior y la visita dura algo más.

Durante la visita conoces la portada barroca, el zaguán donde entre otras cosas ves los facsímiles de las primeras glosas Milianienses con los primeros escritos en castellano, visitarás el claustro, la iglesia (en obras de reformas cuando nosotros la visitamos), el retablo mayor, la sacristía y el museo. Son impresionantes los manuscritos que te enseñan, los hay que llegan a pesar 60 kilos.

Tras la visita fuimos hacia Santo Domingo de la Calzada. No conocíamos esta población. Paseamos durante buen rato por su parte vieja. Está muy bien y vale la pena perderse un rato por sus calles y callejas.

Iba siendo la hora de comer así que debíamos decidirnos por cualquiera de los muchos locales con que cuenta Santo Domingo. Dejábamos para después de comer la visita de la catedral y de la altísima torre.

Comimos  en el Café Madariaga por 12,50 euros el menú. La relación calidad- precio no está mal. Este local está situado en el número siete de la Plaza de España. Esta plaza es preciosa y debe visitarla todo aquel que se acerque por Santo Domingo de la Calzada.

Como la catedral no la abrían hasta las cuatro de la tarde decidimos dar una vuelta y aprovechar a sacar alguna foto.

Hay veces que la suerte sonríe al viajero y aquel día dio la casualidad que en la catedral se celebraba un funeral de cuerpo presente así es que abrieron las puertas a eso de las tres y media. Pudimos entrar y visitar todo sin nadie en el templo. Vimos la famosa gallina y gallo que hay en el interior de la catedral haciendo honor a la leyenda por la que se concluye con aquello de: “Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada”. Admiramos la catedral, su retablo y el mausoleo y cripta del santo.

Aunque nosotros no entramos, por cuestión de tiempo, sí que parece interesante visitar el parador de turismo y la iglesia de Nuestra Señora de la Plaza.

Visitado Santo Domingo de la Calzada, nos dirigimos hacia Logroño que es donde habíamos reservado hotel para pasar nuestra segunda noche. Habíamos reservado en el “Husa Las Cañas” por 45 euros la habitación doble. Es un hotel que aunque está en territorio navarro, en el municipio de Viana, junto al centro comercial de “Las Cañas”, está muy cerca de Logroño.

En cuanto llegamos al hotel subimos a la habitación para descansar un rato. Es un buen hotel. La relación calidad precio es fantástica y no hay problema de aparcamiento ya que en frente del hotel hay un amplio aparcamiento gratuito. Es un buen sitio para conocer Logroño, aunque para moverse hay que venirse en coche ya que queda algo apartado del centro de la capital riojana.

Como dije antes el hotel está justo al lado de un centro comercial que entre otras cosas cuenta con un cine con doce salas. Cuando nosotros estuvimos allá ponían en una de sus salas la película “Avatar” en tres dimensiones. Nos pareció interesante entrar a ver esta película que tanta fama lleva. En la taquilla nos dijeron que para la sesión de las siete solo quedaban un par de entradas pero que estaban muy cerca de la pantalla, así que preferimos coger unas buenas entradas para la siguiente sesión que empezaba a las diez y media de la noche.

Hasta que llegara esa hora decidimos irnos hasta la parte vieja de Logroño a picar algo a modo de cena.

Aparcamos en el parking del “espolón” que es donde está la estatua ecuestre del general Espartero y que es famosa por los atributos de su caballo. De ahí la frase de “tienes más huevos que el caballo del Espartero”. Unos dicen que la frase se debe a esta estatua Logroñesa y otros la atribuyen a una que existe del mismo general en Madrid.

Paseamos por la calle Laurel y sus inmediaciones, nos acercamos hasta la catedral y como no puede ser de otra manera nos tomamos un par de cañas con a cada pincho, que por aquí los hacen fabulosos.

Encontramos un bar en el que ponían “rotos”, que a lo que pude apreciar consiste en revueltos de huevo, con patatas y o bien setas o gulas o bacalao… todo ello envuelto en un pan tierno a modo de cucurucho. Estaban muy buenos y con los pinchos que habíamos comido y un par de estos rotos, nos dimos por cenados.

La película estuvo muy entretenida. Te lleva a unos mundos imaginarios muy bien realizados. Eli director, Camerón, está claro que no solo tiene una gran imaginación, sino que además sabe plasmarla de forma genial.

La película acabó muy tarde de manera que en cuanto finalizo nos subimos a la habitación a descansar.

18/01/09

El lunes nos levantamos a eso de las nueve y media de la mañana. La idea era pasar el día en Haro, visitar la población y comprar algo de vino rioja. No en vano Haro es considerada como la capital del vino rioja.

Bajamos a desayunar al centro comercial a una de las varias cafeterías que hay. Pronto nos pusimos en marcha y tranquilamente hicimos el recorrido entre Logroño y Haro.

Al llegar a nuestro destino, fuimos directamente hacia el centro de la población, concretamente a la plaza de la Paz con su quiosco. En esta plaza se encuentra el ayuntamiento en un vistoso edificio. En torno a esta plaza se extiende la parte vieja. Nos dimos un gran paseo por todo este casco histórico lleno de callejas. Nos llegamos hasta la iglesia de Santo Tomás y desde allá fuimos andando hasta la basílica de Nuestra señora de la vega. Queríamos llegar hasta el centro de interpretación del vino de rioja y visitarlo, pero al ser lunes se encontraba cerrado. Una lástima.

Volvimos a la plaza de la Paz y en un café con bastante sabor a tiempos pasados y algo decadente nos tomamos una cervecita. Hicimos tiempo hasta la hora de comer y fuimos a un restaurante que habíamos visto en la parte vieja y que ahora no recuerdo su nombre. Comimos bien por una cantidad razonable, alubias, costillas, postre, café…por unos 10 euros.

Tras reconfortar el cuerpo y reponer fuerzas, cogimos el coche y nos dirigimos hacia el barrio de la estación que es donde se ubican gran cantidad de bodegas. Quisimos visitar alguna pero en todas nos dijeron que las visitas han de ser concertadas al menos con un día de antelación. Lo que si tienen abiertas son las tiendas en las que puedes comprar sus productos. Nosotros entramos en la tienda de la bodega López de Heredia para que Mila cogiera algo de vino para su padre que es un gran aficionado a esto de la enología y buen coleccionista de botellas.

Hacia las cuatro de la tarde decidimos dar por finalizado nuestro viaje y volvernos hacia casa.

En nuestra ruta desde Haro hacia Pamplona, nos desviamos un poquito para pasar por Elciego y Laguardia. Son dos poblaciones de la rioja Alavesa de las que había tenido noticias y quería conocer. Rodeamos ambas localidades y efectivamente me dio la sensación de que son muy interesantes para conocer. Habrá que buscar alguna otra oportunidad para visitarlas y conocerlas más en profundidad.

Serían las seis y media aproximadamente cuando llegamos a casa con ese puntito de bajón moral que te da cuando finalizas un viaje que con tanta ilusión has preparado y con tanta inquietud has esperado que llegue. Que pronto pasa lo bueno…¿eh?

Será cosa de ir pensando en la próxima salida.

Hasta pronto.

Antonio

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