SORT

Cayó la noche. Apenas podía cerrar los ojos. La historia que envolvía aquel lugar creaba un ambiente de desasosiego que limitaba nuestras acciones pero no el deseo de querer conocer y comprender. La publicación de una novela de éxito y la repentina muerte en extrañas circunstancias del autor del libro, acrecentó el interés común por indagar sobre aquel suceso inexplicable.

“Ellos parecen habitar en lugares lejanos de la realidad, pero, ¿cuál es la realidad?, tal vez, la realidad es la que nos aproxima al misterio”, decía en su última obra. La obra se centraba en la importancia de ver más allá de los sentidos para lograr alcanzar la verdad y que, por esta razón, emprendió el viaje de regreso a Sort, donde vivió su niñez hasta que se marchó, escapando de algo que marcó poderosamente su vida y que guardó en silencio para siempre.

“¿Has dormido bien?” – me preguntó Jon

“Me desvelé leyendo la novela” – le contesté

“No dejes que el miedo te condicione. Los hechos y los personajes de la novela son ficticios, Sara” –quiso aclarar Jon

“Parece tan real…”- añadí. Pero, una llamada telefónica interrumpió nuestra conversación. Cuando descolgué el auricular, ya no había nadie al otro extremo de la línea.

“Pensaré que se han equivocado” – dije, y proseguí con la conversación – “Deberíamos empezar a comprobar si los datos que recoge la novela son reales o … ficticios”

“¿y por dónde crees que debemos empezar? – inquirió Jon - ¿por la visita a `la casa encantada´? ¿por la entrevista con `la mujer del velo´? ¿o por la consulta a una médium?”

“No crees que la novela esté relacionada con la muerte del autor, ¿verdad?” – respondí

“Francamente, no. Aún así, es una noticia que nos dará audiencia porque podemos encuadrarlo con los estereotipos de un fenómeno extraño y todo aquello que escapa de la lógica, atrae el interés de la gente” – comentó Jon

Me dejé acompañar por el escepticismo de Jon para dirigirnos a la casa de un familiar directo del escritor, el señor Tomás Cue, que curiosamente se llamaba como el causante de aquella intriga. Este nos relató una parte desconocida de su vida, llegando a aclarar  aquellos aspectos de la novela que creaban confusión.

“¿Por qué se marchó de Sort?” – le pregunté

El silencio invadió nuestro espacio y se rompió cuando decidió inesperadamente revelar lo que nadie sabía.

“Él se enamoró locamente de una chica. Era una chica encantadora. Ella también, por su parte, le adoraba. Se veían cada tarde y parecía que iban a estar juntos toda la vida” – explicó el señor Cue

“¿Qué fue lo que pasó?” – quise que continuara

“Una tarde en la que iban a verse, ella no apareció. Él se entristeció. Creyó que su familia no la dejó despedirse de él, pues ella se iba a marchar porque a su padre le salió un trabajo fuera. Cuando regresó a casa, ella estaba esperándole en la puerta. Se acercó a él para darle un beso en la mejilla y sin pronunciar palabra, se marchó. Él no supo reaccionar porque sintió algo extraño en ella. Notó la piel fría, muy fria” – comentó el señor Cue

“¿Estaba muerta?” – preguntó con curiosidad Jon

“Un hermano de ella se acercó a la casa de él para transmitirle la trágica noticia. Un coche la arrolló y arrastró varios metros. Días después, él decía que la veía constantemente y que le miraba como rogándole para que se reuniera con ella” – explicó el señor Cue.

“¿Ella es la mujer del velo?” – pregunté

“Fue enterrada con un vestido largo negro y un velo negro. Ciertamente, es ella” – nos aclaró

Cuando salimos de aquella casa, parecía que todas nuestras dudas se habían resuelto, sólo quedaba ver `la casa encantada´ para corroborar la información que habíamos recogido en nuestra visita relámpago a Sort.

Nos adentramos en la casa, teníamos el permiso del señor Tomás Cue, y estar allí era como acceder en el ámbito de otra época, además, era como encontrarse en un lugar agradable y acogedor.

“Si ella consiguió reunirse con él, no tendría por qué aparecer en la casa, ¿no crees?” – preguntó Jon

“¿Acaso tienes miedo?” – le respondí

“Tu pelo se está levantando…” – me contestó.

Rápidamente, recorrí la casa buscando un espejo y cuando lo hallé, deduje claramente de que se trataba de una broma de mi compañero, y al girar con la cabeza inclinada para reprender a Jon, éste no se recuperó de su asombro al ver la imagen que se reflejaba en el espejo y tan sólo acertó en indicarme temblando adónde debía dirigir la mirada. Al volverme, vi la imagen de una persona completamente distinta a mi.

“¡No es ella!” – logró decir Jon

La imagen parecía pertenecer al mundo vivo

“¡Es él! ¡Es el señor Tomás Cue! ¡El señor Cue es el escritor!” – dije con voz entrecortada

El señor Tomás Cue no pertenecía al mundo vivo y no podía entrar en contacto con él, hasta que alzó su rostro cubierto por una capucha negra y se abalanzó sobre mí …

Sara cayó al suelo y se quedó inconsciente. De repente, el cuerpo de Sara comenzó a moverse como si estuviera extenuado. Luego, se mantuvo de pie durante unos segundos, fijando su mirada en los ojos de Jon, y elevó su brazo hasta la altura del cuello para hacerse un corte con el cristal que llevaba en la mano. La sangre brotaba a chorros de su garganta hasta que los pedazos de su piel volvieron a caer derribados al suelo.

Del cuerpo de Sara, comenzó a expandirse una pequeña nube fantasmal dispuesta a dirigirse hacia Jon, que no podía creer lo que estaba sucediendo, sólo quería pensar que todo lo que había visto no se trataba de otra cosa que de un mal sueño pero él ya no disponía de tiempo ni para desfigurar algo en lo que nunca ha creído.

Salió huyendo de la casa, intentando escapar de algo que no sabía qué era, ni quién era. Conducía el coche a tanta velocidad que sólo pensaba salir como fuera de aquel pueblo extraño, pero inesperadamente se le cruzó otra imagen, una mujer con un velo negro pasó por delante del coche como una exhalación. Jon, ya no distinguía entre lo real y lo ficticio y trató de esquivarla, perdiendo el control del coche hasta que un golpe brusco lo paró.

Durante un año se llevó a cabo una investigación policial por las desapariciones de dos periodistas, pero se convirtió en un caso sin resolver.

Un año después, una agente inmobiliaria vendió la casa a un joven matrimonio. El matrimonio comenzó a oir voces incomprensibles, ruidos y sonidos extraños, sueños con entes de otros mundos,… Trataron de dar normalidad a la situación, hasta que hallaron por casualidad en el sótano de la casa, el manuscrito del libro que hizo famoso al escritor Tomás Cue. Al leer su contenido, pensaron en la verosimilitud de algunas historias personales que habían tratado de ignorar cuando podrían estar en peligro sus vidas. Al no sentirse seguros de aquel presentimiento, pues desconocían el alcance real de una historia plagada de sucesos poco probables, intentaron disipar sus dudas poniéndose en contacto con personas que vivieron en la casa. El manuscrito contenía fotos, fechas, nombres de los antiguos propietarios que en la época actual ya habrían muerto. Menos una.

“¡Buenos días, señora Gant!. Gracias por atender nuestra llamada y querer hacernos una visita” – dijo Elisabeth

“Y, yo os agradezco de que me invitárais a venir aquí, en esta casa. Me trae tantos recuerdos…”- dijo la señora Gant

“¿Quiere tomar algo, señora Gant?” – preguntó Albert

“No” – contestó rotunda mientras observaba el estado de la casa

“Ya le comentamos por teléfono que nos sucedía unas cosas extrañas y no sabíamos si nos lo imaginábamos o, en verdad, es algo que sucede sin podernos explicar la razón” – comentó Albert

“Tengo entendido de que leísteis el libro que escribió el señor Tomás Cue” – añadió la señora Gant

“Si” – afirmó Elisabeth- “Así es. El libro habla de las apariciones de un fantasma en esta casa, la llama “la mujer del velo”. ¿Sabe si es cierto esa historia?”

Repentinamente, a la señora Gant se le humedeció los ojos y suspiró repetidas veces, asintiendo con la cabeza como si la apareciesen recuerdos en la mente  que había apartado en el olvido durante mucho tiempo.

“Hace mucho tiempo vi a esa mujer” – comenzó a decir la señora Gant – “Era mi hermana. Falleció a los 15 años de edad de modo accidental. Un coche la atropelló cuando iba de camino a casa. Mi familia y yo sufrimos muchísimo su pérdida y se nos ofreció la esperanza de volverla a ver, de volverla a hablar, de volver a estar junto a ella…”

“¿Está hablando de que utilizaron la ouija?” –preguntó Albert

“Si”- afirmó la señora Gant – “Las primeras sesiones funcionaron, pero la última sesión fue la que nos llevó a abandonar esta casa”

“¿Por qué?” – inquirió Elisabeth

“Abrimos las muertas a un ente maligno, un ente que no sólo es capaz de traspasar los cuerpos, sino de dominarlos….” – explicaba la señora Gant hasta que se quedó inmóvil, en silencio, mirando hacia el suelo.

“¿Se encuentra bien, señora Gant?” – preguntó Elisabeth

“Adivina quién soy ahora, zorra….” – el tono de voz sosegado y conciliador de la señora Gant cambió. Su voz parecía proceder de un ámbito más allá de la muerte.

“¡Vámonos!” – gritó Albert ….